EL MUNDO › EL PRESIDENTE AFGANO REASUMIO EN UN CLIMA DE TENSION
Tres meses después de una elección teñida por el fraude, Hamid Karzai asumió su segundo mandato mientras la capital parecía sufrir un estado de sitio. En la ceremonia sólo lo aplaudieron cuando prometió acabar con la corrupción.
› Por Kim Sengupta *
Desde Kabul
No hubo celebraciones públicas y el público en general fue excluido de la ceremonia. Mientras Hamid Karzai entraba en funciones en su segundo término como presidente afgano –tres meses después de una elección teñida por el fraude–, la capital parecía sufrir un estado de sitio. Los helicópteros artillados volaban por encima y círculos de puestos de control ahogaban a Kabul, la única señal de vida en las calles vacías.
Era muy diferente de la primera asunción hace cinco años. En 2004, gran parte de la ciudad estaba decorada con una sarta de luces de colores, roja, verde y negra de la bandera afgana, y carteles de Karzai colgando de los edificios y de los faroles de la calle. Las banderas proclamaban en inglés: “Este es el nacimiento de nuestra libertad”. Cuando Karzai entró en la Gran Sala del palacio presidencial acompañado por el ex rey, Mohammed Zahir Shah, recibió una ovación de pie. El recién electo presidente habló con gran confianza, sin apuntes, sobre el nuevo amanecer de su país, la sed por el progreso y la paz. Fue interrumpido repetidamente por el aplauso espontáneo de los afganos y los extranjeros en un día importante.
Ayer estaba nuevamente en el palacio presidencial para jurar por otro término de cinco años, pero ahí terminaban las similitudes. Esta vez había ganado con menos de la mitad del voto popular, una elección sospechada de fraudulenta que provocó la condena internacional. Y habló lentamente, pareciendo por momentos inseguro de sí mismo. Declaró que las fuerzas de seguridad afganas podrían tomar el mando de las tropas internacionales en cinco años; instó a los opositores políticos a que trabajaran con él por el bien de la unidad nacional y repitió su ofrecimiento a los combatientes talibán para que se unieran al proceso político.
El único aplauso que logró fue cuando se comprometió a terminar con la corrupción que inunda su gobierno. “Aquellos que desparraman la corrupción deberían ser juzgados y condenados”, les dijo el presidente Karzai a los dignatarios reunidos. “Los ministros afganos deberían ser profesionales y servir al pueblo, los funcionarios del gobierno deberían registrar sus ganancias.”
Karzai dijo la mayoría de las cosas que sus partidarios occidentales –que están cada vez más desi-lusionados con él– querían oír. Barack Obama, el presidente de Estados Unidos, todavía está decidiendo si cumplir con el pedido de su comandante de enviar decenas de miles de tropas extras para agregar a los 68.000 estadounidenses que ya están ahí, más de la mitad de ellos llegaron desde que se mudó a la Casa Blanca.
El presidente afgano dijo que organizaría dos conferencias en Kabul, una para tratar sobre la corrupción y otra para “comenzar un nuevo capítulo” con la comunidad internacional. Karzai –y muchos otros afganos que no son necesariamente sus partidarios– se enojaron por lo que ellos perciben como interferencia extranjera en su proceso electoral y ayer hubo señales de hostilidad latente. El presidente felicitó el trabajo de la Comisión Electoral Independiente, que es afgana –que dominó y selló su victoria– sin mencionar a la Comisión Electoral de Quejas, que tenía un componente internacional y descontó un gran número de votos.
Representantes de los Estados extranjeros que han enviado millones de dólares de ayuda a Afganistán y cuyos soldados están luchando y muriendo aquí –dos soldados estadounidenses murieron ayer en un ataque con bomba– estaban con un estado de ánimo muy diferente a la primera asunción de Karzai. En aquel momento Dick Cheney, el vicepresidente estadounidense, había declarado: “Nos reunimos para marcar un momento histórico en la vida de la nación y la historia de la libertad humana. Ahora, el tirano se ha ido, el enemigo terrorista está disperso y la gente de Afganistán es libre”. Esta vez, la secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton voló un día antes con un mensaje de su patrón advirtiéndole a Karzai que desarraigue la mala práctica y lleve a cabo reformas significativas.
Después de la ceremonia de ayer ella elogió la forma “específica” en que el presidente afgano dijo que iba a abordar la corrupción, pero advirtió: “También vamos, junto con el pueblo de Afganistán, a observar muy cuidadosamente para ver cómo se implementa. Conocemos las dificultades de esta misión”.
Karzai les ha pedido a dos hombres que estuvieron compitiendo con él en las elecciones de agosto –Abdullah Abdullah y Ashraf Ghani– que trabajen con él para la unidad nacional. Anoche Abdullah rechazó la apertura, diciendo que el discurso del presidente era simplemente “más de lo mismo”. “Habló en estos términos durante los últimos ocho años y en realidad la situación empeoró.”
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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