EL MUNDO › MáS REVELACIONES DE LA LIBERACIóN DEL LIBIO
› Por Marcelo Justo
Desde Londres
Los gobiernos británico y escocés no pueden con el fantasma de Lockerbie en medio del escándalo por la liberación del libio Al Megrahi, único condenado por el atentado de 1988, que dejó un saldo de 270 muertos. Las cartas que dieron a conocer ayer ambos gobiernos revelan que el primer ministro, Gordon Brown, y el canciller, David Milliband, no querían que Al Megrahi muriera en la prisión escocesa.
Según el documento publicado por el gobierno escocés, el canciller libio, Abdulati Alobidi, explicó durante una reunión con funcionarios del Ministerio de Justicia de Escocia el 12 de marzo que un secretario de Estado de la Foreign Office, Bill Rammell, le había transmitido ese mensaje durante una discusión del acuerdo de transferencia de prisioneros que está en el centro de la polémica. “Alobidi confirmó que le había dicho a Rammel que la muerte de Al Megrahi en la prisión escocesa tendría un efecto catastrófico en la relación bilateral con Libia. Alobidi también dijo que Rammel le había asegurado que ni el primer ministro ni el canciller querían que Al Megrahi muriera en la prisión, pero la decisión final estaba en las manos de Escocia”, señala el documento dado a conocer ayer por el Ministerio de Justicia de Escocia.
En el fin de semana arreciaron versiones sobre un vínculo directo y más o menos explícito entre el acuerdo de transferencia de prisioneros en base al cual se liberó a Al Megrahi y los contratos petroleros que recibieron British Petroleum y la angloholandesa Shell poco después. Una de las cartas del ministro de Justicia, Jack Straw, reveladas ayer confirma la versión del Sunday Times de que Straw había decidido no mencionar ninguna exclusión específica para el acuerdo de transferencia de prisioneros debido a “abrumadores intereses nacionales”.
La presión estadounidense y la polémica que ha generado la liberación de Al Megrahi se han convertido en un dolor de cabeza más para el primer ministro, Gordon Brown, que acaba de volver de vacaciones decidido a relanzar su gobierno en los meses previos a las elecciones de mayo próximo. A diferencia de los familiares estadounidenses, que creen en la versión oficial, los familiares británicos quieren que se realice una investigación pública de los atentados. El atentado contra el vuelo Pan Am 103, en el que murieron 270 personas en 1988, estuvo rodeado de especulación desde un comienzo y fue atribuido hasta la guerra del Golfo a un grupo palestino, el PFLP-GC, manejado, según la información estadounidense y británica de esos años, por Siria e Irán, “los verdaderos responsables del hecho”. Esta línea cambió radicalmente con la primera guerra del Golfo en 1990, cuando la coalición liderada por Estados Unidos contó con el apoyo de Siria y el rechazo de Libia.
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