Mar 03.12.2002

EL MUNDO  › COMO ES LA RED DE ESPIONAJE GLOBAL QUE DISEÑA EL PENTAGONO

Todo el planeta bajo el Big Brother

El Pentágono está elaborando una red de espionaje global, dirigido por un hombre implicado en el escándalo Irán-Contras. Incluye módulos de reconocimiento biométrico, sistemas de traducción simultánea y otros aparatos que parecen de ciencia ficción.

Por Rosa Townsend
Desde Miami

El Pentágono desarrolla una vasta red de espionaje indiscriminado y global, un “Big Brother” planetario, para combatir la amenaza asimétrica del terrorismo. El plan, Total Information Awareness (TIA), hasta ahora secreto y sin precedentes en la historia, rastreará diariamente miles de millones de transacciones bancarias, comunicaciones, compras, viajes, documentos de identidad o historiales médicos y laborales de ciudadanos del mundo, a los que tendrán “acceso instantáneo” los servicios secretos de Estados Unidos. Irá acompañado además de cámaras capaces de ver a gran distancia. Washington asegura que, aunque el plan es ambicioso, protege los derechos de los “inocentes”; los grupos de derechos civiles creen que lo único que asegura es el fin del derecho a la privacidad.
El proyecto es tan controvertido como su arquitecto, el vicealmirante John Poindexter, uno de los responsables de la trama Irán-Contras de la era Reagan, que vendía ilegalmente armas a Irán y desviaba los fondos a la Contra nicaragüense. Condenado y perdonado después durante el mandato del primer presidente Bush, sus enemigos le califican como un hombre sumamente inteligente y sin escrúpulos. Su jefe en el Pentágono, Peter Aldridge, subsecretario de Defensa para Logística y Tecnología, dijo la semana pasada, al ser presionado para que explicara cómo habían encargado un proyecto semejante a un hombre con un pasado turbio que “John sólo se encargará de construirlo, no de implantarlo”. Esto lo harán los espías profesionales, aunque, según Aldridge, todavía no han determinado si será la CIA, la Agencia Nacional de Seguridad o el FBI, o todos a la vez.
El prototipo lo ideó el propio Poindexter a raíz de los atentados del 11 de septiembre y lo están construyendo en un departamento del Pentágono denominado Defense Advanced Research Project Agency, DARPA (cuyo precursor, ARPA, fue el inventor de Internet). El grado de avance de TIA es desconocido. Según Aldridge, por ahora sólo trabajan con simuladores de transacciones y comunicaciones. Este año cuentan con un presupuesto de 10 millones de dólares, aunque fuentes de inteligencia hablan de 200 millones.
Cualquiera que sea la cifra “es dinero tirado a la basura”, opina el ex senador demócrata y ex aspirante a la presidencia Gary Hart, que se opone a TIA por razones éticas y técnicas, convencido de que la propia magnitud de las bases de datos que pretende vigilar impide una criba eficaz de la información. Otros políticos, como la senadora Dianne Feinstein, se oponen exclusivamente por las implicaciones para los derechos de los norteamericanos, hasta ahora protegidos del espionaje doméstico. “Nos encaminamos a una América de George Orwell”, subraya. Feinstein está preparando un proyecto de ley para evitar ese futuro.
El minado de bases de datos es el componente más polémico de TIA, un sistema modular que incluye reconocimiento biométrico a larga distancia del enemigo; miniaparatos portátiles de traducción simultánea –de doble vía y en decenas de lenguas–, que permiten a soldados o espías comunicarse con los oriundos en lugares remotos, procesar documentos, etcétera, o minirrobots que “piensan, analizan y debaten con su portador” para resolver en el acto conflictos logísticos en el terreno de batalla militar o en una situación de espionaje convencional; otros detectan en segundos sustancias biológicas y químicas, ante la eventualidad de un atentado.
Todas son técnicas que hasta ahora parecían de ciencia ficción, pero ¿son viables? Dependerá de una conjunción de factores, el primero y principal es la colaboración internacional de estamentos gubernamentales y del sector privado. Es decir, si un banco, agencia de viajes, o unMinisterio del Interior de otro país se niega a facilitar acceso a la información, Washington no tiene un mecanismo legal para forzarles.
Y dentro de Estados Unidos la legitimidad es también el caballo de batalla. Aunque por el momento muy pocos estadounidenses conocen el proyecto de espionaje, lo cierto es que están desamparados al no existir un marco jurídico que los proteja de potenciales abusos. La ley que prohíbe espiar a norteamericanos data de 1974 y sus preceptos se han quedado obsoletos con respecto a la tecnología actual y, más aún, con la que desarrolla el Pentágono. El dilema no se había producido antes porque la única red de espionaje global, la supersecreta Echelon, capaz de monitorear las comunicaciones por Internet, fax y teléfono, es sólo de ámbito internacional ( no está claro si Echelon seguirá operativa).
A los obstáculos diplomáticos y legales se añaden las limitaciones técnicas de TIA, a juicio de los expertos. Cabe la posibilidad, afirman, de que las ambiciosas dimensiones de la red la conviertan en un sistema entrópico, en el que una información crucial se quede enterrada en una galaxia de datos. Lee Tien, abogado de Electronic Frontier Foundation, teme “un sistema que mezcle lo peor de los dos mundos, incapaz de predecir atentados por la masiva e irrelevante información que tiene que sortear, pero perfectamente capaz de espiar a ciudadanos corrientes”.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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