Jue 06.08.2009

EL MUNDO  › FALTAZO DE FIGURAS EMBLEMATICAS DE IRAN EN LA SEGUNDA INVESTIDURA DEL ULTRACONSERVADOR

Ahmadinejad en la soledad del poder

Dos ex presidentes, Mohammed Jatami y Akbar Hashemi Rafsanjani, decidieron no participar de la toma de mando. Otros legisladores directamente se pararon y se retiraron en medio de la ceremonia. Afuera del Parlamento siguieron las protestas.

› Por Katherine Butler *

El hombre que gobernará Irán durante los próximos cuatro años fue ayer una figura solitaria mientras prestaba juramento. Mahmud Ahmadinejad juró el inicio de su segundo mandato, pero a la ceremonia le faltó mucho brillo: decenas de parlamentarios, altos clérigos y figuras del régimen que se suponía deberían haber estado allí, eligieron dar el faltazo. Dos ex presidentes, el reformista Mohammed Jatami y Akbar Hashemi Rafsanjani, que se puso al frente de la campaña de Mir Hossein Musavi, se quedaron en casa. Otros legisladores, directamente, se pararon y se retiraron durante la toma del mando.

Para este tipo de ocasiones, en Irán las calles normalmente se convierten en lugar de festejos y fiestas populares que celebran la investidura del nuevo mandatario. Ayer, en vez de eso, decenas de manifestantes con remeras negras en símbolo de duelo o verdes en alusión al color de la campaña de Musavi, el candidato opositor derrotado, marcharon durante buena parte del día por las calles aledañas al Parlamento coreando una sola consigna: “Muerte al dictador”. Pero no pasó de ahí: Teherán, ayer, era una ciudad sitiada. Cientos de efectivos de las fuerzas de seguridad fueron desplegados por las calles principales de la capital iraní. Los uniformados coparon la mayoría de las avenidas principales, buena parte de las estaciones de subte y la totalidad de los edificios gubernamentales. Por si alguien se animaba, los agentes se encargaron de que sus armas, cachiporras y gases lacrimógenos estuvieran bien a la vista.

A diferencia de años anteriores, la investidura presidencial no fue transmitida por TV. Según parece, las controversias desatadas tras las elecciones del pasado 12 de junio y las protestas callejeras que le siguieron, las peores desde la Revolución Islámica de 1979, fueron suficientes como para que las autoridades no hicieran un gran despliegue con la toma del mando de Ahmadinejad.

Tras la investidura, el antiguo gestor de tránsito de 52 años devenido en presidente optó por un discurso de bajo perfil. No hubo alusiones ni a las denuncias de fraude ni a la represión ni a los muertos. En vez de ello, Ahmadinejad prometió ortodoxia pura. “Haré respetar la fe oficial, el sistema consagrado por la Revolución Islámica y la Constitución”, aseguró. A lo que sí aludió el mandatario fue a la lucha de poder subterránea que se desarrolla en el seno de la elite persa. “Unidad nacional y decisión”, clamó. “Debemos tomarnos todos juntos de la mano para avanzar y conseguir nuestros objetivos”, agregó el presidente, quien además llamó a atacar los dos flancos de la economía que están creando más descontento en el país: el desempleo y la inflación.

El ultraconservador, a su vez, buscó reflotar la misma clase de discurso populista que le valió su primera elección y dedicó una buena cantidad de minutos a prometer que acabará con la injusticia social y la corrupción en el Estado, a pesar de que, según sus opositores, se haya pasado todo su primer período concediendo negocios y contratos a sus amigos de la Guardia Revolucionaria, el cuerpo de represión de elite que concentra en este país todo un conglomerado de empresas en los sectores claves de la economía. Infaltable sobre el final, Ahmadinejad les apuntó a los enemigos de afuera en busca de la unidad interna. “Algunas potencias occidentales aseguraron que no reconocerían la legitimidad de estas elecciones porque lo que en realidad querían era una democracia al servicio de sus propios intereses. Pero nuestro pueblo se opone a esto”, señaló. “No toleraremos que nos falten al respeto, que nos insulten ni que interfieran en nuestros asuntos internos. Les puedo asegurar que no se ahorrarán esfuerzos a la hora de custodiar las fronteras de Irán”, remató.

La Unión Europea (UE), tan firme que había estado durante la represión de las manifestaciones postelectorales, se cuidó de guardar las formas y enviar al menos algún representante diplomático a la toma del mando.

La secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, expresó a su turno el realismo de la posición de su país. Al tiempo que manifestó su apoyo a los líderes de la oposición, aseguró que su país acepta los hechos que se imponen en Teherán. “Entendemos que la persona que fue investida ayer es el presidente de la nación”, aseguró.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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