EL MUNDO › MAñANA SE VOTA EL DISCUTIDO PAQUETE DE REFORMA DE LA SALUD
Suspendiendo viajes al exterior, el presidente de EE.UU. les subió la presión a los demócratas vacilantes para pasar la nueva ley. Los republicanos juraron un “no pasarán” y hasta pueden tener los votos.
› Por Rupert Cornwell *
Desde Washington
La Cámara de Representantes de Estados Unidos está lista para un voto histórico, que mañana podría convertir en ley el mayor cambio del sistema de salud del país en medio siglo y transformar la presidencia de Barack Obama. Si es aprobada, el paquete de 940 mil millones de dólares –el punto cúlmine de una batalla que ha consumido a los políticos estadounidenses durante nueve meses– podría extender el seguro de salud a 32 millones de estadounidenses más, llegando al 95 por ciento de la población. Impondría nuevos impuestos a los ricos y a los que tienen planes de salud de primera línea, y nuevas reglas a la industria del seguro.
Según el proyecto, la mayoría de los que ahora no tienen cobertura estarán obligados a comprar un seguro, los de menor poder adquisitivo con la ayuda de subsidios federales. A cambio de tanto cliente extra, las compañías de seguros médicos verán prohibidas la mayoría de sus prácticas más controvertidas, como negarles cobertura a los que tienen condiciones preexistentes o retirarles arbitrariamente la cobertura a los pacientes.
La batalla continuó hasta el último momento. Con los republicanos unánimamente opuestos a la medida, el destino de la legislación está en manos de dos docenas de demócratas indecisos. Aunque los líderes demócratas afirmaron que la balanza se inclinaba a su favor, hasta anoche les faltaba para los 216 votos necesarios para una mayoría y la aprobación del proyecto de ley.
Ayer, el presidente Obama, sin saco y con las mangas de la camisa arremangadas, emitió un último y apasionado llamado para la reforma de salud en la Universidad George Mason en los suburbios de Virginia. “Durante un siglo, los presidentes desde Teddy Roosevelt en adelante trataron de proveer cobertura para todos”, dijo Obama. “Ahora estamos en un punto en el que vamos a hacer algo histórico este fin de semana.” El debate era sobre “el carácter de nuestro país”.
Obama continuó: “Estamos hablando de una reforma de sentido común. Si este proyecto de ley fracasa, la industria del seguro seguirá haciendo lo que quiera, sin control. ¿Vamos a dejar que los intereses personales ganen? ¿O vamos a convertir esto en una victoria para el pueblo estadounidense?”.
Son tantos los intereses en juego que Obama canceló un viaje largamente planeado a Indonesia y Australia, que debía comenzar mañana. En cambio estuvo haciendo lobby personalmente con los demócratas indecisos, invitando a algunos legisladores a su Oficina Oval para sesiones de 15 minutos, para motivarlos y tratar de ganarlos para la reforma.
Los republicanos se oponen total y categóricamente. “Haremos todo lo que esté en nuestro poder para asegurarnos de que este proyecto de ley nunca, nunca, nunca, sea aprobado”, dijo John Boehner, el líder republicano de la minoría en la Cámara. El y sus colegas estuvieron planeando trampas de procedimiento hasta el último momento para que la medida naufragara.
Bajo el tortuoso proceso legislativo al que estuvieron sometidos los demócratas por la pérdida de su banca número 60 en el Senado (cuando los republicanos capturaron la de Edward Kennedy en Ma-ssachusetts), la Cámara debe aprobar en su totalidad el proyecto de ley ya aprobado por el Senado en diciembre. Esa medida luego pasará a Obama para su firma.
Pero en realidad, mañana la Cámara no estará votando explícitamente el proyecto de ley del Senado. En cambio –en una maniobra que enfurece a los republicanos– será “considerado aprobado” si la Cámara vota aprobar un paquete de otros cambios que serán enviados al Senado. Estos están destinados a encontrarse con otras objeciones de la Cámara a las medidas originales del Senado. Pero serán presentadas como cambios relacionados con el presupuesto que caen en unas llamadas reglas de “reconciliación” que necesitan una mayoría simple de 51 votos, no 60. Si se aprueba en el Senado, este proyecto de ley de reconciliación también será enviado a Obama para su firma.
De todas formas, los demócratas todavía necesitan votos y la presión sobre los indecisos se intensificaba a medida que transcurría el viernes. Por un estimado de ayer a la tarde, los votos seguros del “No” totalizaban 266: todos los 178 republicanos y 28 demócratas. Todo dependía en 20 o 30 demócratas de la Cámara que todavía estaban oficialmente indecisos. Sus dudas iban desde las objeciones de los conservadores sobre el aborto en temas sociales en la versión del Senado, que ellos dicen podría permitir que el gobierno apoyara la cobertura para la terminación de un embarazo, hasta quejas de que el proyecto de ley cuesta demasiado cuando el país se enfrenta a un billón de dólares de déficit. Algunos demócratas vulnerables simplemente temen que un voto afirmativo les cueste su banca en las elecciones legislativas de noviembre.
Pero los temores a una eventual legalización del aborto han sido aplacados en parte por el apoyo de las monjas católicas y otras órdenes religiosas al proyecto de ley en general, y un estímulo todavía mayor vino de los estimados de la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO, según sus siglas en inglés). La CBO considera que la medida costará 940 mil millones de dólares a lo largo de diez años. Pero reducirá el déficit presupuestario en 138 mil millones durante ese período, y en 1,2 billón en la década posterior.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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