EL MUNDO › TENSION EN LA RELACION BILATERAL ENTRE LAS DOS POTENCIAS AMERICANAS
Está claro que a Obama y Clinton no les cayó muy en gracia que Lula se saliera de su órbita de influencia geográfica y pactara con el régimen de los ayatolás, al que ellos ubican en lo más alto de su lista de enemigos.
› Por Darío Pignotti
Desde Brasilia
Ya nadie espera a Obama en Brasil. Tres meses atrás, cuando Hillary Clinton visitaba Brasilia, dos fuentes del gobierno, una de presidencia y otra de la Cancillería, dijeron a Página/12 que ese viaje “podría ser” la antesala del desembarque de Barack Obama en el primer semestre de este año. Después del reciente duelo retórico entre el Palacio del Planalto y la Casa Blanca respecto de la crisis iraní, agrietando aún más las relaciones bilaterales, es improbable, por decir lo menos, que el líder norteamericano aterrice por estas tierras hasta fines de junio.
Habrá quien explique, y con parte de razón, que la ausencia de Obama expresaría su descontento por el reciente viaje de Lula a Irán, donde el 17 de mayo firmó junto a Mahmud Ahmadinejad y el premier turco Recep Tayyip Erdogan la Carta de Teherán, por la cual la república islámica se comprometió a entregar 1200 kg de uranio enriquecido al 3,5 por ciento y aguardar hasta un año para recibir 120 kg de mineral procesado al 20 por ciento.
Es claro que a Obama y Clinton no les cayó muy en gracia que Lula se saliera de su órbita de influencia geográfica y pacte con el régimen de los ayatolás, al que ellos ubican en lo más alto de su lista de enemigos.
“Le hemos dicho al presidente Lula que hacer que Irán gane tiempo hace que el mundo sea más peligroso... (tenemos) discrepancias muy serias”, sostuvo la canciller el jueves, una declaración que atizó el ya intenso cruce de imputaciones.
Hasta hace una semana, Washington se limitaba a poner en duda la eficacia de Lula para persuadir a Irán. Ahora, cuando ese argumento perdió sustento, le imputa ser complaciente con el régimen de los ayatolás mientras éstos avanzarían hacia la fabricación de la bomba, una hipótesis que, por cierto, Brasil no descarta.
La metralla de Clinton no cayó en saco roto. “Mi experiencia como líder sindical me enseñó que las posiciones inflexibles sólo ayudan a la confrontación y alejan la posibilidad de soluciones de paz... para un conflicto que amenaza mucho más que la estabilidad de una región”, contraatacó el ex tornero Lula. Lo hizo durante el Foro Alianza de las Civilizaciones celebrado el viernes en Río, junto a los presidentes Cristina Fernández, Evo Morales y el premier turco Erdogan.
Pero el previsible cambio en la agenda que postergará o anulará la visita de Obama a Brasil y los estiletazos de su ministra responden, más que al acuerdo rubricado en la Carta de Teherán, a otra misiva redactada por el propio gobernante estadounidense y dirigida a Lula el 20 de abril, un mes antes de su viaje a Irán.
La divulgación del texto, seguramente filtrado por alguna fuente brasileña, dejó en paños menores las tesis del Departamento de Estado, pues en éste se lee cómo Obama le solicitó a Lula que persuada a Ahmadinejad de depositar uranio y que sea almacenado en Turquía, país que además de ser miembro de la OTAN cede bases a las fuerzas armadas norteamericanas.
Esto es: si Irán cumple lo firmado con Lula, algo que está por verse, Estados Unidos no tendrá motivos para exigir sanciones en el Consejo de Seguridad de la ONU. De ese modo la carta, cuya existencia fue confirmada por el propio Lula, desplazó del centro del ring, al menos provisoriamente, el debate sobre las medidas contra Irán en la ONU y robusteció la tesis a favor de negociaciones, que sigue sumando adhesiones.
El viernes el secretario de la ONU, Ban ki-Moon, y el canciller español, Miguel Angel Moratinos, dieron un espaldarazo moderado a la vía del diálogo durante su paso por la cumbre de Río.
Son apoyos valiosos para Brasil, que posiblemente los invocará al negociar con México, país al que Lula ya envió una carta, y que al asumir esta semana la presidencia rotativa del Consejo de Seguridad de la ONU, será quien defina si es incluido, y cuándo, el debate sobre represalias contra Irán.
Por lo pronto Brasil y Turquía, miembros rotativos del Consejo, no cuentan con el apoyo de tres de los cinco integrantes fijos, Estados Unidos, Francia e Inglaterra. China y Rusia, los otros dos países permanentes, se han mostrado vacilantes, pero tienden a alinearse con Washington.
Si en el frente externo Lula logró una victoria provisoria y por escaso margen, en el interno tampoco las tiene todas consigo.
Este martes el canciller Celso Amorim deberá dar explicaciones a la oposición que lo espera con el cuchillo entre los dientes en la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado.
Tanto el candidato presidencial José Serra, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña, principal rival del gobierno cuanto las televisoras y diarios privados, han dedicado harta munición contra la política externa brasileña, y es seguro redoblarán el bombardeo, después de la Copa del Mundo (hasta entonces la política entra en standby), cuando entre en su recta final la campaña hacia los comicios del 3 de octubre.
Ricardo Guedes, director de la encuestadora Sensus, sostuvo que éstas serán las primeras elecciones, desde el retorno democrático, en que la agenda internacional se colará en la campaña, pero no supo mensurar cuál será su impacto.
Para Marcos Coimbra, de la consultora Vox Populi, la opinión pública parece inmune a quienes atribuyen a Lula una diplomacia irresponsable por haberse distanciado de los centros de poder, y ve con “orgullo el creciente reconocimiento internacional de Brasil y la defensa del interés nacional”.
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