EL MUNDO › RETOMARON LAS REUNIONES SOBRE EL TEMA MIGRATORIO, LUEGO DE SEIS AñOS DE CONVERSACIONES INTERRUMPIDAS
Tras el encuentro, la Casa Blanca ratificó su predisposición al “diálogo constructivo”. Del lado cubano dijeron que las discusiones se habían centrado en sentar posiciones y determinar cierta frecuencia para futuras reuniones.
Bajo el título “Cómo promover una migración segura, legal y ordenada”, representantes de Cuba y de Estados Unidos volvieron a verse las caras luego de seis años de conversaciones interrumpidas. La reunión, según un comunicado conjunto emitido por ambas delegaciones, fue “fructífera”. “Es como un reencuentro, un reinicio después de un período bastante turbulento durante la era Bush”, indicó Alberto González, encargado de prensa de la sección de intereses cubanos en Washington. “Estados Unidos ve estas conversaciones como una manera de lograr resultados prácticos y positivos que contribuyan a la plena entrada en vigor de los acuerdos en materia migratoria”, señaló por su parte el comunicado emitido por el Departamento de Estado.
Del lado cubano, la delegación estuvo encabezada por el vicecanciller Dagoberto Rodríguez. Por los estadounidenses, Craig Kelly, secretario de Estado adjunto para América latina, lideró la formación, secundados ambos por grupos de funcionarios especializados en cuestiones migratorias.
La cita fue discreta y el lugar elegido fue la sede de las Naciones Unidas (ONU) en Nueva York. Ambos equipos diplomáticos ingresaron al edificio temprano por la mañana y el comunicado del Departamento de Estado norteamericano que anunciaba el encuentro no superaba las tres líneas. “Vamos a conversar toda la jornada”, se limitó a decir antes de entrar Heidi Bronke-Fulton, vocera de la delegación estadounidense. “Si se retoma el mismo espíritu de las conversaciones anteriores, se mantendrían activas”, lanzó el cubano González.
Sin embargo, y a pesar del bajo perfil del encuentro, la cita no pasó inadvertida para los sectores más tradicionales de la derecha norteamericana. Los argumentos, clásicos, fueron los mismos de la Guerra Fría. Ileana Ros-Lehtinen, republicana de Florida y voz del exilio anticastrista, fue la encargada de alzar su voz. “Considero desafortunado que una vez más el régimen cubano sea recompensado con signos de apertura de Estados Unidos”, protestó la republicana.
Pero, lejos de coincidir con estas declaraciones, la Casa Blanca, tras el encuentro, ratificó su predisposición al diálogo con el gobierno de la isla al precisar que el objetivo es lograr “una conversación constructiva” sobre “temas concretos”. A su turno, González, vocero de los cubanos, afirmó que si bien no quería “adelantar posiciones” de su gobierno, las discusiones se habían centrado en sentar posiciones y determinar cierta frecuencia para futuras reuniones.
Las conversaciones migratorias entre ambos países, básicamente encuentros técnicos regulares que se realizaban de forma alternada en Estados Unidos y Cuba, se iniciaron originalmente en 1994 tras la masiva oleada de cubanos que llegaron a las costas de Florida en pleno período especial, la forma en que las autoridades de la isla llamaron al período de crisis económica y escasez que sobrevino tras el derrumbe de la Unión Soviética. En el 2003, sin embargo, el gobierno del republicano George W. Bush dio una vuelta de timón y anuló unilateralmente las conversaciones. “En esa época Cuba temía una invasión militar norteamericana”, reveló posteriormente el presidente cubano Raúl Castro al Consejo Nacional de Defensa, en una reunión del pasado 2 de julio, aludiendo de esa manera a las sospechas que albergó el gobierno de La Habana durante buena parte de los años Bush acerca de la posibilidad de que Washington lanzara una invasión contra la isla, fundada, según los cubanos, no sólo en la creciente hostilidad que mostraba la administración norteamericana sino incluso en filtraciones de reuniones del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos en las que se habría discutido esa posibilidad.
Más tarde, tras el cambio de ocupante en la Casa Blanca y la llegada de Barack Obama al Salón Oval, una suerte de deshielo comenzó entre ambos países. Cimentado sobre gestos y declaraciones de acercamiento mutuos, este proceso tuvo sus picos cuando, primero, Obama autorizó, el pasado mes de abril, el levantamiento de las restricciones vigentes a los viajes a la isla y el envío de remesas por parte de norteamericanos de origen cubano; y luego, cuando Washington aceptó firmar, frente al embate homogéneo de la mayoría de los países de la región, la resolución de la OEA por la que se derogaba una resolución anterior por la que se había ordenado la suspensión de Cuba de esa organización 47 años antes.
El proceso de apertura, sin embargo, es lento. El bloqueo contra la isla, a su vez, continúa.
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