EL MUNDO › EL ACUERDO CON SARKOZY FORMA PARTE DEL GIRO NACIONALISTA DE LULA TRAS EL LANZAMIENTO DEL PLAN PETROLERO
Brasil intenta montar una industria bélica propia a partir del know how francés. Ayer informó la compra de 5 submarinos Scorpene, uno propulsado a energía nuclear y cuatro convencionales, y 50 helicópteros Cougar. E intenta comprar 36 cazabombarderos Rafale.
› Por Darío Pignotti
Desde Brasilia
Nace el eje Brasil-Francia. Luiz Inácio Lula da Silva y su colega francés, Nicolas Sarkozy, formalizaron ayer, en el 187o aniversario de la independencia brasileña, una alianza de defensa cuyos objetivos permiten compararla con la firmada por los presidentes Getulio Vargas y Franklin Delano Roosevelt durante la Segunda Guerra Mundial.
“Hoy no sólo es el Día de la Independencia, es el día en que acabamos de consolidar definitivamente la alianza estratégica con Francia, y a partir de ahora sólo tenemos una palabra: trabajo, trabajo, trabajo, es necesario que las cosas comiencen a andar”, propuso Lula.
Un documento divulgado por las autoridades brasileñas reportó la compra, con transferencia de tecnología incluida, de cinco submarinos Scorpene, uno propulsado a energía nuclear y cuatro convencionales, para la marina brasileña y cincuenta helicópteros Cougar destinados a las tres fuerzas armadas.
Ese armamento más los astilleros a ser construidos en Río de Janeiro suman aproximadamente (las cifras oficiales son imprecisas) unos 12.000 millones de dólares: algo así como tres veces el monto del Plan Colombia, lanzado en 2000 por los gobiernos de Washington y Bogotá.
Lula comunicó además su intención de comprar a Francia 36 cazabombarderos Rafale, desechando los norteamericanos F-18 Super Hornet, fabricados por la Boeing. Si la operación llega a buen puerto, Brasil desembolsará otros 4000 millones de dólares (ver página 22).
Francia no “teme” liberar tecnología sensible a Brasil, el “colonialismo” acabó, proclamó Sarkozy afinado con el discurso de su anfitrión, durante una rueda de prensa ofrecida por ambos en el salón de cristal, espejos y acero del Palacio de Alvorada, residencia presidencial en Brasilia. Tan es así que París –aseguró el jefe de Estado galo– apoya con firmeza la aspiración brasileña de convertirse en un miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU.
Después de los pronunciamientos triunfales de Lula y Sarkozy, el canciller Celso Amorim precisó que el interés brasileño es montar una industria bélica propia a partir del know how francés. En contrapartida, Brasil venderá diez aviones de carga KC-130 a Francia, que con ellos sustituirá los Hércules norteamericanos.
En el caso de los cazas Rafale el objetivo es implantar un polo fabril con la brasileña Embraer y la francesa Dassault, desde donde exportar las naves al resto de América latina.
“Brasil es un país que vela por la paz, pero al mismo tiene que velar por la soberanía y cuidar de las gigantescas reservas petroleras, con 50.000 millones de barriles o más, en el litoral atlántico”, dijo Lula.
“Sabemos que el petróleo ya fue motivo de muchas guerras y muchos conflictos, y nosotros no queremos ni guerras ni conflictos”, reforzó y, a renglón seguido, deslizó: “Es posible que haya gente que no quiere que esta alianza funcione. ¿Quién puede ser contrario a esta alianza?”.
La insinuación puede ser leída como un mensaje hacia Estados Unidos, si se recuerda que las negociaciones con Francia para reforzar la defensa naval cobraron más brío luego de que Washington anunció la reactivación de su IV Flota con jurisdicción en aguas del Atlántico.
Valter Pomar, secretario de Relaciones Internacionales del Partido de los Trabajadores, no tiene dudas: “El acuerdo con Francia reduce la influencia de Estados Unidos y aumenta la autonomía brasileña en términos militares”.
En rigor, señaló Pomar a la agencia ANSA, el acuerdo con Nicolas Sarkozy es uno de los brazos del giro nacionalista que Lula ha impreso a su gestión en las últimas semanas, tras el lanzamiento del nuevo plan petrolero.
“Este acuerdo así como el nuevo marco regulatorio del petróleo, concediendo más poder a Petrobras, refuerzan la soberanía nacional, el papel del Estado y favorece las condiciones para el desarrollo.” “Ambos hechos son parte de una misma estrategia global que no busca sólo la soberanía nacional, sino también la democratización del país y la igualdad social”, razonó el dirigente petista.
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