EL MUNDO › LA SOSPECHOSA MUERTE DE TRES HINCHAS EN EL ULTIMO CLASICO HONDUREÑO, CON EL SELLO DE PINOCHET
Honduras, de un golpe, despertó en medio de una dictadura con resabios pinochetistas. La pretensión de utilizar un estadio de fútbol como centro de detención así lo prueba. Además, hace una semana pasaron casi inadvertidas en el fárrago informativo tres muertes ocurridas después del clásico entre los dos clubes más populares de Tegucigalpa: Olimpia y Motagua. La mayoría de los medios coincidió en una explicación: que se produjeron por un enfrentamiento entre las dos barras bravas (un producto argentino de exportación). Pero un video del canal 11 local y una página no oficial de hinchas olimpistas transmiten otra sensación. En las imágenes se observa a la policía cómo dispara a mansalva durante una desigual pelea entre uniformados con armas de puño y jóvenes que les arrojaban piedras.
“La violencia de la autoridad contra la población desde el golpe de estado se evidenció en este partido, ciertamente nunca habíamos visto a la policía actuar con semejante violencia y brutalidad en contra de la barra de un equipo de fútbol, estas cosas suceden cuando en los países se pierden las democracias, y el sistema de justicia se plega (sic) a un régimen de facto y todo el mundo sabe que en las dictaduras la violencia de las autoridades es enorme, así como también lo es el derramamiento de sangre”, escribió de corrido el comentarista de www.portalolimpista.net, el sitio de los aficionados del actual campeón hondureño.
A continuación detalló: “La prensa dice que las barras de los dos equipos se fueron a los balazos, pero en el video vemos algo muy diferente, en todo el video no se aprecia aficionado alguno del Motagua, lo que se aprecia es un enfrentamiento entre la Ultrafiel (la barra del Olimpia) y la policía, en el video se miran y escuchan disparos, sobre todo en el inicio, en donde claramente se observa a un policía disparando con su arma en contra de la barra, y que ésta respondía con piedras”.
El supervisor general del operativo policial, José Flores Madariaga, citado por el diario El Heraldo, partidario del golpe, admitió que sus subordinados utilizaron armas de fuego: “En ningún caso negamos que la policía disparó”. La filmación del canal 11 lo corrobora. Varios efectivos tiraron al aire y al bulto contra algunos centenares de hinchas del Olimpia. “Creo que la policía tenía preparado esto en nuestra contra, fue increíble, nosotros no comenzamos, fueron ellos”, dijo un barra como descargo en el mismo medio.
La violencia del domingo 27 dejó un saldo de tres muertos y quince heridos y motivó que el mismo Congreso que depuso a Manuel Zelaya apurara la aprobación de la denominada Ley de Seguridad de los Eventos Deportivos con carácter de “emergencia”. El artículo 14 de la norma establece la creación de una partida presupuestaria de 40 millones de lempiras para invertir en infraestructura deportiva, endurece las penas con la prohibición de concurrencia de uno a cinco años y le otorga a la policía cinco de aquellos 40 millones para comprar equipos antimotines.
Aunque alejadísima de los índices de violencia del fútbol argentino o brasileño, la Liga hondureña ya tenía antecedentes de problemas entre las barras de sus principales clubes. Y todavía no se descarta que hayan ido al partido en el Estadio Nacional con armas.
Pero la indiscriminada y brutal reacción de la policía es un dato que abona la hipótesis de cómo en un país convulsionado por un golpe de Estado, las muertes del fútbol pueden ser un acto de distracción. O la ratificación de que la dictadura reprimirá a todos los que se movilicen en las calles, cualquiera fuere la razón: un partido de fútbol o la reposición en su cargo del presidente constitucional Zelaya.
En la página olimpista se sugiere que los dirigentes de la Federación Nacional Autónoma de Fútbol de Honduras (Fenafuth) se dieron “al juego de los golpistas de poner fútbol para querer distraer a la gente de lo que ha pasado, cuando lo que hacen, más bien es empeorarlo todo porque la represión y la violencia de la ‘autoridad’ va en aumento y la frustración de la población aumenta también, pues no somos libres, no somos soberanos ni independientes, no puede haber fútbol en Honduras y mucho menos esos clásicos en semejante situación de país”.
El Estadio Nacional Tiburcio Carías Andino, a cuyas puertas se produjeron los graves incidentes, es el mismo que el propio Mel Zelaya había visitado un año antes del golpe que lo desalojó de la presidencia. Fue para supervisar personalmente si el césped estaba en condiciones de recibir los partidos por las eliminatorias del Mundial de Sudáfrica 2010. Ahora, en otro escenario futbolístico, pero ubicado en la localidad de El Paraíso, departamento de Alauca, el régimen de Roberto Micheletti planea emular la política de confinamiento de detenidos que aplicó Augusto Pinochet en Chile a partir del 11 de septiembre de 1973.
Allí, a diez kilómetros de la frontera con Nicaragua y donde estuvieron rodeadas unas 3000 personas que intentaban cruzar el límite internacional para unirse a Zelaya, hay una cancha de fútbol que los militares hondureños están acondicionando para alojar a opositores. El hecho lo denunció el militante Eddy Guifarro en declaraciones que difundió la Agencia Bolivariana de Noticias. “Muy cerca de aquí hay un estadio donde se juegan partidos de Liga Nacional y parece que lo están por habilitar para llevar a las personas que capturen. Hace un momento estábamos viendo a agentes de la policía cargando y repartiendo bombas lacrimógenas”, señaló el partidario del presidente legítimo.
Una fuente consultada por Página/12 le atribuyó a Xiomara Castro, la esposa de Zelaya que acaba de volver de la zona fronteriza hacia Tegucigalpa, la denuncia por la utilización del estadio. Otras mencionaron a gente retenida en las calles o en hoteles de la capital, que fue sitiada por retenes militares.
En Chile, Pinochet llegó a mantener detenidas en un solo día a 7000 personas en el Estadio Nacional de Santiago. En Honduras se habla de un gran campo de concentración en El Paraíso. El toque de queda se prolonga de manera casi permanente. Hay emergencia humanitaria. Cualquier semejanza con las dictaduras de los años ’70 no es pura coincidencia. Los militares hicieron escuela con la utilización del fútbol y sus escenarios.
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