EL MUNDO › MINUTOS ANTES DE CONVERTIRSE EN PRESIDENTE, UN NUEVO TERREMOTO SACUDIO A SU CASTIGADO PAIS
La réplica sísmica llegó mientras entraban los nuevos parlamentarios, los jefes de Estado y representantes de las naciones al Congreso en Valparaíso y miles de simpatizantes se despedían de la presidenta en Santiago.
› Por Christian Palma
Desde Santiago
Un día extraño. De esos difíciles de olvidar se vivió ayer en la tradicional ceremonia republicana de traspaso de mando presidencial en Chile. Las actividades comenzaron temprano en el Congreso Nacional en Valparaíso, el Palacio de Cerro Castillo, en Viña del Mar y La Moneda en Santiago.
Mientras en el puerto, donde se ubica el Poder Legislativo desde 1990, cuando regresó la democracia –pensado como una manera de descentralizar el país– llegaban los nuevos parlamentarios, los jefes de Estado y representantes de las naciones invitadas al evento, en la capital chilena cientos de adherentes de Michelle Bachelet se congregaban en la Plaza Constitución –en el frontis de la sede de gobierno– para despedir a la saliente mandataria. Con cánticos, lienzos, fotos, pañuelos blancos y pancartas no cesaron de cantar hasta que Bachelet salió a saludar desde una de las ventanas en una imagen que puso los pelos de punta a los asistentes y a la propia autoridad que desde ayer ya es una ciudadana más. Visiblemente emocionada, portando la banda presidencial tricolor que contrastaba coquetamente con su impecable traje azul, Bachelet agradeció a la multitud –mayoritariamente mujeres– que generosa respondió cantando el himno nacional. Más piel de gallina en los brazos y espaldas de muchos.
“Voy a salir por la puerta grande, triste por mi gente que sufre, pero satisfecha por la tarea lograda. Contenta porque esta Moneda no será sólo la casa de los presidentes, sino que también de las presidentas de Chile, lo que nos hace un mejor país, me voy orgullosa del país que somos”, dijo mientras numerosas niñas que portaban bandas presidenciales y mucha gente de la cultura, deporte y las letras se abalanzaban sobre ella para dar un último adiós en un gesto que más bien parecía un hasta luego.
Al salir de La Moneda, la locura. “Michelle, Michelle”, clamó la masa y ella observaba muda, pensando tal vez en el 2014, como rezaban diversos carteles desplegados por la gente.
Bajo los sones de la banda de Carabineros marchó hacia una tarima, trató de hablar pero los gritos de apoyo no la dejaban: “Bachelet, Bachelet, presidenta otra vez”, se escuchó más fuerte. Y cual estrella del rock se acercó a la multitud, la misma gente que la despidió con el 84 por ciento de aprobación en las últimas encuestas. Así, sin respeto por el protocolo, Bachelet dio paso a las lágrimas, los abrazos de dueñas de casa, jóvenes, niños, trabajadores y curiosos. Todos querían tocarla en una imagen nunca antes vista en la salida de un jefe de Estado y que refleja de mejor manera lo que los sociólogos llaman “fenómeno Bachelet”. Uno a uno también fueron saliendo de La Moneda los ministros y ministras de Estado, siendo muchos de ellos vitoreados, lo que humedeció los ojos de varios ex miembros del gabinete.
Y ahí estaba ella, la primera mandataria chilena electa en las urnas, sin miedo, repartiendo besos y apretones de mano a quien se lo pidiera. Sin acarreos de personas, como hacen otros políticos, sólo era gente que se trasladó espontáneamente a despedir a su presidenta. Lentamente, pasito a pasito, abrazo a abrazo, beso a beso, llegó al auto oficial que la trasladó rauda a Valparaíso.
Atrás quedaba también el conflicto del Transantiago en su debut en el cargo hace cuatro años, el paro de los estudiantes secundarios, la fuga de parlamentarios de la Concertación y la llegada de la derecha al poder, entre otros asuntos que junto al aumento de los beneficios de protección social, la estrechez de la brecha salarial y el buen manejo de la crisis económica, marcaron su gestión y que obliga a preguntarse si será candidata otra vez en cuatro años.
Pero la noticia estaba también en la costa. A esa hora, 10.20 de la mañana, en Cerro Castillo, los 22 ministros entrantes posaban para la foto oficial del nuevo gabinete al lado del presidente electo, Sebastián Piñera, que vestía traje oscuro y corbata azul. Tras la instantánea, todos exhibieron un lienzo con la frase que marcará su gestión: “Levantemos Chile”.
En tanto, a unos minutos de ahí, en el Congreso, el democratacristiano Jorge Pizarro juraba como nuevo presidente del Senado y se preparaba para recibir a la que se iba y al que llegaba.
Cuando todo estaba listo para la ceremonia, a las 11.39 horas, una fuerte réplica del terremoto del pasado 27 de febrero (7,2 en la escala de Richter, en la Región de O’Higgins en la zona central de Chile (ver aparte), recibió a las ilustres visitas.
A los minutos, una nueva réplica de similar magnitud azotó la zona, mientras los canales de televisión mostraban en vivo a Michelle Bachelet en el tradicional auto descapotado que traslada a los presidentes al Congreso antes de dejar el poder y a los asistentes que trataban de mantener la calma.
A las 12.05, Bachelet ingresó al salón de honor, siendo recibida con fuertes aplausos, mientras otro sismo de menor grado se sentía por tercera vez, y en paralelo la armada y la Oficina Nacional de Emergencia decretaban alerta de tsunami en gran parte de Chile.
Así, con la tierra moviéndose, a eso de las 12.15, Sebastián Piñera recibió la banda presidencial convirtiéndose oficialmente en el presidente número 38 de Chile. La extraña situación dio para comentarios de todo tipo, desde que los temblores eran provocados por la Concertación para moverle el piso hasta que la propia naturaleza no quiere un mandatario de derecha.
Así, con varios mandatarios visiblemente asustados, minutos más tarde la ex presidenta de Chile se retiró con su gabinete con más aplausos de fondo, en tanto los invitados acudían a Cerro Castillo a un almuerzo con el nuevo dignatario.
“Fue muy fuerte, muy fuerte”, señalaba el presidente de Ecuador, Rafael Correa. Susto también pasaron los mandatarios de Argentina, Cristina Fernández; de Paraguay, Fernando Lugo; de Bolivia, Evo Morales; y de Colombia, Alvaro Uribe, quien incluso fue fotografiado tratando de abandonar la sala. Todos ellos, al igual que el príncipe Felipe de Borbón, miraban el techo impávidos atentos a cualquier derrumbe.
En las cercanías, decenas de porteños subían a los cerros, eclipsando una jornada que la derecha esperó por 20 años y que pasó a segundo plano gracias a una nueva jugada de la naturaleza.
Al final, Piñera no leyó el discurso que tenía preparado y centró su alocución en el terremoto. Más tarde, acomodó su agenda y partió a Rancagua, ciudad cercana al epicentro, terminando el día en Constitución, una de las ciudades más afectadas por los sismos.
“En un día de tantas emociones, uno tiene sentimientos encontrados, una gran emoción, una gran felicidad. Recuerdo hoy día a mis padres que fueron los que me enseñaron desde la cuna el valor del servicio público, la vocación por el trabajo por los demás, pero también estoy muy consciente de que estamos viviendo un momento de mucha tragedia y de mucho dolor”, concluyó el mandatario que ni en su peor pesadilla soñó llegar así al poder.
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