EL MUNDO › OPINIóN
› Por Walter Mignolo *
El presidente de Bolivia convocó a una conferencia mundial sobre cambio climático y los derechos de la Madre Tierra. La convocatoria fue una respuesta al fracaso de la Convención para el Cambio Climático de la ONU. La reunión de Copenhague no sólo agregó un fracaso más a la larga lista desde el Protocolo de Kioto sino que puso en evidencia una verdad soslayada: las soluciones al cambio climático no pueden provenir ni ocurrir en el mismo marco de pensamiento y filosofía de la vida que los ha creado. La verdad última es que así como capitalismo y democracia son incompatibles (porque capitalismo es competencia que promueve la desigualdad, y democracia es colaboración que promueve la convivencia en igualdad), el capitalismo es incompatible con la no explotación de la naturaleza (porque el capitalismo requiere recursos naturales y promueve una filosofía de vida en que la naturaleza es algo exterior a nosotros para ser dominada y explotada). Las soluciones que se proponen desde el capitalismo son soluciones que prolongan la muerte.
La reunión convocada por Evo Morales no fue una reunión más, o una “protesta” desde los países emergentes o subdesarrollados, sino un momento radical en el cual el vuelco en la geografía de la racionalidad es no sólo impostergable sino imparable. Los andinos del siglo XVI (quechuas y aymaras, fundamentalmente), que experimentaron la invasión hispánica y el desmantelamiento de sus formas de vida, llamaron Pachakuti a esa experiencia. El significado de Pachakuti es complejo y múltiple. Para lo que aquí interesa, valga decir que significa “vuelco, trastrocamiento del orden temporal y espacial”, con todas las consecuencias existenciales que eso implica.
La incorporación en la Constitución ecuatoriana de dos principios fundamentales provenientes del pensamiento indígena, “derechos de la naturaleza” y Sumak Kawsay, es un puntal de este vuelco epistémico y político de la racionalidad. Está relacionado con una iniciativa de larga data que en Ecuador culminó en la creación de Amaway Wasi (una institución de educación superior para “aprender en la sabiduría y el buen vivir”). La concepción filosófica de Amaway Wasi sitúa en el centro del módulo de aprendizaje a la re-generación de la vida (en lugar del reciclaje, que es la buena conciencia de la paulatina muerte de “la naturaleza”) y la sabiduría para el buen vivir (en lugar del conocimiento para controlar y dominar). La expresión “derechos de la naturaleza” recorre la mitad del camino. Es importante dar este paso y asignar derechos a la naturaleza, derechos que la naturaleza no pide por ella misma. Así, en realidad, lo que estamos haciendo es “pedir nuestro derecho a la vida”, puesto que somos naturaleza y, por lo tanto, la muerte de la naturaleza implica nuestra muerte. La expresión, importante en la Constitución ecuatoriana, debe ser corregida en dos direcciones. La primera es tomar conciencia de que los derechos de la naturaleza son los derechos de la vida y de nuestra vida. Y la segunda es que, cuando la filosofía occidental tradujo Pachamama al concepto occidental de “naturaleza” y lo universalizó, firmó la sentencia de nuestra muerte como especie humana. Concebir la naturaleza como un ente exterior a nosotros para ser dominado, implica una filosofía donde la vida es desechable y reemplazable por el placer de la producción industrial de mercancías. En esta filosofía es necesario el reciclaje. En la que propone Evo Morales, la regeneración.
Sumak Kawsay se ha convertido en el tema central de los debates andinos en los últimos meses y ha trascendido a la esfera internacional. Proliferan los intelectuales indígenas y no indígenas debatiendo el tema. Significa, en quechua, “buen vivir” y se distingue del American Way of Life, que significa “vivir mejor” (a costa, por cierto, de quien vive peor). Es equivalente a la expresión Ho en mandarín, “vivir en armonía”. Mientras en China Ho es parte de la creatividad necesaria para desplazar al liberalismo y al marxismo, descentralizando el control occidental de la economía, Sumak Kawsay da un paso más: no sólo cuestiona los principios éticos y políticos sobre los que se asienta el capitalismo y su propensión a la muerte (la necesidad económica de la guerra y la necesidad de la guerra contra la naturaleza) sino que ofrece principios fundamentales para la creación futura de organizaciones comunales (equivalentes a las sociedades estatales inventadas por Occidente). Ho, en China, formula un desarrollo alternativo. En los Andes, Sumak Kawsay exige una alternativa al desarrollo. He aquí el vuelco de la razón, el Pachakuti del siglo XXI, la regeneración que desplaza la buena conciencia capitalista del reciclaje.
* Director del Centro de Estudios Globales y Humanidades de la Universidad de Duke (EE.UU.).
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