EL MUNDO › EL PRESIDENTE DE BRASIL QUIERE MEDIAR ENTRE ISRAEL Y PALESTINA
› Por Darío Pignotti
Desde Brasilia
Una prueba de poder real. Cuando Luiz Inácio Lula da Silva aterrice hoy en Israel, cuyo gobierno acaba de redoblar el cerco sobre los palestinos, para una visita histórica, la primera de un presidente brasileño en ese país, estará sometiendo a prueba el tamaño de su liderazgo internacional.
En Tel Aviv y Jerusalén, Lula podrá constatar si su capacidad de influencia, incontestable en América del Sur, su zona de actuación natural, también logra incidir sobre el secular enfrentamiento entre israelíes y palestinos, que amenaza entrar en una nueva espiral atizada por halcones como el primer ministro Benjamin Netanyahu, del derechista partido Likud, que recibirá al líder brasileño el lunes, y el canciller Avigdor Lieberman, quien hace unos meses le recomendó a Brasil, sin expresarlo con todas las letras, que evite gastar su tiempo promoviendo diálogos en Medio Oriente.
El viaje de Lula demuestra que Brasil cuenta con credenciales para ocupar un sillón en las mesas donde se negocia la siempre improbable paz del Cercano Oriente, opinan en el Palacio Itamaraty, sede del Ministerio de Exteriores. “Siento que los actuales interlocutores del proceso de paz están un poco desgastados en la negociación, y me pregunto si no es necesario encontrar otros interlocutores”, declaró Lula.
Resta saber si Israel aprueba la tesis brasileña, que fuera bendecida el año pasado por Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina durante un viaje a Salvador de Bahía, en el encantador litoral del nordestino. “El presidente Lula viaja a Israel y a Palestina con la siguiente convicción, si un determinado camino es buscado reiteradamente y no hay solución, hay que buscar otro camino”, explicó Marco Aurelio García, asesor de Lula.
“Es necesario ampliar el espectro de negociadores en un conflicto que afecta a otras regiones con su efecto desestabilizador.” Con esas palabras García pareció insinuar lo que muchos ya saben en Brasilia: Lula quiere que el movimiento palestino Hamas sea escuchado en una eventual ronda de conversaciones para alcanzar la paz, una fórmula que de seguro chocará como contra un muro, cuando llegue a oídos de los israelíes.
Desde su llegada al Palacio del Planalto en 2003, Lula, secundado por su consejero internacional de hace 20 años, Marco Aurelio García, edificó una relación sólida con el mundo árabe: organizó la primera cumbre entre países sudamericanos y el mundo árabe en 2005, desafió la hostilidad de la prensa nativa y el lobby norteamericano viajando a Siria, cuando George W. Bush la incluyó en un curioso eje del mal que Barack Obama archivó, y prestó pronta ayuda a las víctimas de los bombarderos israelíes contra la Franja de Gaza en enero de 2009.
En contrapartida, los vínculos con Israel fueron distantes, a veces sacudidos por algunos encontronazos, como cuando Brasilia sugiere la eliminación total de arsenales nucleares en Medio Oriente, en directa alusión a las ojivas atómicas almacenadas en los arsenales israelíes.
Mañana, al abrir su agenda oficial en Tel Aviv y Jerusalén, Lula intentará establecer algún nivel de interlocución más próximo con el gobierno israelí, partiendo del diálogo iniciado en noviembre del año pasado, cuando recibió en Brasilia al presidente laborista Shimon Peres. También conversará con la jefa de la oposición Tzipi Livni, quien ha demostrado cierta apertura en sus encuentros con el canciller Celso Amorim.
Cada evento diplomático de gran porte, y ése es el caso del periplo que Lula hará por Israel, Palestina y Jordania, es precedido por un minué de gestos ensayados. Dos semanas antes de embarcar hacia Medio Oriente, Lula avisó a la secretaria de Estado norteamericana Hillary Clinton, partidaria de sanciones contra Irán, que continuará dialogando con Mahmud Ahmadinejad, a quien visitará en mayo. Y más: Lula reivindicó el derecho iraní a desarrollar tecnología nuclear. Ese recado para Washington seguramente fue anotado por los formuladores de políticas israelíes, quienes comprendieron que Lula no desistirá de su relación con Irán, hoy por hoy el principal enemigo de Tel Aviv.
Los dichos de Lula a Clinton permiten otra lectura. Brasil demanda para Irán lo que exige para sí, desarrollar una tecnología nuclear propia, que junto con el rearme de sus fuerzas armadas dotarán al gigante sudamericano de un apreciable poder real, o poder duro, como gustan decir los expertos en geopolítica.
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