EL MUNDO › CIEN MIL PERSONAS EN EL HOMENAJE EN VARSOVIA
En una emotiva ceremonia despidieron los cuerpos del presidente Lech Kaczynski, su mujer, María, y las otras 95 víctimas que dejó el accidente aéreo del sábado pasado.
Polonia despidió ayer a su presidente y a las otras 95 víctimas que dejó el accidente del sábado pasado. Bajo un sol radiante y un cielo azul, más de cien mil personas se concentraron en una de las plazas más importantes de Varsovia para homenajearlos. Sirenas y las campanas de las iglesias sonaron en todo el país exactamente a las 8.56 (hora local), la misma hora en la que el avión presidencial se estrelló en medio de la niebla y las advertencias de los controladores rusos, en las afueras del bosque Katyn, donde hace 70 años las fuerzas soviéticas fusilaron a 22 mil oficiales polacos.
Mientras la multitud terminaba de reunirse en la plaza, a unos pasos de allí, en la Catedral, la gente seguía haciendo cola para saludar por última vez a la pareja presidencial. Desde el martes, más de 180 mil polacos se despidieron de los cuerpos de Lech Kaczynski y su mujer, María. Hoy serán trasladados a la antigua capital del país, Cracovia, para el entierro. Será una ceremonia más pequeña: familia y dignatarios extranjeros. El presidente estadounidense Barack Obama, la canciller alemana Angela Merkel, los reyes españoles y el príncipe Carlos, entre otros, ya adelantaron que no podrán viajar por la nube de cenizas que cubre parte de Europa y mantiene cerrados los aeropuertos de la región.
El gobierno polaco anunció que mantendrá abierto el aeropuerto del país sólo para aviones oficiales, pero lo más probable es que las cancelaciones se acumulen con el pasar de las horas. El primer ministro polaco Donald Tusk quería retrasar el entierro, pero la familia de Kaczynski pidió que se continuara con las ceremonias como estaba programado. Por eso, para honrar sus deseos, ayer comenzaron las ceremonias.
El lugar elegido fue la plaza Pilsudski, un sitio con valor simbólico para el país. Allí el papa Juan Pablo II, de origen polaco, dio un discurso histórico en 1979. Llamó a sus compatriotas a que resistieran contra el régimen comunista y se animaran a soñar con otro tipo de nación, otro tipo de mundo. Allí también, miles de polacos lloraron la muerte del sacerdote Jerzy Popieluszko, brutalmente asesinado por los servicios secretos soviéticos.
Ayer, junto al lugar donde una cruz recuerda al mártir canonizado, se levantó un altar en memoria de los muertos en el accidente aéreo del sábado pasado. La hija huérfana del matrimonio presidencial y el hermano gemelo del mandatario, Jaroslaw Kaczynski, tomaron asiento frente al escenario. Delante de ellos, en el fondo del escenario, las fotografías de las víctimas colgaban una al lado de la otra sobre un lienzo negro.
En primera fila también estaban los familiares de las otras víctimas, miembros del gobierno, asesores y personas relacionadas con el presidente. Ninguno habló. No podían, estaban abatidos por el llanto o paralizados de dolor. El único familiar que no estaba presente era la madre del difunto presidente. La mujer, de 84 años, Jadwiga Kaczynska, lleva semanas internada en un hospital. Según los medios, aún no sabe de la muerte de su hijo.
El resto del gobierno que no viajaba en el avión también estaba ayer sentado en las primeras filas. “¡Semejantes cosas no ocurren jamás, son imposibles!”, exclamó, indignado, el primer ministro, un dirigente políticamente opuesto a los hermanos Kaczynski. “Es la mayor tragedia en la historia de Polonia desde la Segunda Guerra Mundial”, agregó Tusk. Las vueltas del destino hicieron que el presidente y parte del gobierno murieran justo cuando viajaban a la conmemoración de la última gran tragedia polaca, la masacre de Katyn.
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