EL MUNDO › LOS PRIMEROS 70 INMIGRANTES DE UN TOTAL DE 700 RUMANOS Y BULGAROS QUE SERAN DEPORTADOS
La medida se inscribe en una estrategia de endurecimiento de las políticas de seguridad cuyo blanco final son los extranjeros.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
La fase “expulsión” de la última cruzada del presidente Nicolas Sarkozy contra las personas de origen extranjero se inició ayer en Francia con la deportación de unos 70 gitanos con destino a Rumania. Si bien no se trata de expulsiones forzadas sino de ciudadanos que optaron por la ayuda al retorno proporcionada por el gobierno, la medida se inscribe en una estrategia de endurecimiento de las políticas de seguridad cuyo blanco final son los extranjeros. El mandato de Sarkozy ha estado marcado hasta ahora por groseras incursiones verbales por parte de miembros de la mayoría en contra de los extranjeros. De los gitanos deportados ayer, cada adulto que decide partir voluntariamente recibe 300 euros y la suma pasa a cien euros cuando se trata de un niño. Las repatriaciones de ayer se llevaron a cabo en tres vuelos que partieron de París, Lyon y Burdeos. En total, entre rumanos y búlgaros, unas 700 personas serán enviadas a sus países de aquí hasta finales de septiembre.
El objetivo de 700 repatriaciones fijado por el gobierno de aquí a finales de septiembre no resulta del todo realista. Laurent El-Ghozi, miembro del grupo Gitanos de Europa, dijo que la mayoría de los 700 gitanos expulsados de sus campos “se instalaron en otra parte” o se “esfumaron”. El-Ghozi calcula que sólo 10 por ciento de las personas aceptaron ampararse bajo el programa de retorno voluntario. El ministro rumano de Relaciones Exteriores, Tedor Baconschi, hizo pública su inquietud sobre “el riesgo de desviaciones populistas” y “las reacciones xenófobas que el tema de los gitanos pueden provocar en Francia”. Luego de una serie de incidentes violentos que se produjeron a mediados de julio entre gitanos y las fuerzas del orden en el centro de Francia, Sarkozy organizó una reunión especial y anunció un paquete de severas medidas para combatir la delincuencia en el seno de la comunidad gitana. La acción central consistió en el desmantelamiento en un plazo de tres meses de 300 a 600 campos ilegales de gitanos implantados en el territorio francés. El anuncio suscitó entonces una ola de críticas debido al carácter represivo y espectacular del perfil adoptado por el jefe de Estado francés.
Sin embargo, no hay nada fuera de lo común cuando se trata de comunidades de origen extranjero. Desde que Nicolas Sarkozy inició su mandato en 2007, los extranjeros son el plato predilecto del Ejecutivo. El extranjero ha pasado a ser una figura oficial de desestabilización y de contaminación de la esencia francesa. En este contexto, Sarkozy creó un Ministerio de la Inmigración y la Identidad Nacional, una prueba tangible de la que inmigración es, para la derecha en el poder, una amenaza para la identidad francesa. En ese paquete de medidas, el presidente adelantó la idea de retirarles la nacionalidad francesa a los extranjeros nacionalizados que cometan actos de violencia contra las fuerzas del orden. Este enfoque crea de hecho dos categorías de franceses: los de “pura cepa” y los nacionalizados.
La unión francesa de Asociaciones Gitanas denunció lo que llamaron “una declaración de guerra” lanzada por el gobierno, al tiempo que sectores de la oposición de izquierda y las asociaciones de defensa de los derechos humanos denunciaron la confusión voluntaria creada por el Ejecutivo entre la delincuencia y los gitanos y entre los gitanos franceses y los extranjeros. La Licra, Liga Internacional contra el Racismo y el Antisemitismo, fustigó, por su parte, el “tratamiento étnico de la delincuencia”. Amnistía Internacional puso en tela de juicio la clara intención presidencial de “perpetuar los estereotipos negativos” que persiguen a los gitanos. La semana pasada, en el curso de una reunión celebrada en Ginebra, el Comité de la ONU para la eliminación de la discriminación racial (CERD) constató en Francia “un recrudecimiento notorio del racismo y la xenofobia”.
La represión contra los gitanos y el discurso agresivo en dirección de los extranjeros en general provocaron incluso roces en el seno del gobierno entre el ministro de Interior, Brice Hortefeux, y el titular de la cartera de Inmigración e Identidad Nacional, Eric Besson. El primero se ha mostrado particularmente excitado con el desmantelamiento progresivo de los campos de gitanos, mientras que el segundo aseguró que las repatriaciones del jueves no tienen relación alguna con el desmantelamiento de los campos de gitanos. Según Besson, los vuelos con gitanos vueltos a Rumania o Bulgaria son constantes.
En 2009, la Oficina francesa de Inmigración Interior realizó 44 vuelos retorno mediante los cuales se repatriaron unas 10.000 personas. Hasta el mes de agosto de 2010, la misma entidad realizó 26 vuelos. Pero lo que antes se hacía sin cámaras esta vez se organizó como un espectáculo de cara a la sociedad. Electoralmente, las acciones contra los extranjeros o los discursos que hacen del inmigrado un ladrón o un abusador del sistema francés son muy benéficos. Sarkozy da muestras de haber puesto sobre carriles la campaña para las presidenciales de 2012. Los temas de la seguridad y la inmigración han sido sus bocados predilectos. En un editorial de Le Monde, el director de la publicación, Eric Fottorino, consideró que Sarkozy quiso “conjurar el fracaso de su política desencadenando una ofensiva chocante en el campo de la seguridad”. Según Fottorino, “esta política de humillación da una visión degradante de la acción pública. Francia no es un país racista, pero al activar las pulsiones del racismo, el Ejecutivo pisotea nuestros principios y nuestros valores”.
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