EL MUNDO › LA POLICíA DETUVO A UNOS CUARENTA IMPLICADOS EN UN SUPUESTO COMPLOT
Mientras el premier de Turquía reclamaba a Europa la incorporación al bloque, en su país sucedía la mayor redada contra militares y políticos ultraderechistas implicados en un intento de desestabilizar el gobierno.
› Por Oscar Guisoni
José Luis Rodríguez Zapatero recibió ayer en Madrid al premier turco, Recep Erdogan, en un día agitado para la vida política del país que aspira a transformarse en una bisagra entre Oriente y Occidente, al saberse de la detención en Turquía de más de medio centenar de militares golpistas. Islamista moderado y europeísta convencido, Erdogan se quejó ayer de los constantes cambios en las reglas de admisión de la Unión Europea, destinados según su parecer a impedir el ingreso de su país al bloque regional. Zapatero, que preside la UE este semestre, se comprometió a hacer todo lo que esté a su alcance para apoyar las aspiraciones turcas.
Las noticias que llegaban de su país no parecieron perturbar mucho al primer ministro turco, quien evitó pronunciarse sobre la detención de los militares implicados en la operación más allá de afirmar que habían sido más de cuarenta los arrestos y que la situación se encuentra bajo control. Según la prensa turca, se trató de la mayor redada contra militares y políticos ultraderechistas implicados en un intento de desestabilización del gobierno, llevada a cabo por las fuerzas de seguridad en las ciudades de Estambul, Ankara, Esmirna y Bursa.
La trama golpista conocida con el nombre Ergenekon comenzó a desarrollarse en 2003 en Turquía, poco después de la llegada al poder del Partido de la Justicia y el Desarrollo que preside Erdogan y se originó en el entorno nacionalista de la Fuerzas Armadas. Los militares turcos nunca han digerido el arribo de Erdogan al gobierno, por sus conocidas simpatías por el islamismo moderado. Fieles defensores de la tradición laica del fundador de la República, Mustafa Kemal Atatürk, que estableció en 1923 un Estado prooccidental a imagen y semejanza de las repúblicas europeas, los miliares turcos protagonizaron cuatro golpes de Estado en el último medio siglo y han sido un firme puntal de la política de Washington en la región.
Pero el islamismo de Erdogan poco se parece al de sus homólogos en Medio Oriente. El premier turco no sólo ratificó a lo largo de estos siete años la política proeuropeísta de su país, sino que tejió con paciencia lazos con el siempre polémico Estado de Israel y hasta se atrevió a mediar en secreto en unas turbias negociaciones desarrolladas entre el Estado hebreo y Siria que luego se dejaron de lado cuando Israel atacó la franja de Gaza. El premier turco tampoco movió un milímetro la política exterior de Turquía en lo que respecta a su alianza con Washington, lo que generó no pocos problemas dentro de su propio partido y críticas en el mundo árabe.
Sin embargo, todos estos esfuerzos por demostrar que se puede ser islamista sin dejar de llevarse bien con Occidente no le han dado a Turquía el premio esperado: la posibilidad de entrar en la Unión Europea. A pesar de las preocupaciones del país por aplicar una política económica acorde con las exigencias occidentales y de las todavía limitadas pero firmes medidas encaminadas a acabar con la corrupción endémica, Turquía sigue teniendo pocos aliados de peso en Europa. Mientras a un sector del espectro político del continente le preocupa la falta de libertad de expresión –un mal que Erdogan heredó de sus antecesores nacionalistas, pero que tampoco hizo mucho por remediar ante las constantes presiones del ejército–, a otros les preocupa que con setenta millones de habitantes Turquía se transforme en un problema una vez dentro de la Unión, ya que –argumentan– se le estará dando a un país de mayoría musulmana la posibilidad de bloquear la política que se teje en Bruselas.
“Con cinco millones de emigrantes ya estamos en la Unión Europea de forma extraoficial”, afirma Erdogan en una entrevista publicada ayer por el diario El País, en la que deja claro que está perdiendo la paciencia ante las negativas, provenientes más que nada de Francia y Alemania, a que su país forme parte finalmente de la UE. “Turquía se presentó ante Europa en 1959. Han pasado 51 años. Eso tiene un impacto muy negativo en la política interior. Nunca se impuso a ningún país lo que se nos está exigiendo a nosotros ahora. La sociedad turca y el mundo islámico opinan de la siguiente forma. Dicen: por favor, no os esforcéis, porque no aceptarán a Turquía en la UE. Europa, dicen, es un club cristiano”, sostiene. Ayer en Madrid, Erdogan demostró por enésima vez que Turquía tiene la mejor predisposición y desafió a Europa a apoyar el único Estado “laico, democrático y musulmán” que hoy por hoy prefiere formar parte del bloque occidental. Aunque es poco probable que su aliado Rodríguez Zapatero pueda acabar con la desconfianza de sus homólogos continentales.
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