EL MUNDO › ELECCIONES PARLAMENTARIAS EN GRAN BRETAñA MAñANA
El impopular primer ministro laborista Gordon Brown se juega su supervivencia política en los comicios generales de mañana, que parece condenado a perder incluso con un sistema que lo aventaja claramente, sobre todo desde su estrepitosa metedura de pata con una votante.
El micrófono indiscreto que le pilló llamando “sectaria” a una pensionista con la que acababa de mantener una breve conversación supuso un duro golpe para Brown, que ya aparecía como el gran perdedor de una campaña dominada por los inéditos debates televisivos ante sus dos mucho más jóvenes y mediáticos rivales, el conservador David Cameron y el ascendente Nick Clegg.
El patinazo volvió a poner en el centro de la campaña su aparente mal carácter, revelado en un libro publicado en febrero por un respetado comentarista político, que lo acusó de despotismo hacia sus colaboradores. Esto, sumado a los problemas económicos de Gran Bretaña tras la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial, varios escándalos que salpicaron al laborismo en los últimos meses y golpes fallidos contra su liderazgo, deberían costarle el cargo que heredó de Tony Blair, sin pasar por las urnas, en 2007.
Matemáticamente, sin embargo, la corta distancia que separa a los laboristas de los favoritos conservadores en los sondeos de intención de voto y un recorte electoral que lo aventaja claramente le permiten todavía esperar un milagro, aunque incluso en ese caso nadie puede asegurar que mantendrá el cargo. Considerado un brillante intelectual, este escocés reservado y taciturno de 59 años nació en el laborismo. Su padre, un pastor presbiteriano, le inculcó desde pequeño los principios de la justicia social.
“Aburrido pero muy inteligente”, según su propio hermano, Gordon Brown ingresó con sólo 16 años en la Universidad de Edimburgo, donde se doctoró en Historia mientras se formaba políticamente como líder estudiantil.
Fue en esa época cuando sufrió un desprendimiento de retina jugando al rugby, que le hizo perder la visión en el ojo izquierdo. Tras trabajar brevemente como periodista y profesor, decidió consagrarse de lleno a la política en 1983, año en que fue elegido diputado. Su compañero de despacho era otro debutante, Tony Blair, con quien trabó amistad rápidamente.
Pero la relación entre los artífices del Nuevo Laborismo se convirtió en creciente rivalidad tras la muerte del líder del partido, John Smith, en 1994. Tras años de rumores, Brown admitió recientemente que pactó entonces con Blair que éste asumiría el liderazgo mientras él seguía al frente de las Finanzas y luego cedería el puesto. Pero el “Canciller de Hierro” tuvo que esperar 13 años y tres elecciones ganadas por los laboristas para suceder al carismático Blair, debilitado por presiones internas y la polémica participación británica en la guerra de Irak.
Entretanto, este adicto al trabajo que apuntaba maneras de solterón se casó en 2000 con la ex relaciones públicas Sarah Macaulay. La pareja tiene dos hijos varones. Su primogénita, Jennifer, falleció en 2002, días después de nacer. Tras su instalación en Downing Street en junio de 2007, Brown sólo conoció un efímero estado de gracia. En otoño fue acusado de cobardía por no haber querido convocar elecciones anticipadas.
Un año después, la crisis le permitió sacar sus galones de gestor de la economía y hasta llegó a ser percibido como el “salvador del sistema financiero” por su liderazgo en el G-20, pero también hizo caer su popularidad a niveles record.
Pase lo que pase mañana, hará historia, porque si no consigue un cuarto mandato inédito para el laborismo se convertirá en uno de los premiers más fugaces del Reino Unido.
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