EL MUNDO › ENTRE UNO Y TRES MILLONES EN LAS CALLES PARA OPONERSE A LA NUEVA LEY JUBILATORIA
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Batallas de cifras como en una competencia escolar, el gobierno francés y los sindicatos divergían ayer sobre la cantidad de personas que se movilizaron en el país en la quinta jornada de huelgas y manifestaciones contra la reforma del sistema de jubilaciones. La policía calculó que cerca de un millón de personas salieron a las calles, mientras que los sindicatos evocan poco más de tres millones. Quién sabe cómo cuenta la policía pero, a juzgar por la manifestación parisiense y el codo a codo festivo e interminable, los sindicatos protagonizaron una movilización sólida en contra del “proyecto faro” del mandato del presidente Nicolas Sarkozy. El gobierno, en cambio, sostiene que hubo menos asistencia que en las protestas de hace dos semanas (7 de septiembre, 2,7 millones de personas en 232 marchas) y exhibió un perfil satisfecho por la menor densidad de las huelgas.
Los principales sindicatos, CGT y CFDT, siguen en pie de guerra en su objetivo de impugnar una reforma que hará pasar de 60 a 62 años la edad mínima para jubilarse y de 65 a 67 la requerida para contar con una jubilación completa. La presión sindical no afloja las corbatas de un Ejecutivo que, pese a la poderosa capacidad de movilización ininterrumpida demostrada por las centrales sindicales a lo largo de cinco manifestaciones, se mantiene en su posición de no modificar ni una línea del proyecto de ley. El gobierno se sienta sobre su argumento de que hubo menos gente que el pasado 7 de septiembre, lo que no es cierto, y de que hubo menos huelguistas que en ese entonces, lo que sí es auténtico, para dejar fijado el rumbo.
La presidencia francesa consideró por ejemplo que había una “baja sensible” del número de huelguistas y la atribuyó a que “los franceses adhieren en mayor número” a la reforma. Desde luego, las encuestas de opinión desmienten esa tendencia. Casi 70 por ciento de los franceses apoyaron las marchas y las caminatas de ayer. Bernard Thibault, secretario general de la mayoritaria CGT, advirtió que “si Sarkozy no escucha, habrá nuevas movilizaciones”. La nutrida marcha de París contó con la presencia de importantes grupos de funcionarios, profesores, maestros, médicos y, sobre todo, de jóvenes entre la adolescencia y la juventud. Los jóvenes llevaban adhesivos que decían “a los 60 años, mi libertad”.
Muchos manifestantes no se desplazaron bajo el lema principal de la jornada, contra la reforma, sino para repudiar con su presencia la política de Nicolas Sarkozy hacia todo lo que es extranjero, en especial a las minorías étnicas más indefensas, como es el caso de los gitanos que siguen siendo deportados a Rumania y Bulgaria. “Un Estado racista, que prolonga el esfuerzo de los trabajadores para salvar un sistema sin hacer contribuir a los ricos, esa no es mi Francia”, decía Jean Claude, un enfermero que, confesó, casi siempre vota a la derecha. “Pero esta derecha, decía colérico, no es la que representa a mi país.”
Los líderes sindicales constataron en la calle la persistencia de un movimiento que va sumando descontentos plurales perfectamente reflejados en la baja cifra de popularidad del presidente –sólo 32 por ciento lo apoya–. Ayer se veían carteles que llamaban “a la huelga general”. Los sindicatos decidirán este viernes el camino que seguirán. Sea otras huelgas y manifestaciones, sea un paro general. El próximo 5 de octubre la ley entra en el Senado. Es muy poco probable que el presidente dé marcha atrás. Para Sarkozy, la reforma de la jubilación se convirtió en una cuestión de principios y nada, ni siquiera las sospechas de colusión con la heredera del creador de la multinacional L’Oréal que acechan al ministro de Trabajo, Eric Woerth, han torcido su convicción. Los sindicatos cuentan, al menos, con que el gobierno modifique la ley para las mujeres. Estas serían las grandes perdedoras de la reforma, porque los contratos entrecortados no les permiten cotizar con regularidad, lo que las penaliza a la hora de la jubilación. Tal vez el gobierno ceda en este caso y exceptúe a las mujeres de la jubilación a los 67 años. En plena ofensiva para su reelección, Nicolas Sarkozy enfrenta turbulencias profundas: lo acosa el frente sindical, la mala imagen que tiene en su país, la crisis que de-sató con Europa por la deportación de los gitanos, el secuestro de cinco franceses en Níger por una rama de AlQaida y el secuestro de otros tres ciudadanos en Nigeria a manos de meros piratas.
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