Mar 03.12.2002

EL MUNDO

Un México post-PRI que se parece mucho al anterior

Hace dos años, Vicente Fox hizo lo que parecía imposible: derrotar al PRI, que llevaba 71 años en el poder en México. Aquí, un balance de su gestión en un país donde el 53 por ciento de la población sigue siendo pobre.

Por Juan Jesús Aznárez
Desde México

Respondiendo a quienes reclaman resultados a sus dos años de gestión, el presidente mexicano, Vicente Fox, dijo que la reciente Cumbre Iberoamericana fue un “muro de los lamentos”, frente a la estabilidad observada en la transición acometida por su país. La oposición y parte de los analistas atribuyen a Fox más altisonancia, incumplimientos y desorientación que logros. “Es momento de que la retórica se convierta en acción”, dijo en Acapulco Luis Haime Levy, presidente del Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas. “Es tiempo de decisiones, no de intenciones.” Dos de los principales diarios mexicanos, Reforma y El Universal, revelaron en sendas encuestas que el respaldo a la gestión de Fox es del 59 y el 60 por ciento, respectivamente.
El 1º de diciembre de 2000, el ex gerente de Coca-Cola y ex gobernador de Guanajuato fue investido con una popularidad cercana al 80 por ciento, después de haber ganado las presidenciales de julio de ese año, derrotando al Partido Revolucionario Institucional (PRI), que había gobernado durante 71 años. Fox prometió siete puntos de crecimiento, acabar con la corrupción oficial, normalizar Chiapas, una histórica reforma fiscal, reducir la pobreza, más productividad y menos paternalismo del Estado, crear más de un millón de puestos de trabajo y muchas más cosas. Las anheladas metas distan de haberse alcanzado, porque los males son antiguos y el Ejecutivo no dispone de mayoría suficiente en el Congreso para acometer las reformas propuestas.
La fiscal fue transformada en miscelánea. Los poderes han sido incapaces de articular consensos sobre los cambios porque el gobierno dista de ser un equipo bien avenido y el Parlamento está a la contra y ocupado frecuentemente con asuntos que no son de Estado. La economía permanece unida a la estadounidense y sufre la contracción de ésta, y apenas crecerá este año un punto y medio. No se percibe una estrategia político-legislativa clara, según las criticas más escuchadas.
El pretendido pacto entre todas las fuerzas políticas para regenerar México quedó en remedo o remiendos. Las viejas estructuras de gasto frente a la inversión persisten, al igual que el corporativismo político y sindical, y los objetivos a corto plazo. Nada esencial cabe esperar, pues, de la presente administración a corto plazo, porque las legislativas del año próximo sumarán grandes dosis de electoralismo al comportamiento de los partidos, cuya unidad interna es precaria. “No se puede pretender que en una sentada se resuelvan problemas que tienen 70 o 100 años”, justificó Héctor Rangel, presidente del Consejo Coordinador Empresarial.
Pese a la lentitud en la solución de los grandes problemas, que causa frustración entre los empresarios, según admitió Jorge Espina, presidente de la Confederación Patronal, México ganó en libertades y transparencia. Los golpes contra el narcotráfico han sido contundentes, la lucha contra la corrupción es más auténtica y el esfuerzo por aumentar la calidad educativa, visible, precisan los valedores. Las grandes cuentas, lastradas por el cuantioso endeudamiento, son relativamente sanas, y la disciplina fiscal aplicada en la etapa de Ernesto Zedillo (1994-2000), el último presidente priista, continúa.
Comparativamente con las naciones latinoamericanas en crisis, y aun cuando el 53 por ciento de sus habitantes sigue siendo pobre, México es un remanso de estabilidad. Pero el mal de muchos no consuela a quienes exigen mayor bienestar y consecuciones tangibles. Fox proclama que son numerosas y ese triunfalismo irrita a muchos analistas. Francisco Cárdenas escribió en El Universal que, durante los 24 meses de gestión, “los incumplimientos de campaña, los errores, las contradicciones, los tropiezos, la ensordecedora verborrea, los embustes, lo han avasallado todo”. El presidente, de la mano de la inexperiencia administrativa y de lastorpezas, agregó, “ha ido perdiendo credibilidad y confianza, por más que las encuestas por encargo que le hacen le indiquen que su nivel de popularidad sigue en alza”. La publicada por Reforma no aprueba al presidente, y destaca en él su “honestidad”, esto es, la probidad en el desempeño del cargo, una virtud todavía deficitaria en este país.
De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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