Lun 31.08.2009

EL MUNDO  › LULA DA SILVA NO DISIMULA SU ENOJO POR LAS BASES DE EE.UU.

Brasil se desmarca

El mandatario percibe que la Unasur da muestras de impotencia en la defensa regional. El pacto militar Brasilia-París intenta enterrar la sujeción histórica a los intereses del Norte.

› Por Darío Pignotti

Desde Brasilia

Habrá que releer a Nixon para explicar el enfado de Lula. La semana pasada mientras Lula mostraba en Bariloche su gesto contrariado durante el debate sobre el asentamiento de tropas norteamericanas en territorio colombiano, en San Pablo, el historiador norteamericano Peter Kornbluh revelaba pormenores sobre las relaciones que la dictadura brasileña cultivó con la Casa Blanca en los años ’70.

Kornbluh, coordinador de National Security Archive de Washington, accedió a papeles recientemente desclasificados sobre un encuentro entre Richard Nixon y el dictador Emilio Garrastazú Médici, en 1971. El mandatario republicano fue directo: el éxito del movimiento sedicioso contra el presidente chileno Salvador Allende dependía del régimen brasileño. “Brasil puede hacer muchas cosas que Estados Unidos no puede hacer” para acabar con los “allendes y castros” de la región, dijo Nixon al generalpresidente según se lee en un informe secreto redactado por el entonces asesor de Seguridad Nacional, Henry Kissinger.

Garrastazú Médici acató de buen grado la encomienda de Nixon. “Esos archivos refuerzan la tesis de que Brasil fue un peón incondicional de Nixon en la desestabilización sudamericana” declaró a Página/12 Janaina Telles, de la Comisión de Familiares de Presos y Detenidos Políticos, quien coordinó la visita del norteamericano Kornbluh. “Es útil leer y releer los materiales sobre la charla de Nixon y Garrastazú para mantener viva la memoria, exigir justicia cuando se cumplen 30 años de la Amnistía promulgada por la dictadura y comprender mejor la realidad actual” agregó.

Este fin de semana algunos medios brasileños se abocaron a descifrar los motivos del enojo exhibido por Lula, en tiempo real, durante la cumbre de Unasur. Enumeraron como motivos del enfado a la retórica de Rafael Correa, la “desobediencia” de Chávez –a quien Lula habría pedido ser más comedido con Uribe–. Son razones probables pero ninguna parece acercarse al nudo de la cuestión.

Para la política de Estado brasileña hacia Sudamérica el asentamiento de tropas y armas norteamericanos en Colombia constituye un revés severo. Primero, minaron las expectativas de Lula sobre una nueva era de relaciones hemisféricas personalizada por la llegada al gobierno del demócrata Barack Obama y el compromiso de renovación que éste asumió en la Cumbre de las Américas de Trinidad y Tobago, en abril. Asentar 7 bases en Colombia está lejos de representar una ruptura con la militarización de la diplomacia hemisférica parida en los ocho años del republicano Bush.

Trascendió en Brasilia que hay sectores del gobierno para los cuales aún no es claro si la decisión de afincar militares en Colombia es una iniciativa de Obama o una imposición del Pentágono. Sea como fuere, Marco Aurelio García, consejero internacional de Lula, declaró que campea la decepción sobre los primeros pasos de la administración demócrata.

Unasur no voló por los aires, es cierto, pero Lula percibe que ese artefacto diplomático en cuya construcción invirtió años de diplomacia presidencial da muestras de impotencia, al menos en el terreno de la defensa regional.

La estrategia de Lula es hacer de la integración sudamericana un instrumento político para cohibir la injerencia norteamericana en la subregión. El otro flanco es robustecer la capacidad militar propia, con apoyo de terceros países, siguiendo una tesis que fue ensayada por el dictador Ernesto Geisel (19741979) al firmar un acuerdo nuclear con Alemania a mediados de los ’70, para librarse del alineamiento automático del tándem Nixon-Garrastazú-Médici.

De allí que para el gobierno brasileño haya sido irritante el paralelo establecido por Uribe entre su acuerdo con Washington y el que Lula firmará el 7 de septiembre con su par francés Nicolas Sarkozy. Para el diputado José Genoníno, del Partido de los Trabajadores (PT, de Lula da Silva), ese pacto que prevé la construcción de un submarino nuclear, entierra la sujeción histórica a los intereses militares norteamericanos.

Y aún más: según Genoníno, Uribe al cuestionar el pacto Brasil-Francia, actuó como un “portavoz de los intereses de Estados Unidos” que, según opinó, pretende boicotear ese entendimiento con París.

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