Desde Berlín

Los conservadores de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de la canciller alemana Angela Merkel sufrieron ayer un duro revés electoral en dos de tres estados alemanes clave en diversas elecciones que se realizaron a nivel local. Con los resultados de ayer, se abriría una oportunidad para una coalición en la región occidental del Sarre entre el histórico partido socialdemócrata (SPD) y el comunismo aggiornado, ahora reagrupado en Die Linke, o el “Partido de Izquierda”.

El partido de Merkel fue sencillamente aplastado tanto en el Sarre, pequeña región industrial cercana a la frontera francesa, como en el estado oriental de la ex República Democrática Alemana (RDA) de Turingia, donde quedó claro que sus aliados democristianos perdieron más del 12 por ciento de sus bases de apoyo desde las últimas elecciones en el 2004.

En el caso del Sarre, el partido de Izquierda y su candidato, Oskar “el rojo” Lafontaine –un ex dirigente nacional del SPD que se alejó del partido para crear una opción más a la izquierda–, obtuvieron excelentes resultados. Su 19 por ciento de los votos no quedó muy alejado del 26 por ciento obtenido por los socialdemócratas y, de esta manera, quedaron en posición para pactar la que sería la primera alianza de gobierno con los socialdemócratas y con los verdes en un estado occidental de Alemania desde la reunificación nacional tras la caída del Muro de Berlín, lo que daría lugar a un gobierno “roji-rojo-verde”.

Pero para el SPD, tener que pactar con la izquierda de Die Linke para obtener el poder en Sarre y Turingia podría no ser la opción más conveniente en vista de sus posibles consecuencias en el ámbito federal. Y es que, al interior del Partido Socialdemócrata, muchos estiman que Die Linke no sería un socio válido para gobernar el país debido, en particular, a sus posiciones favorables a una retirada de las tropas de Afganistán y de la OTAN, dos cuestiones internacionales que el SPD da por hechas.

A pesar de ello, Frank-Walter Steinmeier, vicecanciller, ministro de Relaciones Exteriores y gran adversario de Merkel en las próximas elecciones por el SPD, fue puro optimismo. “Una cosa es segura: este país no quiere una coalición negra-amarilla”, afirmó el candidato a jefe de gobierno, refiriéndose a los colores de la CDU y de los liberales FDP. “Los que dicen que las legislativas están cantadas cometen un gran error.” Según la mayoría de las encuestas, sin embargo, Merkel contaría con cerca del 59 por ciento de apoyo del electorado a nivel nacional. Quizá por eso, la canciller se esforzó por dejar en claro que las elecciones de ayer no tendrán ninguna influencia en los próximos comicios generales del 27 de septiembre. “Las elecciones estatales no son representativas de lo que sucederá a nivel nacional”, aseguró.

Y, en efecto, nada ni nadie parece interponerse por ahora en lo que sería un seguro triunfo de la CDU cuando los alemanes vayan a las urnas dentro de menos de un mes, lo que le permitiría a Merkel, por primera vez desde que llegó al poder, romper la “gran coalición” con sus aliados socialdemócratas y, esta vez sí, formar gobierno con los liberales, más afines a un deseado gobierno de centroderecha.

Desde las filas de su partido, confían en que la clave del triunfo residirá, precisamente, en el “efecto Merkel”, lo que querría significar el efecto de arrastre en las urnas que ejercerá la popularidad personal de la mandataria al momento de encarar personalmente los esfuerzos de campaña.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.