EL MUNDO › ENTREVISTA A ANA MARíA CAMPERO, CANDIDATA DEL GOBIERNO PARA PRESIDIR EL CONGRESO BOLIVIANO
Como periodista, ministra de Información y defensora del Pueblo, Campero fue espectadora de primera fila y agente en los últimos treinta años de vida política y social de Bolivia. Ahora encabeza la lista del MAS en La Paz.
› Por Sebastián Ochoa
Desde Santa Cruz
Para ella es obvio que entrará en el Congreso. También sabe que el gobierno ya decidió nombrarla presidenta del Senado. Ana María Romero de Campero fue espectadora de primera fila y agente en los últimos 30 años de vida política y social de Bolivia. Como periodista, ministra de Información y defensora del Pueblo ayudó a cocaleros, prostitutas, niñas, niños, presos, gays, enfermos y otras poblaciones atacadas por el Estado, por militares u otros fundamentalismos. En el Palacio Quemado se felicitan por tenerla de candidata a la cabeza de la lista del Movimiento Al Socialismo (MAS) de La Paz. Uno de los departamentos donde el partido del presidente Evo Morales arrasará, según los pronósticos.
Como directora del periódico Presencia, de la Iglesia Católica, criticó la dictadura militar de Hugo Banzer, que mandó en Bolivia entre 1971 y 1978. Fue ministra de Información del gobierno de Walter Guevara Arze, que duró 20 días hasta que lo desalojó uno de los casi 200 golpes de Estado ocurridos en este país. Como defensora del Pueblo, entre 1998 y 2003, estuvo a punto de conseguir un segundo mandato. Pero lo impidió el entonces presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, que ese mismo año huyó a Estados Unidos luego de su presunta participación en la matanza de 67 personas en El Alto, durante la Guerra del Gas.
En esos días, Romero de Campero se sumó a la huelga de hambre que se inició en varias ciudades para exigir la renuncia de Sánchez de Lozada del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). Al año siguiente, la periodista creó la Fundación Unir, especializada en comunicación, la resolución de conflictos y la promoción del diálogo.
Cuando empiece 2010 posiblemente asuma su cargo en el Senado, que el MAS confía en controlar junto a la Cámara de Diputados. Entrevistada por Página/12, dijo que tiene “muchas ideas, difíciles de sintetizar en una respuesta”. Con el control del Congreso (hasta ahora sólo maneja Diputados), Morales espera aprobar sin problemas las cien leyes necesarias para que la nueva constitución materialice el cambio que profetiza a diario en varias poblaciones de Bolivia. Según las proyecciones de las encuestas privadas, el 6 de diciembre el presidente aymara sería reelegido por entre el 55 y el 57 por ciento de los votos.
–Morales espera que usted en el Senado sea un nexo entre el gobierno y la clase media.
–Yo diría más bien que con la invitación que me hizo el presidente ha enviado un mensaje a la clase media y a la clase política, en general, en el sentido de que quisiera que todos se sientan incluidos en la construcción del nuevo Estado plurinacional.
–¿Por qué el gobierno tiene dificultades para resultarle simpático a la clase media?
–Ese no es el tema. Mantiene el apoyo de las clases medias y medias bajas pero ha ido perdiendo el de las altas y medias medias. Lo que ha ocurrido durante este gobierno es que el racismo latente en nuestra sociedad ha salido a flote con diversas manifestaciones. Entre ellas la de una hostilidad creciente de fuerzas neoconservadoras, a las que les cuesta aceptar que un indígena gobierne Bolivia y afecte sus intereses. Lo habrían aceptado si hubiera sido dócil y manejable. De ahí que la disputa política tenga un alto contenido étnico de ida y vuelta. La actitud defensiva y de autoafirmación de los sectores indígenas ante el fenómeno ha sido también de agresividad. Resumiendo, en el país se vive un distanciamiento entre quienes son protagonistas del cambio y aquellos que no lo aceptan, tanto por razones ideológicas y culturales como por un fenómeno de discriminación instalada desde tiempos coloniales en la sociedad boliviana. Para cambiar este estado de cosas se necesita trabajar mucho en el tema de actitudes, prejuicios y diálogo. El presidente es consciente del fenómeno y quiere que su próximo gobierno sea de asentamiento de las conquistas sociales y de una apertura. Me parece importante y por eso he decidido apoyarlo.
–¿Cree que su rol en el Senado será el de negociar con la oposición?
–En un momento dado sí, aunque obviamente es una tarea que nadie podría acometer por sí solo. En todo caso está respaldada por la voluntad política del presidente Morales por concertar entre todas las fuerzas políticas el centenar de leyes que deben aprobarse para que los postulados de la nueva constitución política del Estado se hagan realidad.
–¿Cuál es actualmente su relación con la oposición de Morales?
–Normal. Veo en sus listas nombres de personas con quienes se puede llevar adelante un diálogo. Otros que quieren estar en Asamblea con el ánimo de patear el tablero. A muchos no les ha caído bien el que me hubiera unido al MAS, pues esto ha debilitado su discurso en sentido de que el presidente es autoritario y muy sectario.
–¿Cuál es su relación con la Iglesia?
–Normal.
–¿Milita en el MAS?
–No milito en el MAS y no he militado antes en ningún partido, pero sí es antigua y muy conocida mi opción preferencial por los pobres, mi lucha por los derechos humanos y mi apego a la ética cristiana.
