Vie 13.11.2009

EL MUNDO  › ADOLFO MENDOZA, SOCIOLOGO BOLIVIANO Y CANDIDATO DEL MAS

“Sufrimos complejo de Edipo”

Se sabe de memoria tramos enteros de la nueva Constitución, en parte porque fue el encargado de redactar varios artículos. Y cuenta con el apoyo de las organizaciones sociales, a pesar de que sólo es un “técnico”.

› Por Sebastián Ochoa

Desde Cochabamba

Para las próximas elecciones, el Movimiento Al Socialismo (MAS) dispone de todo tipo de candidatos. Los hay de clase alta, campesinos, intelectuales, no tan intelectuales, profesionales, empresarios, indígenas, ultraderechistas redimidos (varios oportunistas), politiqueros y políticos. Muy probablemente ocuparán más de la mitad de los 255 asientos de la Asamblea Legislativa Plurinacional, que suplantará al todavía vigente Congreso de la República. Allí, a partir de enero de 2010, deberían dedicarse a tramar las leyes que necesita la Constitución aprobada este año y promovida por el gobierno de Evo Morales. La “nueva Constitución”, como aún le dicen, requiere de al menos cien normativas para llenar los vacíos que establecieron varios de sus artículos. La autonomía de las regiones, la Justicia ordinaria y la Justicia comunitaria son algunos de los temas que generan más debate y enormes lagunas legales.

Para eso, además de gente carismática, el MAS deberá tener fabricantes de leyes. El sociólogo Adolfo Mendoza, candidato a senador por Cochabamba, encaja justo en el molde. Se sabe de memoria tramos enteros de la nueva Constitución, en parte porque fue el encargado de redactar varios artículos. Y cuenta con el apoyo de las organizaciones sociales, a pesar de que sólo es un “técnico”, que les brinda apoyo en sus demandas y elaboración de propuestas. Cuando falta poco para el 6 diciembre, Mendoza se siente con un pie adentro de la Asamblea. Para asegurar la confianza otorgada por las organizaciones sociales, Mendoza indicó que legislará de acuerdo con los “mandatos” dictados por las bases del presidente.

Este candidato nació en la ciudad de Cochabamba, su padre es de Uyuni, en Potosí, y su madre de San Ramón, en el departamento de Beni. Desde 1990 está vinculado con las organizaciones sociales. Por varios años trabajó en el Centro de Desarrollo Andino (Cenda), que brinda apoyo a comunidades indígenas y campesinas. Se tituló en la Universidad Mayor de San Simón. Luego, según su “ridiculum vitae”, consiguió varios diplomas y maestrías sobre Estudios Culturales en Cochabamba, Venezuela y Ecuador. También cursó Ciencias Políticas en la Flacso de México. “De ese doctorado todavía soy candidato. Así como soy candidato a senador, soy candidato a doctor”, comenta.

–¿Cómo analiza este primer gobierno de Morales?

–Hasta el momento –y todavía esto sucede– el gobierno de Evo Morales se obliga a gobernar con las leyes que quiere cambiar. Es una suerte de reforma constitutiva: se enfrenta a aquello que al mismo tiempo lo constituye como gobierno. Es como que sufre el complejo de Edipo en este momento. Quiere matar a la vieja institucionalidad y quedarse con Yocasta, con la democracia, pero no logra matar al padre, porque es parte de la vieja institucionalidad. Hasta ahora ha sido la única institucionalidad y probablemente continúe un poco más, hasta que ya quede en claro –con los desarrollos legislativos– la construcción de una nueva institucionalidad democrática. Yo creo que la diferencia fundamental radica en dar este salto cualitativo. Desde 2006 hasta ahora, el gobierno estuvo obligado a actuar con base sobre una institucionalidad, un sistema político en crisis, donde –entre paréntesis– el MAS era el único partido legítimo del viejo sistema de partidos. Ahora el MAS se está enmarcando en un diseño distinto de protección institucional, con formas de implementación de mecanismos de democracia también diferentes. Ya no es la falsa democracia representativa restringida, sino que ahora contiene a la propia democracia representativa y –al mismo tiempo– trae mecanismos de democracia directa, participativa y comunitaria.

–¿Y cómo sería el próximo gobierno?

–Lo probable es que el MAS tenga, en el peor de los casos, la mayoría en la Cámara de Senadores y la mayoría en la Cámara de Diputados. Es decir, va a tener la mayoría en la Asamblea Legislativa Plurinacional. Esto implica un cambio ético de la acción política y exige enfrentar a las viejas mañas de actuar como oposición minoritaria sin un proyecto alternativo.

–¿Cómo evalúa las propuestas presidenciales de la oposición?

–Están condicionadas por lo otro que está ocurriendo ahora, en términos de construcción de una nueva hegemonía. Es decir, de la construcción de una voluntad colectiva, que sería creernos nuestras propias mentiras, pues ¿no? Y en ese sentido, fíjate qué es lo que ocurre con uno de los partidos, una de las opciones políticas de la oposición para estas elecciones. Está liderada por un personaje acusado de ladrón, Manfred Reyes Villa, y por otro personaje acusado de genocidio, Leopoldo Fernández. Estos señores se dieron la tarea primero de destruir a otras opciones de derecha, antes de empezar la campaña. Entonces su candidatura no obedece a una alianza de la fragmentada derecha en Bolivia, sino que responde a la derrota que sufrieron unos sectores de la derecha por parte de estos otros sectores. Como resultado, las candidaturas son en realidad una especie de débil rompecabezas. Cada pieza vale por sí misma, no existe ningún proyecto político detrás, salvo el de decir “no” a lo que propongan el MAS y las organizaciones sociales.

–¿Cómo coordinaría su trabajo legislativo con las organizaciones que lo apoyan?

–En las organizaciones sociales hay una larga tradición de actuar por mandato. Esto tiene que ver con el desarrollo de nuevas formas de ejercicio de la democracia, para ser radicalmente democráticos. Debemos apostar por la democracia radical, por la democracia plural. Y eso implica no solamente dejar atrás el viejo esquema de la democracia representativa, donde hay una distancia entre el representado y el representante. La construcción de mandatos es más cercana a un estilo de trabajo de democracia directa, democracia deliberativa. Es lo que se cultivó como una nueva forma de –digamos así– encarar la labor intelectual. Con una patita en la acción colectiva y otra patita en la teoría.

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