EL MUNDO
› COMO ES LA DISCUSION EN WASHINGTON SOBRE EL IRAK QUE VENDRA TRAS LA CAIDA DE SADDAM
Qué tienen que ver el petróleo y la guerra
Irak es la segunda reserva petrolera comprobada del mundo. Y EE.UU. necesita petróleo. Sin embargo, el costo de reponer la industria petrolera iraquí es muy alto y Saddam puede responder a una invasión quemando sus pozos. En estas páginas, lo que piensan los expertos y los planes de Bush para la zona.
Por Terry Macalister, Ewen MacAskill, Rory McCarthy y Nick Paton-Walsh*, desde Londres, Bagdad y Moscú
Uno de los temas más populares en las pancartas de los manifestantes antibélicos en Estados Unidos y Europa es que la confrontación inminente es básicamente sobre petróleo. Los ministros de Estados Unidos y Gran Bretaña descartan esa acusación como fantasías de teóricos de la conspiración y sostienen en cambio que hay que derrocar al presidente iraquí Saddam Hussein por una razón: la amenaza que imponen sus armas de destrucción masiva. Y sin embargo, las potencias occidentales han estado luchando por el “oro negro” de Irak durante décadas. Viajando a través del país, resulta inmediatamente obvio el motivo por el cual éste es un premio tan grande en términos de energía.
Alrededor de Mosul en el norte, se pueden ver las llamaradas de los pozos petroleros a intervalos regulares entre los prados vacíos; aun en el centro del país; en Bagdad, la línea del horizonte está iluminada por la refinería de petróleo de al-Dohra; y más al sur, en el árido desierto alrededor de Basora, hay una enorme concentración de pozos. Irak tiene la segunda reserva comprobada de petróleo más grande del mundo, después de Arabia Saudita. Pero sus instalaciones han carecido de inversiones durante las últimas décadas, en parte por la guerra y en parte por las sanciones. La vasta instalación de al-Cohar es un símbolo de todo lo que está mal. En un avanzado estado de deterioro, caños oxidados unen una serie de grandes tanques de depósitos del color de la arena, casi todos toscamente emparchados con láminas de acero.
Actualmente Irak exporta alrededor de 1,5 millón de barriles por día, pero los expertos en energía dicen que esto podría aumentarse a 6 millones de barriles en cinco años si se reinvierte. Estados Unidos necesita acceso a nuevas reservas de energía. Las industrias y los automovilistas norteamericanos están engullendo gasolina a una velocidad que fácilmente sobrepasa al resto del mundo, mientras las reservas internas se están acabando en un momento que la demanda está lista para saltar. El Departamento de Energía de Estados Unidos asustó a los políticos con un estudio en 2001 conocido como el informe Cheney escrito por el ex jefe del grupo petrolero Halliburton, ahora vicepresidente de Estados Unidos. Dick Cheney predijo allí que la importación de petróleo debía aumentarse de 10,4 millones de barriles diarios actualmente a 16,7 millones de barriles diarios en 2020.
El informe describía la dependencia de Estados Unidos de un mercado estable de energía y la necesidad de una política exterior que protegiera el abastecimiento energético de Estados Unidos. “En un mercado de energía global, la energía y la seguridad económica de Estados Unidos están directamente ligadas no sólo a nuestro suministro de energía interna e internacional, sino también a la de nuestros socios comerciales –decía–. Una fractura significativa en el mundo del suministro de petróleo podría afectar adversamente nuestra economía y/o nuestra capacidad para promover nuestros objetivos de política exterior y económicas, al margen del nivel de la dependencia de Estados Unidos den las importaciones de petróleo”.
George Bush, como Cheney, es un ex petrolero, como lo son muchos de su entorno más cercano, de manera que no necesitan lecciones sobre cómo funciona el mercado energético global. Como políticos, también saben que el acceso de sus votantes a un petróleo barato y disponible para sus autos es considerado un derecho tan inalienable como el de portar armas. Tradicionalmente, Estados Unidos descansaba en Arabia Saudita y Venezuela para cubrir su abastecimiento de crudo. Pero desde el ataque terrorista del 11 de septiembre, llevado a cabo principalmente por nacionalistas sauditas, el ex aliado importante en Medio Oriente ha perdido confiabilidad, mientras la revuelta política en Venezuela casi ha detenido las exportaciones a Estados Unidos. Washington ha estado cortejando a Rusia y a las naciones africanas para asegurarse futuros abastecimientos, pero no hay nada parecido a las reservas ultrabaratas de producir de Irak apenas debajo de las arenas del desierto.
