Vie 26.02.2010

EL MUNDO  › FRACASO LA CUMBRE ENTRE LEGISLADORES DEMOCRATAS Y REPUBLICANOS EN ESTADOS UNIDOS

Sin acuerdo por la reforma sanitaria

Los líderes republicanos le dijeron a Barack Obama que abandonara las actuales propuestas demócratas ahora pospuestas en el Congreso y comenzara el proceso desde cero. Ahora los demócratas intentarán imponer su mayoría legislativa.

› Por Rupert Cornwell *

Desde Washington

Las chances de un último tratado bipartidario sobre la reforma de salud de Estados Unidos se desvanecieron ayer cuando los líderes republicanos le dijeron a Barack Obama que abandonara las actuales propuestas demócratas, ahora pospuestas en el Congreso, y comenzara el proceso desde cero. En una extraordinaria “cumbre” pública de los líderes de ambos partidos, los republicanos también les advirtieron a sus opositores que no trataran de “pasar” la reforma en el Senado por medio de recursos controversiales.

En los últimos días, la Casa Blanca y los líderes demócratas en el Capitolio dejaron caer insinuaciones de que, de no llegar a un acuerdo, recurrirían al mecanismo de “reconciliación”, que requiere sólo 51 votos para que pase el Senado, en lugar de los 60 necesarios para revertir las trabas republicanas.

“Creo que tenemos mejores ideas –dijo Lamar Alexander, senador y ex gobernador de Tennessee, cuando exponía el caso de los republicanos–. Queremos que tengan éxito, porque si ustedes tienen éxito, el país lo tiene. Pero queremos que cambien la dirección sobre la reforma de salud.” “Este, el actual proyecto de ley demócra- ta, es un auto que no se puede reparar y debemos empezar de nuevo”, dijo Alexander, instando a Obama a que aporte una medida más pequeña y más gradual.

Los intercambios se hicieron más afilados. John Kyl de Arizona, el segundo republicano en importancia del Senado, advirtió sobre las “diferencias fundamentales” entre los partidos “que no se pueden ocultar”, mientras Harry Reid le dijo a Alexander que tenía derecho a tener sus propias opiniones, “pero no sus propios hechos”.

“Me gustaría pensar que esto no es un teatro político, que sólo están actuando para las cámaras”, dijo el presidente Obama cuando dio comienzo a la reunión en Blair House, la casa de huéspedes del gobierno, justo enfrente a la Casa Blanca. Invocó la muerte de su madre por un cáncer y las enfermedades de sus hijas, Malia, de 11 años, a la que le diagnosticaron asma, y Sasha, de 8, que tuvo meningitis de beba, al exponer su caso.

Ya había habido una discusión sobre si la mesa a la que debían sentarse los participantes debería ser en forma de U o de O. Estos intercambios luego se convirtieron en teatro, o más precisamente, en un match de boxeo televisado, en que los dos lados daban sus más poderosas trompadas.

Ayer efectivamente se abrió el final del juego del debate sobre la reforma de salud, que dominó la política de Washington durante los últimos nueve meses. Cuando se perdieron las esperanzas de que el Senado lo aprobara, el lunes, el presidente presentó por primera sus propias propuestas, elevando las apuestas aún más.

Obama sabe claramente que habiendo invertido tanto tiempo, energía y capital político en la reforma de salud, no puede abandonar el proyecto ahora. Pero, en privado, los demócratas y los republicanos piensan que el receso de Pascua, que comienza en abril, se ha convertido de facto en la fecha límite para el proyecto de ley. Con las elecciones de mitad de término, en noviembre, ya en el horizonte, ambos partidos están de-sesperados por cambiar el rumbo hacia la economía y el empleo, los temas que más les importan a los votantes.

Los republicanos parecen salir mejor parados en la discusión televisada. El mordaz Mitch McConnell, líder de la minoría en el Senado, que, junto con Reid y la presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi, se ha convertido en el símbolo de un estancado proceso legislativo, hábilmente dejó las primeras palabras al campechano Alexander. Por momentos, Obama parecía en su salsa esquivando las críticas republicanas.

Pero pareció irritable cuando las discusiones se desviaban de los puntos sustanciales a los demasiado conocidos puntos de conversación. Pero el problema básico permanecía: cómo extender la cobertura a los 46 millones de estadounidenses sin seguro de salud y reducir los costos de un sistema que consume el 18 por ciento de la economía del país y amenaza con hundirlo en deudas. Reich afirmó que 750.000 personas habían entrado en bancarrota en 2008 por cuentas de salud y que cada año 45.000 estadounidenses mueren por falta de cobertura. El republicano de Oklahoma, Tom Coburn, médico, insistió en que el 20 por ciento del gasto del gobierno en salud era fraudulento y si se eliminaba este fraude los costos podrían recortarse en 10 por ciento o más.

Lo que suceda después resulta incierto. El uso de reconciliación en el Senado enfurecería a los republicanos y los haría menos dispuestos a cooperar con la salud o con cualquier cosa. El destino del proyecto de ley en la Cámara, donde la propuesta original se aprobó el año pasado por sólo cinco votos, también es incierta. Desde entonces, por lo menos dos partidarios de la reforma se han ido y un tercero ha muerto.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère

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