EL MUNDO › LA MEDIACION EN EL CONFLICTO HONDUREÑO COMENZO AYER, PERO SE FRUSTRO EL ENCUENTRO DE LOS PROTAGONISTAS
El facilitador del diálogo, Oscar Arias, recibió primero al depuesto presidente, más tarde al líder golpista. Este último anunció que se volvía a Tegucigalpa y dejaba a una delegación. Anoche ambas delegaciones se sentaron a hablar.
El presidente de facto hondureño Roberto Micheletti truncó ayer las aspiraciones de paz del mandatario costarricense y mediador internacional, Oscar Arias. A pesar de los anuncios de las últimas 48 horas, no llegó a haber una reunión entre el anfitrión, Micheletti y el presidente derrocado de Honduras, Manuel Zelaya. Arias recibió al líder exiliado primero y minutos después al hombre que usurpó su cargo. Zelaya salió del encuentro dispuesto a reunirse y discutir los términos de su vuelta al poder. Pero cuando fue el turno de Micheletti de dar la luz verde al diálogo, el líder golpista anunció que se volvía esa misma tarde a Tegucigalpa. Dijo haber quedado satisfecho con los esfuerzos de Arias, pero prefirió dejar una delegación para que negocie en su nombre. Anoche, las dos comisiones, la del gobierno de facto y la que más tarde nombró Zelaya se sentaron por primera vez a hablar. “Se ha iniciado el diálogo y se está conversando respetuosamente”, informó la ministra de Información Mayi Antillón.
La jornada empezó temprano en Costa Rica. El presidente Arias no fue ayer al Palacio Presidencial como todos los días; se quedó en casa. Tenía mucho que preparar antes de la primera reunión con Zelaya. Convocó a sus principales asesores, su hermano y ministro de la Presidencia, Rodrigo Arias, su canciller Bruno Stagno y su amigo personal, John Biehl, el mismo que lo aconsejó durante los diálogos de paz de los años ’80 en Centroamérica, que le valieron el Premio Nobel de la Paz a Arias. Necesita toda la ayuda que pueda conseguir. Zelaya y Micheletti llegaron a Costa Rica con posiciones enfrentadas, si no antagónicas, y con discursos que hacen inimaginable una negociación. “Yo creo que hay un amplio margen para un compromiso, pero la piedra de tope será conseguir que el gobierno de facto acepte el retorno del presidente constitucional”, auguró el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, desde Washington. El diplomático chileno intentó mediar el sábado pasado, pero se encontró con la intransigencia inalterable de la dictadura hondureña, dirigida por Micheletti.
Para no chocar con la misma pared dos veces, Arias decidió comenzar por elegir un lugar informal, cómodo, según sus propias palabras. Su casa es su lugar preferido en el mundo. Desde que se divorció de su mujer hace doce años y sus hijos se mudaron, vive solo en un caserón color terracota en la esquina de un barrio exclusivo de San José, que en los últimos años se convirtió en la zona de las embajadas. Justo enfrente de su puerta se erige el imponente Consulado chino.
Como todo en Costa Rica, el clima del barrio es relajado, aun con un dispositivo de seguridad inusual de 150 policías –desarmados, como indica la concepción no violenta del Estado costarricense– y las dos calles que bordean la casa del mandatario cortadas, la vida seguía su curso entre los vecinos. Recién entrada la tarde, cientos de manifestantes irrumpieron y agitaron un poco el clima. “Somos ciudadanos que estamos sumamente avergonzados de que Oscar Arias reciba en su casa, en calidad de presidente, a un criminal como Micheletti”, explicó Edgar Morales, uno de los organizadores y dirigente de la Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEP).
Unas horas antes, alrededor del mediodía, Arias les abrió la puerta a Zelaya y su pequeña comitiva. El mandatario legítimo de los hondureños llegó de traje, corbata y su tradicional sombrero crema de cowboy. Sonriente, dijo estar confiado en el diálogo auspiciado por Estados Unidos y liderado por su colega costarricense. La reunión, a puertas cerradas y bajo estricto hermetismo, duró cerca de dos horas. Al salir de la casa, Zelaya seguía manteniendo su sonrisa. “Creemos que hemos sido congruentes con la posición de Honduras: la restitución del estado de derecho y la democracia. La restitución como la ha pedido la ONU y la OEA del ejercicio del presidente electo por el pueblo hondureño que es su servidor”, fue lo único que dijo al retirarse del caserón y volver a su hotel, a la espera del llamado de Arias.
Inmediatamente unos minutos después llegaron Micheletti, su canciller y algunos militares. Hacía más de tres horas que había aterrizado en el aeropuerto comercial de Costa Rica, pero se negaba a salir hasta que le dieran “garantías de seguridad”. Primero le pidió a Arias que se trasladara al aeropuerto y se reunieran allí para evitar posibles manifestaciones. El mandatario y mediador se negó y envió a su hermano y ministro de la Presidencia y a su canciller para que hicieran las veces de escolta hasta la casa presidencial.
Desde que se bajó del avión, Micheletti había dejado bien claro que no llegaba con ánimo conciliador. En su larga espera en el aeropuerto leyó un discurso, que pronosticaba el final de la jornada. “Anticipo que en mi próxima visita a Costa Rica el pueblo hermano de este bello país me recibirá como hoy lo hace mi pueblo, como el presidente constitucional de la República de Honduras”, pronosticó un muy empecinado Micheletti.
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