EL MUNDO › REPORTAJE A LUIS ALMAGRO, NUEVO MINISTRO DE RELACIONES EXTERIORES DEL GOBIERNO DE PEPE MUJICA
Su buena voluntad para hablar del conflicto de Botnia llega a “la sociedad civil”, pero pidiendo una cuota “de realismo”. Lo que espera del Mercosur, sus ideas sobre política exterior y las relaciones con Venezuela.
› Por Mercedes López San Miguel
Desde Montevideo
Con una expresión alegre recibe en su oficina Luis Almagro, el nuevo ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay. Hombre experimentado en el arte del decir. En su haber político, cargos de embajador en China y tareas desempeñadas en Alemania e Irán. De origen blanco (del Partido Nacional), su vinculación con la izquierda y más específicamente con el Movimiento de Participación Popular (MPP) al que pertenece José Mujica, ocurrió a fines de los noventa: se incorporó al sector del Frente Amplio como experto en asuntos internacionales. Al frente de la Cancillería, Almagro asegura que su país estará dispuesto a arrimar soluciones para enfrentar el conflicto de las pasteras con Argentina, a la vez que enfatiza la necesidad de esperar el fallo de la Corte de La Haya. Y más: asegura que los asambleístas de Gualeguaychú deben ser conscientes de que “no pueden pedirle al nuevo presidente que relocalice la planta de celulosa”. El ministro mirará mucho a la región y al Mercosur.
–¿El conflicto por la instalación de la papelera Botnia en Fray Bentos será prioridad en su gestión?
–Es un tema que comprende varios elementos. Por ejemplo, hay aspectos que conciernen a la relación institucional a nivel del Poder Ejecutivo y del Ministerio de Relaciones Exteriores. Hay otro elemento que comprende al Poder Judicial argentino, el cual en algún momento tendría que dictar un auto para levantar el bloqueo de los puentes. Un tercer aspecto es la sociedad civil de Gualeguaychú, que tiene su interés en este tema. Solucionar todo esto en una sola negociación es bastante complejo, máxime cuando hay algo más, que es un litigio pendiente en la Corte Internacional de La Haya. Y ése es el nudo gordiano de esta situación. Creo que debemos esperar el fallo de La Haya, ver cuáles son los elementos jurídicos que recoge, y luego los dos países tenemos que ver cómo administramos ese fallo para hacerlo efectivo en el sentido práctico. Esa es la situación global del problema. Salvo la parte del Poder Judicial argentino, un poder independiente, los otros temas los vamos a trabajar directamente. El gobierno argentino puede contar con nuestra mejor disposición para arrimar las soluciones más viables, prácticas y que hagan un poco a los intereses planteados por ellos y, por otro lado, también queremos un diálogo con la sociedad civil argentina a los efectos de hacerle saber cuál es nuestra posición y cómo debemos actuar las dos partes de ahora en adelante. Me parece que los asambleístas son conscientes de que no se le puede pedir a un presidente que asumió ayer que relocalice una planta cuya inversión fue decidida hace más de cinco años. Sería contrario a toda lógica. Esperamos que este punto sea comprendido cabalmente y que podamos discutir, negociar y resolver sobre otra base que haga a soluciones prácticas. Esas soluciones son realmente corroborar los aspectos eventuales de contaminación de la planta con un chequeo, con controles muy cercanos, y también un control medioambiental del río Uruguay. Es algo que está faltando, deberíamos trabajar en un protocolo medioambiental del río.
–Existen estudios hechos por expertos de la UBA y La Plata que avalan la denuncia de contaminación. La senadora y primera dama, Lucía Topolansky, dijo que el papel blanco contamina y hay que usar uno amarronado. ¿Comenzó a romperse un discurso monolítico de la clase política uruguaya?
–Son informes científicos y técnicos y nosotros nos tenemos que atener a ellos. Hay que entender un dato de la realidad: si tomamos todas las plantas de celulosa que hay en la región, ésta es la que contamina menos, si es que contamina. Esta es probablemente la planta más moderna que se puede aspirar a tener. Debemos atenernos a esos informes y también, insisto, a un protocolo medioambiental del río Uruguay a fin de poder las dos partes, incluyendo elementos de la sociedad civil, determinar soluciones. Hubiera servido para lo que recientemente pasó en un balneario.
–Ñandubalsay, en donde noventa personas presentaron síntomas alérgicos...
–Si tuviéramos a esta altura un protocolo medioambiental, podríamos haber atacado el problema, haber aislado las causas y sabido a qué se debía esa reacción alérgica.
–¿Pondrá un mayor énfasis en la región?
–Se espera de José “Pepe” Mujica un papel regional. Es un presidente con una autoridad moral muy fuerte, es el más veterano (risas), y a partir de eso tiene más posibilidad de acceder al diálogo y abrir canales de comunicación que no funcionan.
–Usted dijo que Uruguay va a tener una “relación objetiva” con Venezuela e Irán. ¿A qué se refería?
–Nosotros vamos a analizar la relación bilateral en función de las circunstancias presentes y de nuestro interés nacional sin preconceptos, sin prejuicios y sin presiones.