–Si llega al Congreso, ¿trabajará para que las mujeres tengan la representación que merecen en el Estado?
–Siempre lo he hecho y por cierto que aprovecharé este espacio privilegiado para seguir trabajando por la equidad a todo nivel. Voy a alentar donde pueda la participación de la mujer, estudiando junto al movimiento de mujeres una legislación que apuntale el avance de sus derechos que, entre paréntesis, en la historia de Bolivia han sido paralelos a los de los indígenas. En 1952, ambos conquistamos el derecho a votar y ser electos.
–¿Detecta errores en el gobierno?
–Claro que sí, unos frutos de la inexperiencia y de no contar con suficientes cuadros preparados; otros fruto de la dimensión del cambio que se ha llevado adelante.
–¿Cómo evalúa estos cuatro años de presidencia de Morales?
–Creo que ha sido muy duro y se ha gastado mucho tiempo en la disputa con las regiones por el tema de la autonomía, luego en las elecciones y los dos referendos. Ha sobrado buena voluntad y ha faltado gestión, pero es innegable que se ha inaugurado una nueva manera de gobernar y de atender las necesidades sociales largo tiempo postergadas.
–¿Cuáles considera que son los principales problemas de Bolivia?
–El primero de ellos y el principal es el de la pobreza, la mala distribución del ingreso, la serie de inequidades que esto crea y que es imperativo resolver. Un 70 por ciento de las y los bolivianos viven en pobreza, un 35 por ciento de ellos en exclusión. Otro problema que podría resolverse es el de la demanda de autonomía en las regiones, que ha sido incluido en la Constitución.
–¿Hace cuánto conoce al presidente?
–Lo vi por primera vez en 1989, cuando era directora de Presencia. Vino a visitar el diario luego de culminar una marcha de Cochabamba a La Paz por caminos de herradura. Creo que es un hombre sencillo y bien intencionado, claro como el agua, pues dice lo que piensa, lo que muchas veces le crea problemas. Mantenemos una relación de mutuo respeto y franqueza, aunque en el trato entre una defensora y un líder cocalero hubo momentos de tirantez. Lo he visto muy poco desde que es presidente, pero me reuní con él unas cuatro veces antes de aceptar su propuesta y vi con agrado que el poder no lo ha cambiado.
–¿Qué experiencias tiene de su participación en el Estado, primero como ministra de Información y luego como defensora del Pueblo?
–La primera fue muy breve, 20 días en el gobierno, más 15 de resistencia al golpe del coronel Alberto Natusch Busch. Juré no volver al mundo político. De eso hace 30 años. La segunda duró cinco años y me mostró todo lo que se puede hacer y cambiar desde el Estado cuando se realiza una buena gestión. Es la que me ha impulsado a postularme al Senado. Pertenezco a la generación de periodistas que fueron abriendo los cauces para dar fin a las dictaduras y la instauración de las libertades dando la batalla dentro del país.
–El vicepresidente de Comité Pro Santa Cruz, Guido Nayar, cuando fue ministro de Gobierno de Hugo Banzer, llegó a acusarla de tener vínculos con narcotraficantes.
–Acabo de enterarme por usted de que hizo esa declaración cuando era defensora del Pueblo, o sea hace más de una década, y a estas alturas solo me queda esbozar una sonrisa. Mi relación con los ministros de Gobierno y Defensa fue difícil cuando ejercí esas funciones por la serie de abusos que se cometían en la política de erradicación de cocales acordada con los Estados Unidos.
–Como defensora del Pueblo conoció las relaciones de varios gobiernos de Bolivia con la embajada de Estados Unidos. ¿Cómo se desarrolló ese vínculo con los años?
–Siempre fueron de una gran injerencia por parte de la embajada norteamericana y de una sumisión a sus políticas por parte de los gobiernos previos a Evo Morales. No se creía posible ni políticamente correcto desafiarlas. Cuando era directora de Presencia tuve un famoso incidente con el embajador Robert Gelbard, que se le dio por querer influir con sus críticas en la línea del periódico. En una ocasión le colgué el teléfono, lo que dio inicio a un acoso de esa representación a nuestro diario. Entonces nuestra iglesia era macanuda: los obispos me apoyaron como un solo hombre.
–¿Qué opina de los medios de comunicación en Bolivia?
–Que al igual que en otros países, algunos son utilizados para defender intereses políticos y económicos sin sonrojo. Son contados con los dedos de la mano los que hacen un periodismo que pueda llamarse tal.
–Hace días, un grupo de periodistas fue atacado a tiros por la policía en Santa Cruz mientras realizaban una cobertura.
–Considero que se trata de un hecho grave que no tuvo la atención que merecía ni de parte del gobierno ni del defensor del Pueblo o la Fiscalía. Me preocupó tanto que toqué muchas puertas y no pude lograr que se identificara y castigará a los policías culpables con la celeridad que el caso ameritaba. Entre esas puertas no estuvo la del presidente, que estaba de viaje y con quien posteriormente he compartido mi frustración.
–¿Impulsará la modificación de la ley electoral para aumentar la cantidad de legisladores indígenas en el Congreso?
–Trabajaré con los que ingresarán en minoría procedentes de las tierras bajas. Será en base a sus iniciativas que haremos algo juntos. En la Bolivia de hoy no hay lugar para el pa/maternalismo.
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