EL MUNDO › LE PEN ANTICIPó QUE LOS HABíAN ENTERRADO “DEMASIADO PRONTO”
Los socialistas y los verdes, los dos grandes ganadores de las elecciones regionales del domingo, anunciaron y desmintieron en la misma noche su alianza para la segunda vuelta. El plazo vence hoy.
› Por Eduardo Febbro
Entre los que celebran la victoria –socialistas, ecologistas y Frente de Izquierda–, los que tienen los rasgos marcados por la resaca de la derrota –el partido presidencial UMP–, los que vuelven al ring como si la democracia fuera un pugilato –la extrema derecha– y las peripecias de las estrategias de cara a la segunda vuelta de las elecciones regionales del próximo domingo, la constelación política francesa ha recobrado sus vibraciones de alta intensidad. Los resultados de la primera vuelta, que consagraron la resurrección del Partido Socialista y significaron una categórica derrota para la derecha gobernante, abren una perspectiva triunfal para las listas ecologistas y socialistas, siempre y cuando ambos movimientos, PS y Europa Ecología, lleguen a acuerdo nacional para una unión de sus listas con vistas al 21 de marzo. El dispositivo parecía en marcha con rapidez. A principios de la noche, el diputado socialista Claude Bartolomé, brazo derecho de la primera secretaria del PS, Martine Aubry, anunció que “un acuerdo nacional” había intervenido entre los dos grupos para la segunda vuelta. Sin embargo, pocos minutos después, los verdes dieron vuelta el anuncio y aclararon que el acuerdo no había sido concluido.
La estructura eco-socialista es indispensable para tomar el control de la mayoría de las regiones francesas. PS y verdes tienen plazo hasta hoy para presentar las listas comunes. Pese a los regateos de última hora, nadie apuesta por una ruptura del bloque, tanto más cuanto que la unión de las listas permitiría a la izquierda controlar la casi totalidad de las 26 regiones en disputa. El partido de Nicolas Sarkozy, la UMP, apuesta por una variable incierta como antídoto contra la derrota absoluta: la movilización de los abstencionistas. Estas elecciones regionales fueron una de las menos concurridas de la historia, con una asistencia del 53 por ciento, y 6 por ciento de abstención. François Fillon, el primer ministro, reiteró ayer que el abultado ejército de abstencionistas no autorizaba adelantarse a la derrota porque la movilización del electorado podía cambiar el rumbo trazado el domingo pasado. La UMP salió mal parada de las urnas. De primer partido de Francia pasó a ser el segundo, con el 26,4 por ciento de los votos contra cerca del 30 por ciento de los socialistas. El partido presidencial es la primera fuerza política en nueves regiones, entre ellas Ile de France, donde está París, pero su caudal está comprometido por la alianza entre los ecologistas, los socialistas y el Frente de Izquierda.
Los conservadores están también amenazados por la variable de la extrema derecha del Frente Nacional. El partido de Jean-Marie Le Pen desmintió los pronósticos de los sondeos y salió reforzado de la consulta regional con 11,6 por ciento de los votos. En términos reales, ello significa que la ultraderecha será decisiva en doce regiones del país donde sus listas se mantendrán y provocarán con ello una elección triangular: PS-UMP-FN. Las lecciones del pasado muestran que allí donde el FN deja sus listas la derecha tradicional no pasa. Con más de dos millones de votos, la ultraderecha les cerró la boca a los sondeos y a la mayoría de los analistas que la habían enterrado. Sin electores, sin plata, agotada, vaciada, todos habían pintado a la extrema derecha como un partido terminado. “Nos han enterrado demasiado pronto”, dijo ayer Jean-Marie Le Pen. Sin lugar a dudas, junto con la abstención, el ascenso del Frente Nacional es uno de los temas más polémicos. Analistas y responsables políticos apuntan hacia el gobierno. Daniel Cohn-Bendit, uno de los líderes ecologistas, responsabilizó directamente al Ejecutivo: “El Frente Nacional le tiene que dar las gracias al ministro de Inmigración, Eric Besson, y a su debate sobre la identidad nacional: éste es el resultado”. El debate mediante el cual había que responder a la pregunta “¿qué es ser francés?” se convirtió en uno de los temas más controvertidos. Rápidamente, la idea de Eric Besson cayó en una ardiente discusión sobre el Islam en Francia. Intervinieron intelectuales, asociaciones y políticos para pedir que el debate fuera bajado del escenario. Al final, el primer ministro francés lo desactivó con elegancia, es decir, sin que se adoptara nada concreto. Quedó, no obstante, la hipótesis según la cual al haber penetrado en los temas de la extrema derecha el gobierno abrió el camino a su redención. Anoche, todos estaban con la ansiedad puesta en la segunda vuelta y en la reacción del presidente. Nicolas Sarkozy asimiló la derrota y, según varios de sus allegados, insistió en que no se cambiaría de rumbo. Citado por el diario conservador Le Figaro, uno de sus colaboradores declaró que las elecciones regionales “no deben imponer una secuencia política al presidente”. Sin embargo, la consulta regional activó una secuencia que estaba dormida: el respaldo obtenido por la izquierda socialista, la izquierda disidente –cerca del 7 por ciento– y los ecologistas –12, 18 por ciento– ha puesto en marcha un polo de oposición nutrido con la legitimidad de las urnas. Como el amor, que es público y secreto, el voto democrático cambia los destinos colectivos.
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