EL MUNDO › FALTO DISCUSION POLITICA DURANTE LA CAMPAÑA PARA LAS REGIONALES FRANCESAS
Después de varias semanas de pronunciamientos discriminatorios, de cámaras escondidas que captaron frases irrespetuosas hacia los inmigrantes, llegaron los rumores sobre supuestas infidelidades de la pareja presidencial.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
En estos días de campaña electoral para las elecciones regionales del domingo (primera vuelta) encontrar a alguien que hable de política es una hazaña. En la Francia de la primera década del siglo XXI los análisis políticos, el debate franco sobre lo que está en juego y el pensamiento político parecen reservados a una elite amante de la literatura clásica. Rumores de subsuelo sobre supuestas infidelidades mutuas de la pareja presidencial, Nicolas Sarkozy y su esposa Carla Bruni, y una grosera avalancha de declaraciones racistas y discriminatorias hacia los extranjeros o a los franceses de origen extranjero han abierto una caja de Pandora que cada semana desplaza un poco más la discusión política al rango de los recuerdos. Favoritos de todos los sondeos, socialistas y ecologistas sólo esperan ver el alcance de la ola rosa y verde que anticipan los estudios de opinión, mientras que la derecha gobernante se desgarra y se resigna a una derrota inevitable.
Después de varias semanas de pronunciamientos discriminatorios, de cámaras escondidas que captaron frases irrespetuosas, de polémicas sobre los orígenes étnicos y religiosos de unos y otros que abarcaron a todas las corrientes políticas y de señalamientos raciales en la televisión por parte de periodistas de moda, un mensaje en Twitter sobre la vida privada del presidente terminó de retratar la frivolidad reinante. El rumor surgido en las redes sugiere que Nicolas Sarkozy y Carla Bruni no viven en común. La información, retomada por un blog publicado en el diario popular Le Journal du Dimanche, sostiene que la Bruni tiene una relación extrapresidencial con el cantante Benjamin Biolay, el ex marido de la actriz Chiara Mastroianni y asociado en un tema del último disco de Carla Bruni-2008, Comme si de rien n’était. A su vez, según esa fuente, Sarkozy no se ha quedado solo y mantiene una relación con la bella secretaria de Estado de la Ecología, Chantal Jouanno, también ex campeona de karate. El chisme tejió idilios y viajes a Tailandia, una vida de amantes en departamentos privados y un sinfín de pequeñeces por el estilo. Carla Bruni se encargó de desmentir parte de la carga. En una entrevista que la esposa de Nicolas Sarkozy dio al canal británico Sky News, Carla Bruni aseguró que su relación matrimonial seguía siendo un “cuento de hadas” y opinó que “un matrimonio debería ser para siempre, pero quién sabe lo que puede ocurrir”.
Lo que sí se sabe es lo que ocurrirá el domingo en la primera vuelta de las regionales. Los sondeos ponen al Partido Socialista en posición de resucitado. Una encuesta publicada ayer por OpinionwayFiducial le otorga a las listas de izquierda el 49 por ciento de los votos contra el 31 por ciento de la derecha parlamentaria. Una región sirve de ejemplo para mostrar la estampida de los electores conservadores, I’Ile de France, la región más rica de Europa y donde además está París. Nicolas Sarkozy había preparado un dream team de cuatro mujeres con el objetivo de arrebatarles esta plaza de oro a los socialistas. Todo parecía ir bien hasta que el racismo electoralista metió sus garras y el edificio presidencial tambaleó. Los candidatos de la derecha local acusaron a un candidato socialista originario de Malí, Ali Soumaré, de ser “un delincuente multi reincidente experimentado”. La acusación era un vestido perfecto para alimentar el imaginario popular y de ciertos medios para quienes basta con ser de origen africano o árabe para ser ladrón. Pero no. Sus detractores confundieron a Soumaré con un homónimo. Ese incidente, que se inscribe perfectamente en el clima actual, marcó una inflexión en la progresión de la derecha en la región de París.
Hace unos días, Eric Zemmour, un periodista del diario Le Figaro, dijo en la televisión que “los franceses oriundos de la inmigración eran más controlados que los otros (por la policía) porque la mayoría de los traficantes eran negros o árabes”. Es un hecho. Antes de ayer, Gerard Longuet, jefe del grupo de senadores del partido presidencial, criticó la propuesta de Sarkozy de nombrar a un hijo de inmigrados argelinos, Malek Boutih, a la cabeza de la HALDE, la Alta Autoridad de la lucha contra las discriminaciones y por la igualdad. Longuet declaró en la televisión que “es mejor que sea el cuerpo francés tradicional” quien se encargue de ese puesto. Es decir, un blanco. Los socialistas también tienen sus historias con el “otro” luego de que un dirigente de peso descalificara al ex primer ministro Laurent Fabius porque era de origen judío. Hasta la extrema izquierda del NPA, Nuevo Partido Anticapitalista, tuvo roces internos porque una de sus candidatas musulmanas se presentó con un pañuelo que le cubre la cabeza. A su manera reincidente, más que las supuestas infidelidades de la pareja presidencial lo alarmante es la infidelidad colectiva de los responsables políticos a las raíces humanistas y abiertas de Francia.
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