EL MUNDO › LA CAMPAñA EN ESTADOS UNIDOS
› Por David Usborne*
Desde Oshkosh
“Sí –dice cortante Sue Schrottky–, lo reconozco de los comerciales.” Tomando el desayuno en el restaurante La Familia de Mike, intercambia cortesías con Ron Johnson, el candidato republicano para ocupar una banca en el Senado por Wiscosin. La mujer sonríe pero sólo porque es educada, no porque el republicano le caiga simpático.
Alguien tiene que pagar esos avisos. Para Johnson, dueño de una importante compañía de plásticos en Oshkosh, Wisconsin, ése no es un problema. El tiene su propia fortuna a la que recurrir y, además, los conservadores de ese estado han hecho su contribución. Otros dos millones de dólares llegaron de grupos de otros estados. A ellos les gusta Johnson y probablemente les disguste aún más el presidente Barack Obama.
En ningún otro lugar, la controversia sobre financiamiento externo es tan vívida como en Wisconsin. Quien trata de contrarrestar a Johnson es el incumbente senador demócrata Russ Feingold, quien redactó la reforma del financiamiento de campaña con John McCain. Pero hoy Feingold tiene un problema: durante la primavera, la Corte Suprema rechazó esa ley. Quedaron sin vigencia todos los límites puestos a las grandes corporaciones.
Si Feingold fuera menos leal a sus principios, podría adaptarse a la nueva realidad y aceptar el dinero de donde venga. Pero se negó a hacer eso. Hasta rechazó fondos que venían del comité demócrata de campaña para el Senado. De ahí, la acusación de Feingold y de sus simpatizantes a Johnson. Los demócratas insisten en que el republicano está comprando su banca y que, si gana, no tendrá ninguna experiencia política y ni siquiera habrá visitado Washington DC antes de lanzar su campaña. Es por eso que el diario satírico Onion dedica un artículo a Johnson, que tiene marcada inclinación hacia el movimiento ultraderechista Tea Party. El título de la publicación reza: “Mi oponente sabe dónde queda Washington DC en el mapa; yo no y nunca lo sabré”. Es más, provocó la ira de la izquierda cuando sostuvo que era una “locura” culpar al género humano por el calentamiento global.
Que la candidatura de Johnson no sea una broma dice mucho de la frustración de los votantes frente a la Casa Blanca. Puede ser que los simpatizantes de Feingold todavía lo amen, pero eso no es suficiente. Las encuestas dicen que Johnson le ganará el martes por unos siete puntos de diferencia. Ese día, los ciudadanos deberán votar para renovar la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado. El consultor Nate Silver le da al republicano el 87 por ciento de chance de resultar victorioso.
“Este es el tiempo para legisladores ciudadanos”, responde Johnson. Reconoce que no tiene experiencia política, ni siquiera a nivel local. Que Feingold lo acuse de estar comprando un escaño “no es correcto”, desliza. “La libre expresión es un principio básico de este país”, explica. “Mi competidor pretende que los contribuyentes paguen las señales viales y la publicidad negativa. Yo no creo que eso sea oportuno”, afirma.
Es cierto que Feingold, que por primera vez fue elegido en 1992, tomó algunos riesgos. Es uno de los pocos demócratas que no está huyendo de Obama. El candidato apareció recientemente con el mandatario en una carrera en Madison, la capital estatal, y repite con entusiasmo que él votó a favor de la reforma de salud. Pero, al mismo tiempo, Feingold trata de protegerse. Se negó a apoyar el reciente paquete de reforma de Wall Street, afirmando que era demasiado débil. Votó en contra de la guerra de Irak en 2003 y del “Acta Patriótica” de George Bush, pero avaló los nominados a la Corte Suprema por el presidente republicano. A diferencia de cualquier aspirante a “legislador ciudadano”, no es apestosamente rico.
“Creo que es importante que todavía tengamos a una persona pobre en el Senado”, dice el congresista demócrata Ron Kind. A menos de que Feingold repunte a último momento, parece que los votantes de Wisconsin mandarán a Johnson a ocupar esa silla. Pero necesitará un GPS para encontrar el Capitolio.
*De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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