EL MUNDO › OPINIóN
› Por J. Patrice McSherry *
Un documento del Departamento de Estado recientemente descubierto demuestra que Henry Kissinger, secretario de Estado y consejero de Seguridad Nacional del presidente Gerald Ford en 1976, dio por terminada una iniciativa que el Departamento de Estado se proponía llevar a cabo para hacer la prevención a los Estados miembros de la red Cóndor de que no realizaran asesinatos en sus operaciones contrainsurgentes encubiertas. Poco tiempo después de que Kissinger (foto) suspendiera la iniciativa, fueron asesinados en Washington DC, mediante un coche bomba, el ex ministro Orlando Letelier de Chile y Ronni Moffitt, su colega estadounidense.
La nueva evidencia sobre el papel directo de Kissinger para detener la iniciativa de prevención ha provocado algún interés en los medios de comunicación estadounidenses. La mayoría de los artículos de prensa, sin embargo, ha subestimado el involucramiento de Kissinger en la Operación Cóndor y la profundidad de su conocimiento previo de la alianza represiva que ésta constituía. Además, los artículos de prensa han carecido de un sentido de contexto histórico, principalmente acerca de la estrategia de contrainsurgencia hemisférica de Wa-shington en función de la Guerra Fría y la formación de una alianza continental antisubversiva que se originó a finales de los años ’50.
Varios relatos en los medios de comunicación estadounidenses dieron la información de que Kissinger y la CIA se habían enterado de Cóndor en 1976. Existe evidencia documental, no obstante, de que Kissinger tenía suficiente conocimiento del prototipo de Cóndor, si bien todavía sin nombre, a finales de 1973 o principios de 1974. Por ejemplo, el Washington Post dio la información, en 1979, de que en 1974 la CIA había informado a Kissinger que la DINA, la central de inteligencia chilena tipo Gestapo que fue miembro clave del sistema Cóndor en formación, y sus aliados latinoamericanos buscaban establecer un centro de operaciones encubiertas en Miami, con el objetivo de vincularse con la comunidad anticomunista cubana en el exilio. Algunos funcionarios del Departamento de Estado propusieron al entonces secretario de Estado Kissinger que los Estados Unidos enviaran una protesta formal y directa a los gobiernos involucrados. Sin embargo, Kissinger rechazó esa opción. En vez de hacerlo, la CIA envió un mensaje secreto a la DINA, mediante los canales de inteligencia, en el cual, si bien desaprobaba la idea, no tomaba ninguna acción adicional para disuadir acerca de la continuación del sistema Cóndor en desarrollo.
Aun más, la CIA desempeñó un papel clave en la formación del Cóndor, mediante el suministro de fondos, conexiones y conocimientos técnicos a la DINA y a los cuerpos de inteligencia de los países vecinos que constituyeron el núcleo del Cóndor. Las fuerzas estadounidenses contaron con amplia información de algunas operaciones clave del Cóndor antes del mes de agosto de 1976 y personal estadounidense colaboró con algunas de ellas, como en el caso ocurrido en 1975 del secuestro del chileno Jorge Isaac Fuentes Alarcón en el Paraguay y su tortura y “entrega”, es decir, su traslado secreto a su país de origen, en donde desapareció finalmente.
Un informe de la CIA de septiembre de 2000, elaborado por mandato del Congreso, proporcionó la confirmación del funcionamiento del sistema transnacional Cóndor antes de su reunión oficial de constitución en 1975. El informe de la CIA declaraba: “Dentro del primer año transcurrido después del golpe (es decir, entre septiembre de 1973, fecha del golpe en Chile, y agosto de 1974), la CIA y otros organismos del gobierno de los Estados Unidos sabían de la cooperación bilateral entre los servicios de inteligencia de la región para dar seguimiento a las actividades de opositores políticos y, al menos en algunos casos, matarlos. Este esquema fue el precursor de la Operación Cóndor, un mecanismo para compartir inteligencia entre Chile, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay que se estableció en 1975”. En este informe, la CIA también reveló que Manuel Contreras, quien se autodenominaba Cóndor Uno, había sido un “recurso” de la CIA entre 1974 y 1977.
De hecho, unidades de Cóndor funcionaban desde la más importante base militar estadounidense en Panamá, en donde se les dio acceso al sistema de telecomunicaciones continental ahí instalado. Un general paraguayo mencionó en 1978 al entonces embajador Robert White que agentes de Cóndor habían estado utilizando en dicha base “un sistema cifrado dentro de la red de telecomunicaciones de los Estados Unidos”, que cubría a toda América latina, para “coordinar información de inteligencia”.
