Mié 06.02.2002

EL MUNDO  › CARTA BLANCA PARA TODOS A LA HORA DE COMPRAR ARMAS

El botín de la guerra afgana

En el nuevo presupuesto del Pentágono todos se salen con la suya: las FF.AA., que defendían armas convencionales y pesadas, y Donald Rumsfeld, que quería equipamiento moderno y liviano.

Por Julian Borger *
Desde Washington

La administración Bush intentó ayer justificar el impresionante salto en los gastos militares mientras analistas de defensa criticaban el presupuesto por invertir dinero en armas convencionales heredadas de la época de la Guerra Fría. Donald Rumsfeld, el secretario de Defensa, defendió ayer el aumento de 11 por ciento en los gastos del Pentágono diciéndole al comité de Fuerzas Armadas del Senado que era necesario para compensar “una década de sobreuso y sobrefinanciación” y para prepararse para futuras guerras más allá de la actual campaña antiterrorista. “Cuando terminó la Guerra Fría terminó, se hizo un recorte en los gastos de defensa que fue demasiado lejos... se pasó de la raya”, dijo el secretario de Defensa. “Ahora, a través del prisma del 11 de septiembre, podemos ver que nuestro desafío no se limita simplemente a remediar el mal financiamento del pasado.”
Sin embargo, un análisis de las cifras del presupuesto sugiere que relativamente pocos de los 379.000 millones de dólares dispuestos para los gastos de 2003 es directamente relevante a los requerimientos de combatir misteriosos grupos terroristas como Al-Qaida. Una importante proporción del presupuesto de defensa irá a sistemas de armamentos pesados, destinados a batallas convencionales de gran escala y concebidos durante la Guerra Fría. Estos sistemas habían estado a encaminados al hachazo bajo la “transformación militar” planeada inicialmente por George Bush y Rumsfeld. El crucial aumento en los gastos de defensa propuesto en el presupuesto del presidente Bush marca una derrota para los reformistas que habían planeado transformar a los militares norteamericanos en una fuerza más liviana, más móvil y más eficiente. Entre los programas que sobrevivieron a los muy esperados recortes hay tres aviones de guerra tácticos con funciones que se sobreponen, pedidos por las fuerzas armadas: el super avión Hornet de la marina, el F-22 de la fuerza aérea y el caza bombardero (JSF) para las tres fuerzas.
Durante la campaña, Bush dijo que el país no podía pagar por los tres aviones, pero el presupuesto destina 12.000 millones de dólares para gastar en ellos en 2003. Cuando el JSF entre en plena producción, costará el doble del actual F-16, con un costo total de 200.000 millones de dólares. Otra arma controvertida que obtuvo un respiro en el presupuesto del lunes, es el sistema de artillería Crusader que consiste en una pesada arma móvil que los críticos dicen que pueden haber tenido un buen desempeño en grandes batallas terrestres contra los tanques soviéticos, pero que es demasiado pesado para ser desplegado rápidamente en lejanos rincones del globo.
Paul Krugman, un economista progresista, sostuvo en el New York Times de ayer: “La acumulación de fuerzas militar parece tener poco que ver con la amenaza actual, a menos que se crea que el próximo movimiento de Al-Qaida será un ataque frontal con varias divisiones de artillería pesada”. Loren Thompson, un importante analista del Instituto Lexington, un think-tank de defensa independiente, dijo que el presupuesto reflejaba “el poder de permanencia de una burocracia fuertemente arraigada protegiendo los programas que valora”.
Rumsfeld y su principal consejero estratégico, Andrew Marshall, habían esperado acelerar el ritmo de la reforma militar, pero aún antes del 11 de septiembre se encontraron bloqueados por los jefes de las Fuerzas Armadas, que se negaban a abandonar proyectos establecidos para liberar dinero a favor de una nueva generación de armas como el sistema nacional de defensa antimisil (NMD), el bombardero Stealth B-2 y aeronaves no tripuladas. Los ataques terroristas sobre Nueva York y Washington, junto con las declaraciones de Bush de que Estados Unidos estaba amenazado por un “eje del mal” formado por Corea del Norte, Irak e Irán, creó una atmósfera política en que ambos lados del debate pueden impulsar sus estrategias almismo tiempo. “En lugar de liquidar las prioridades anteriores, Rumsfeld solamente añadió sus proyectos encima de ellas,” dijo Thompson.
Además de financiación para el Crusader, los tres aviones tácticos y un montón de otros proyectos establecidos, el presupuesto reserva 7.800 millones de dólares para la defensa antimisil, y 630 millones para más aeronaves Global Hawk no tripuladas. Según Steven Kosiak, un analista del Centro de Estrategia y Evaluación Presupuestaria, el presupuesto de defensa total para 2003 será un 11 por ciento más alto que el gasto militar promedio durante la Guerra Fría. Y para 2007, bajo el plan de Bush, el gasto de defensa será un 20 por ciento más alto que el promedio durante la Guerra Fría. “Algunos partidarios de la transformación no van a estar contentos –dijo Kosiak–. En parte es porque hay tanto dinero disponible que la administración no tiene que elegir.” En la actual atmósfera política, es improbable que el Congreso cuestione el presupuesto de defensa y muchos insisten en aumentarlo aún más.
Entre los grandes ganadores estarán los contratistas como Lockheed Martin, Boeing y United Defence, que hace el Crusader. Las acciones mayoritarias en United Defence son propiedad del Grupo Carlyle, una empresa de inversiones que emplea a George Bush, el padre del presidente, y al ex primer ministro británico John Major como lobbistas para abrir puertas en Estados Unidos y en el exterior. Bush padre convirtió los honorarios que gana con conferencias en acciones de Carlyle y espera beneficiarse considerablemente con la vuelta del Crusader.
* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12. Traducción: Celita Doyambehere.

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