EL MUNDO › NO VA A LA CUMBRE DE LA UNASUR PARA EVITAR DEMANDAS POR LAS BASES
Después de los señalamientos de Lula y Bachelet, Uribe hizo saber que ni él ni su canciller discutirán la instalación de tres nuevas bases norteamericanas en la cumbre regional de Quito del próximo 10 de agosto. Respaldo de Perú.
El presidente colombiano embarró ayer aún más la cancha al adelantar que no participará de la próxima cumbre de la Unasur, en la que Brasil y Chile quieren discutir el nuevo acuerdo militar entre Bogotá y Washington. Apenas horas después de que Luiz Inácio Lula da Silva y Michelle Bachelet reconocieran su preocupación por el tema, Alvaro Uribe hizo saber que ni él ni su canciller discutirán la instalación de tres nuevas bases norteamericanas en la cumbre regional de Quito del próximo 10 de agosto. El otro aliado latinoamericano de Washington, el gobierno peruano, respaldó a su vecino mientras que Brasil anunció que pedirá un informe al Departamento de Estado. Según la prensa brasileña, un actor extrarregional lo acompañará en el pedido, España.
Todo indica que lo que empezó como uno de los tantos conflictos entre Colombia y Venezuela, se está convirtiendo en un problema de la región e, incluso, de Europa. El gran éxito del gobierno venezolano fue bajarle el tono a la acusación colombiana sobre la supuesta venta de armas a las FARC, imponiendo en el centro de la discusión la supuesta amenaza que significarían para Caracas y para la región las bases norteamericanas. El presidente Hugo Chávez no congeló las relaciones diplomáticas con su vecino andino después del anuncio del acuerdo militar entre Bogotá y Washington; lo hizo luego de que Uribe aseguró que habían incautado armas a las FARC que pertenecían a las fuerzas armadas venezolanas.
Envalentonado por el apoyo regional, el gobierno de Caracas aprovechó para ratificar su posición y golpear en donde más le duele a Uribe, su incapacidad para controlar a las guerrillas en su territorio. “La mayoría de las armas de la guerrilla son del ejército colombiano y las FARC operan en territorio colombiano. Pero ellos se atreven a sancionar y agredir a otros países por algo que ellos generan”, se quejó la ministra de Información, Blanca Eckhout.
La funcionaria acusó a Uribe de lanzar falsas acusaciones contra su país para justificar la necesidad de la presencia norteamericana en esa región. “Esta agresión pretende justificar las bases que Estados Unidos quiere imponer en nuestro continente. Los norteamericanos, que han apoyado, intervenido, secuestrado y que han hecho terrorismo pretenden utilizar a Colombia para impedir la unión y el avance de América latina”, señaló.
Desde Colombia también pusieron en duda la credibilidad de algunas de las denuncias de Uribe hacia sus vecinos y advirtieron que en los últimos años el país se aisló cada vez más de sus vecinos. “Estamos en un momento en que Colombia no se siente cómoda en ninguna parte y las relaciones con Estados Unidos están en una redefinición desde el triunfo de Barack Obama”, advirtió el ex canciller colombiano y ex embajador en Caracas, Rodrigo Pardo.
Para el diplomático la crisis bilateral actual no es aislada. Colombia hace más de un año que no mantiene relaciones con Ecuador, otro vecino con el que mantiene una frontera porosa y selvática. En esa ruptura, como en la actual con Venezuela, el primer ataque salió de Bogotá. Las fuerzas armadas colombianas cruzaron la frontera ilegalmente y bombardearon un campamento de las FARC, instalado en medio de la selva en territorio ecuatoriano. Quito pidió una rectificación y una explicación por la violación a su soberanía y, como la disculpa nunca llegó, rompió todas las relaciones bilaterales.
Para algunos analistas colombianos, lo mismo podría pasar ahora con Venezuela. “Desde el punto de vista de la forma y sus alcances, este incidente es uno de los más graves y no descarto una ruptura de relaciones con consecuencias comerciales más fuertes”, advirtió Fernando Giraldo, decano de Ciencias Sociales de la Escuela de Administración de Negocios.
Pero el enfrentamiento trasciende esa frontera porque, de instalarse en Colombia, los aviones militares norteamericanos tendrían acceso a gran parte de la costa del Pacífico de la región. Brasil ya pegó el grito en aire y pidió explicaciones a Estados Unidos, que ya mantiene un máximo de 800 militares y 600 civiles en el país andino, como agentes del Plan Colombia. La incógnita que queda es si ese número aumentará con la instalación de las tres nuevas bases militares.
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