La iniciativa de prevención original, de agosto de 1976, firmada por Kissinger el 23 de ese mes, iba dirigida a los embajadores estadounidenses en seis Estados de Cóndor: Argentina, Uruguay, Chile, Bolivia, Brasil y Paraguay. El memorando instruía a los embajadores que hicieran hincapié de parte del gobierno de los Estados Unidos en el “reconocimiento de las reales preocupaciones y amenazas a la seguridad de los gobiernos anfitriones”, así como trasladar la comprensión de los Estados Unidos de que era “útil” la coordinación oficial de inteligencia y acciones antisubversivas. El memorando declaraba, no obstante, que los planes de asesinato tenían “las más graves consecuencias”.
En Uruguay, el embajador estadounidense Ernest Siracusa se resistió a entregar la prevención, con el argumento de que su vida estaría amenazada si, como se le instruía, llevaba el asunto de los asesinatos de Cóndor al general Julio Vadora y al ministro de Relaciones Exteriores Juan Carlos Blanco. El subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental, Harry Shlaudeman, comunicó las reservas de Siracusa a Kissinger y agregó que la CIA dudaba de que Siracusa estaría en peligro; por su parte, propuso varios cursos de acción. Fue ante este cable que Kissinger respondió, indicándole a Shlaudeman que “no tomaran más acciones” con respecto a la iniciativa de prevención a los comandantes de Cóndor.
No fue ésta la primera vez que Kissinger se negara a condenar a los Estados de Cóndor por sus sangrientas campañas antisubversivas. Al contrario, en el período en que miles de simpatizantes de Allende eran torturados y asesinados en Chile, Kissinger se encontró personalmente con Pinochet en junio de 1976 y le dijo: “Como Ud. sabe, tenemos simpatía en los Estados Unidos con lo que está tratando de hacer aquí. Pienso que el gobierno anterior iba en dirección al comunismo. Deseamos lo mejor para su gobierno... No estamos acá para debilitar su posición”. También dio Kissinger luz verde a la junta argentina en junio de 1976. Robert Hill, embajador de los Estados Unidos en Buenos Aires, reveló en 1987 que Kissinger había dado luz verde, de manera específica, a la represión desatada por los generales argentinos.
Esa acusación fue confirmada con base en documentos desclasificados que fueron liberados en 2003 y 2004. Con fecha 10 de junio de 1976, Kissinger se había reunido con el almirante argentino César Guzzetti, el ministro de Relaciones Exteriores de la junta, y le había manifestado que “queremos que tengan éxito”. Posteriormente, Guzzetti dijo al embajador Hill que Kissinger había “entendido” la situación de la junta y había ofrecido el apoyo de los Estados Unidos. A los argentinos que participaron en la Asamblea General de la OEA les preocupaba que los Estados Unidos pudieran criticar la guerra sucia de la junta, especialmente en virtud de que los exiliados prominentes Michelini, Gutiérrez Ruiz y Torres habían sido asesinados en Buenos Aires en las semanas previas y que ocurrían a diario múltiples “desapariciones” y muertes. No obstante, Kissinger no puso énfasis en la represión estatal y las violaciones de los derechos humanos en Argentina, sino, más bien, en la importancia de eliminar rápidamente la “subversión”. De ahí en adelante, Guzzetti rechazó de plano las protestas de la embajada estadounidense en relación con las desapariciones y masacres en Argentina, destacando que funcionarios de la rama ejecutiva en Washington habían sancionado las políticas de la junta. Tales mensajes emitidos por funcionarios estadounidenses del más alto nivel dejaban en claro el apoyo de los Estados Unidos a los regímenes de Cóndor para la destrucción de la democracia y la cruel represión en nombre del anticomunismo.
Kissinger, importante personaje en la formulación de las políticas de los Estados Unidos en los años ’70, tenía la determinación de impedir y revertir los movimientos izquierdistas y revolucionarios en América latina. Jugó un papel esencial para sabotear a Salvador Allende en Chile y, personalmente, estuvo involucrado en la aprobación y conducción de operaciones encubiertas. Kissinger sigue ejerciendo poder en Wa-shington, pese al hecho de que fue requerido para ser interrogado sobre la Operación Cóndor en varios países. Si bien es cierto que se sabe mucho ya en América latina y el mundo sobre su papel durante la Guerra Fría, es indudable que hay mucho que está todavía oculto, así como que la población de los Estados Unidos, en general, sigue estando poco informada sobre el mismo.
* Profesora de Ciencias Políticas en la Long Island University, de Nueva York, autora de Los Estados Depredadores: La Operación Cóndor y la Guerra Encubierta en América Latina.
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