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› GIANNI AGNELLI, DE FIAT, MURIO AYER DE CANCER DE PROSTATA
El adiós del playboy que fue Italia
Gianni Agnelli, símbolo de la Italia de posguerra, murió ayer. Esta es la crónica de una vida entre la frivolidad y la tragedia.
El patriarca estaba cansado. Durante treinta años, había dirigido la Fiat y desde 1996 era su presidente honorario, además de senador vitalicio del Parlamento italiano. Para los Agnelli, era el cerebro de la familia, “l’avvocato”, el abogado. Para los italianos, “el príncipe sin corona”. Hasta el final, intentó resolver la crisis financiera que sigue enfrentando la automotriz. Desde ayer, su hermano Umberto lo reemplaza al frente de Giovanni Agnelli y Co., principal accionista indirecto de Fiat. A diferencia de otras muertes trágicas en su familia, la suya fue tranquila y esperada. El año pasado, viajó dos veces a Estados Unidos para tratarse en una clínica para los ricos y famosos. Tenía cáncer de próstata y problemas cardíacos. Murió ayer en su mansión de Turín a los 81 años.
Nació en 1921, en Turín. Su abuelo, un oficial de caballería piamontés, supo aprovechar sus conexiones con el régimen fascista y la fábrica de autos que había fundado en 1899 empezó a florecer. Cuando Gianni tenía 14, quedó huérfano de padre y su abuelo se hizo cargo de él. Le puso una institutriz inglesa y lo mandó a estudiar derecho a la Universidad de Turín. En la Segunda Guerra Mundial, sirvió en el ejército italiano en Rusia y Libia. Cuando terminó la guerra, casi se mata en un accidente automovilístico. En 1945, murió su abuelo, que lo dejó como su heredero. Pero en vez de hacerse cargo de la compañía, contrató a hombres de negocios y se dedicó al dolce far niente y las mujeres. En los ‘50, salía con actrices como Rita Hayworth y Anita Ekberg. Se sentía como en casa en los boliches de Nueva York y la Costa Azul, hablaba cuatro idiomas y, fundamentalmente, era muy rico. En 1953, se casó con la princesa Marella Caracciolo di Castagneto. Poco antes, había tenido otro accidente de auto, esta vez con su Ferrari. Dice la leyenda que chocó mientras escapaba luego de haber sido descubierto con otra mujer. Pero la boda no detuvo las infidelidades de Gianni, que siguió con su agitado estilo de vida hasta 1966, cuando asumió la presidencia de Fiat. Por esa época, Marella se hizo amiga del escritor norteamericano Truman Capote. Homosexual asumido, a Capote sólo le interesaba coleccionar amigas bellas y millonarias, como la esposa de Agnelli. Incluso puede que ella y Gianni hayan inspirado a los personajes de la polémica Plegarias Atendidas, con él como un poderosísimo empresario que engañaba a su bella mujer con la esposa obesa de un político norteamericano.
Durante años, Gianni fue el hombre más poderoso de Italia. No sólo instalaba la agenda de su país, sino que tenía gran influencia sobre el gobierno y la banca italiana. Además, controlaba los diarios Il Corriere della Sera y La Stampa. En los ‘70, bajo el efecto de la crisis petrolera, los errores tácticos de los hermanos de Gianni y el despertar de la militancia industrial –Fiat fue blanco de las Brigadas Rojas–, la automotriz estaba al borde de la bancarrota. Pero el que la salvó fue Cesare Romiti, un tipo de negocios que supo poner las cosas bajo control. A los pocos años, Fiat volvió a ser rentable. Pero el que seguía marcando el rumbo de las empresas del grupo era Gianni.
En el 2000, Edoardo, el único hijo varón de Gianni, se suicidó saltando desde un viaducto. Era adicto y había pasado por varias clínicas de desintoxicación. Su padre nunca lo dejó tutearlo y en la primaria lo hacía ir a pie a una escuela estatal. Pero Edoardo nunca hizo lo que Gianni quería. En vez de estudiar Economía, se anotó en Historia. Después empezó a seguir al Sai Baba y su padre se puso como loco. Para entusiasmarlo con los negocios de la familia, lo puso en la comisión directiva del club de fútbol Juventus, una de las joyitas del grupo Agnelli. Pero en vez de elegirlo a él, su padre designó a su primo Giovanni Alberto como heredero de la Fiat. Era la antítesis de Edoardo y Gianni quería que sucediera a Cesare Romiti, que no pertenecía a la familia. Pero Giovanni Junior no pudo asumir su cargo. Murió de cáncer a los 33. Y tres años después murió Edoardo. Para Bobo Craxi, hijo del fallecido dirigente socialista Bettino Craxi, el hijo de Gianni murió de soledad. “Podría haber hecho más, pero no sé si habría cambiado mucho la situación. No soy un buen educador”,dijo Gianni después del funeral de su hijo, cuando le preguntaron si se arrepentía de cómo lo había criado.
Con la muerte de Giovanni Alberto, el clan Agnelli tuvo un dilema. Para mantener el apellido al frente de la empresa había que encontrar a otro sucesor dentro de la misma familia. En 1993, Fiat ya estaba endeudada y tuvo que ampliar su capital con un sindicato de accionistas que hoy la controlan. En 1998, un tribunal italiano condenó a Romiti por corrupción. La investigación judicial llegó hasta Gianni Agnelli, sospechado de coimear a funcionarios. Pero nunca se lo acusó formalmente. El problema de la sucesión terminó con Paolo Fresco, el ex número uno de General Electric, que los Agnelli eligieron para reemplazar a Romiti. Pero nadie esperaba que Fresco terminara fusionando a Fiat con la estadounidense General Motors. Era el fin de una era. El fin de la economía tradicional, el comienzo de la “nueva economía”.
Al principio de los 90, la mitad de los italianos manejaba un Fiat. Hoy sólo el 33 por ciento tiene uno de esta marca. A pesar de que el primer ministro italiano Silvio Berlusconi jura que prefiere los Lancia, de Fiat, el parque automotor de su gobierno está formado por miles de autos extranjeros. Actualmente, los Agnelli apenas tienen el 30 por ciento de Fiat. Y tampoco siguen siendo los más ricos de Italia. Su ex rival en Fórmula Uno, la familia Benetton, tiene una fortuna de 5.000 millones de dólares, más del doble que los Agnelli, dueños de Ferrari.
Informe y texto: Milagros Belgrano.