Vie 30.07.2010

EL MUNDO  › OPINION

Guerra de baja intensidad

› Por Modesto Emilio Guerrero *

Aunque los resultados de la reunión de cancilleres de la Unasur pondrán paños fríos, las condiciones que llevaron al embrollo y sus peligros potenciales seguirán latiendo en la perspectiva abierta por esta intentona.

Ni Washington ni Uribe (foto) cuentan a su favor con las condiciones internacionales o nacionales propiciatorias para legitimar un ataque a escala, sea invasión o guerra abierta. No estamos en el escenario de Santo Domingo en 1965 o en el Lejano Oriente de Irán y Corea del Norte.

Esto no anula ni impide los “accidentes” que puedan precipitar una situación bélica. Por ello acuden a las nuevas técnicas de guerra, llamadas de “baja intensidad” o de “cuarta generación”, que incluyen la eliminación física del presidente venezolano.

De algo similar a la asonada contra Venezuela sólo se tiene memoria: de 1961, cuando Rómulo Betancourt propuso la expulsión de Cuba de la OEA; de 1964, para legitimar la invasión a República Dominicana; para legitimar el golpe en Chile, o situaciones bélicas consumadas como las de Malvinas.

Nadie gasta más de 600 millones de dólares cada año en el armamento de un gobierno, sin registrar la ayuda secreta, para hacer desarrollar el turismo tropical.

La dinámica se completa con las siete bases militares norteamericanas en Colombia; las activadas en Panamá el último año; la segunda base que estarían desarrollando en Honduras y las plataformas militares reactivadas en Aruba, Bonaire y Curaçao, frente a las costas venezolanas, además de los ejercicios militares en Perú, Paraguay y las costas “pacíficas” de Chile; otro hecho clave fue el golpe de Estado en Honduras; las recientes maniobras militares en Puerto Rico; la ocupación militar de Haití aprovechando un desastre natural; la flota de 42 buques militares instalados en Costa Rica y las declaraciones pro-estadounidenses de sus socios en el llamado “cordón del Pacífico” (Chile, Perú, Panamá, Costa Rica y México).

Juan Manuel Santos quiere sentarse en la Casa de Nariño: eso no sería posible si su amigo mete al país en un estado de guerra. Su rol como presidente no será el mismo que como ministro ejecutor de la “Seguridad Democrática”. Como lo han dicho ellos mismos, el objetivo actual es reinsertarse en la subregión, comenzando por el mercado venezolano.

Unasur adquirió un peso subregional con capacidad de calmar fuegos, como lo demostró con la rebelión de la medialuna boliviana. Una prueba de ello es el ataque de Uribe y José Serra al presidente Lula, conscientes del peso de Brasil en el juego hemisférico.

La derecha venezolana resultó la mejor aliada del gobierno colombiano dentro de Venezuela, base social de un eventual ataque.

Allí nacen las condiciones de esta guerra, lo demás lo veremos.

* Autor de Quién inventó a Chávez.

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