–También dijo que se va a buscar profundizar las relaciones con Estados Unidos. En un momento dado, en el gobierno de Tabaré Vázquez se discutió la posibilidad de acordar un Tratado de Libre Comercio con Washington.
–Creo que es una etapa superada si analizamos la situación presente. Los TLC no están en la agenda exterior norteamericana en este momento y Uruguay sigue presentando los mismos problemas técnicos que tenía entonces. En seis meses se debía concretar un acuerdo que involucraba cuestiones, para las cuales teníamos vacíos legales y jurídicos. Es una etapa que no está sobre la mesa.
–Porque además entraba en contradicción con el Mercosur.
–Es un criterio de política regional. Cuando yo integraba el grupo que analizaba el caso en Uruguay, para mí era un punto clave ver cómo nuestro país podía ingresar a un tratado de esa magnitud sin el aval de los socios del Mercosur y cómo podía compatibilizar el arancel externo común con algún beneficio que recibe del bloque para solucionar las asimetrías temporarias. Analizando esto nos dábamos cuenta de que no condecía con el interés nacional entrar en esa negociación.
–¿Qué proyección le da al bloque?
–Uruguay tiene las mejores relaciones integrales con los socios naturales, Brasil y Argentina. Si analizamos el esquema de las relaciones bilaterales son los principales socios comerciales, no sólo en materia de bienes, también de servicios. Noso-tros exportamos dos mil millones de dólares a la región. Estamos obteniendo muy buenos resultados del Mercosur. Sin embargo, el bloque tiene algunos problemas complejos. La agenda externa que tiene el Mercosur no es la mejor agenda para un bloque regional, es una de las peores del mundo; tenemos una negociación que a veces parece que avanzó, como la de la Unión Europea, y después nos damos cuenta de que no. Queremos que esa agenda externa sea más dinámica, queremos concretar tan pronto como sea posible un acuerdo con la UE, empezar a trabajar acuerdos con Estados Unidos y China; trabajar las negociaciones con los principales mercados del mundo. De lo contrario, este bloque va quedándose atrás en términos de competitividad especialmente arancelaria. Para Uruguay, el Mercosur es algo querido, como dijo Mujica, “hasta que la muerte nos separe”. Eso implica nuestro compromiso. Querríamos también que los socios mayores tuvieran más agenda Mercosur y menos agenda bilateral, eso lo haría más fuerte.
–¿Ayuda la incorporación de Venezuela al bloque?
–Venezuela puede jugar un papel muy importante. Siendo una economía de un tamaño considerable puede ayudar a definir muchas cosas dentro del bloque. Siempre que haya una propuesta a la interna del bloque y que Venezuela también tenga una agenda Mercosur, porque si entra con una agenda que tampoco sea Mercosur podría incluso empeorar la situación.
–¿Se revisa el veto a la candidatura de Néstor Kirchner para la Unasur?
–Ni veto ni no veto. Es analizar las candidaturas que se presenten desde cero. Si existe la candidatura del ex presidente, la tenemos que evaluar. Hay temas que no son sólo institucionales, están arraigados en la opinión pública y eso hace que nuestra consideración deba ser cuidadosa. Cuando las analicemos tenemos que ver quiénes son los candidatos.
–En Honduras se perpetuó un golpe de Estado y un mandatario democrático ya no está en el poder. ¿Cree que fallaron los mecanismos de la región?
–El principal problema es que se constituya en un precedente. O sea, que exista un golpe de Estado de la naturaleza y forma que le quieran dar y que pueda servir como modelo para aplicar aquí o allá. Eso es algo que nadie quiere que pase en su país, imagínese en un gobierno que acabamos de empezar, menos aún. Por lo tanto, creemos que el blanqueo de ese golpe de Estado a través de una elección no es procedente y que se requiere una solución democrática para Honduras.
–¿Qué se pudo hacer que no se hizo o que falló?
–En el estado de situación actual, de nuestros esquemas de concertación o de integración, es prácticamente imposible haber hecho otra cosa. Cualquier mecanismo de coerción o intervención suena horrible en nuestro continente. No podemos resolver un problema con otro de similares características. Creo que más bien faltaron elementos a determinado nivel de madurez política, no de madurez política regional, sino de cómo se debe mirar a cada país en sí mismo y lo que se debe hacer para respetar sus instituciones como país. Para el caso Honduras fue más importante el tema Zelaya y no el respeto a las instituciones. De ahí arrancó todo mal. Los mecanismos de la OEA funcionaron como podían funcionar. Quizá debió haber hecho más, pero evitó que se congelara la situación de golpe y que se intentara una solución que fuera semidemocrática. El compromiso con la democracia en el continente parecía intocable en ese momento y de repente nos encontramos con esto. Tenemos que ser muy firmes y trabajar con los mecanismos que tenemos y a través de nuestras posiciones nacionales.
–¿Cómo imagina las relaciones con Cuba?
–Van a ser muy buenas y prioritarias para este gobierno. Y queremos estar al lado de Cuba estos próximos cinco años. Vamos a trabajar sobre la base de proyectos concretos y vamos a respetar la simbología que tiene Cuba para la izquierda latinoamericana.
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