Peter Odell, profesor emérito de estudios de Energía Internacional en la Universidad Erasmus en Rotterdam y visitante de la London School of Economics, rechaza la opinión que el petróleo era la principal fuerza impulsora detrás del actual frenesí iraquí. “Esto no es sobre el petróleo en absoluto. Hay muchos otros factores como los temores de Estados Unidos a las armas de destrucción masiva, venganza por los fracasos anteriores y el hecho de que creen que Irak no se ha comportado debidamente hacia Estados Unidos por 20 años –dice–. Mi propia opinión es que un ataque llevará a la destrucción de los campos petroleros iraquíes como sucedió en Kuwait y que podría haber graves problemas en el mercado petrolero en el corto plazo. A largo plazo, Rusia y Francia tienen derechos adquiridos por tratados firmados o por dinero que Irak les debe pero claramente Estados Unidos se meterá en el acto (de redesarrollar los pozos petroleros iraquíes)”.
Paul Slater, dueño y director de una flota de tanques alquilados a Shell y figura líder en la asociación independiente de propietarios de tanques (Intertanko), está menos seguro. “Creo que el petróleo es un tema importante que no puede quedar totalmente fuera de la ecuación, aunque desconozco si es el principal impulso”, dice.
No son sólo los pacifistas occidentales de ojos desorbitados los que creen que el petróleo está en el centro, o cerca del centro, del conflicto que se viene. Es una opinión ampliamente sostenida, aún en el mundo empresario conservador, pero pocos están dispuestos a expresar tal cosa públicamente. Fadel Gheit, un ex ingeniero químico de Mobil y ahora un especialista en inversiones de la empresa bursátil de Nueva York, Fahnestock & Co., dijo antes de Navidad a 50 de los grandes fondos de pensión e inversores financieros en Estados Unidos que la esperada guerra era “totalmente sobre el petróleo” y que la lucha global contra el terrorismo era sólo “camuflaje” para ocultar el verdadero propósito. Más tarde dijo a este diario: “Los norteamericanos no tienen nada contra el pueblo de Irak, pero nuestro modo de vida depende de 20 millones de barriles diarios y la mitad de eso debe importarse. Somos como pacientes de diálisis petrolero. Es una cuestión de vida o muerte. La gente inteligente en Washington sabe esto pero no es una cosa que se difunda en el tipo de shows que mira la mayoría de la gente: MTV y telenovelas”.
Gheit dijo que un ataque contra Irak se ha vuelto vital a los ojos de Washington porque los políticos y jefes de seguridad temen que Arabia Saudita, el abastecedor tradicional de petróleo a Estados Unidos, sea un “polvorín” que está por estallar desde adentro. “De los 22 millones de habitantes de Arabia Saudita, la mitad son menores de 25 años y la mitad de éstos son desempleados. Muchos quieren ver el final de la familia real y, lleve esto cinco meses o cinco años, sus días están contados. Si Arabia Saudita cayera en manos de los fundamentalistas musulmanes y se pararan las exportaciones, no hay suficiente petróleo extra en otro lado para compensar la merma”.
Pero el Dr. Charles Tripp, jefe de política en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos, sostiene la idea que los pozos petrolíferos deben capturarse físicamente para ser controlados es anacrónica. “El petróleo es parte de esto –dijo Tripp–, pero también lo es imponer el poder norteamericano”. El petróleo fue el factor clave de la primera guerra del Golfo, además de proteger la soberanía de un miembro de las Naciones Unidas. Esta vez el “petróleo” es una palabra que los políticos y los funcionarios tanto en Washington como en Londres casi temen pronunciar, por lo que puede provocar en el mundo árabe.
Un grupo de trabajo independiente parcialmente patrocinado por el Consejo de Relaciones Exteriores acaba de entregar a Bush un informe titulado Principios Orientadores para la Política Post Conflicto de Estados Unidos en Irak. Sostiene: “Los iraquíes tienen la capacidad decomandar la dirección futura de su industria petrolera. Una política norteamericana muy intervencionista sólo los convencerá a ellos y al resto del mundo que la operación contra Irak fue llevada a cabo por imperialismo y no por motivos de desarme. Es en el interés de Estados Unidos desalentar tales malas interpretaciones”.
Las empresas petroleras internacionales ya están dando vueltas. Estados Unidos y Gran Bretaña acusan a los rusos y los franceses, especialmente a los franceses, de jugar juegos peligrosos con Irak, manteniendo contactos con Bagdad en la esperanza de asegurarse contratos petroleros favorables. La Cancillería francesa está furiosa por la sugerencia. Un diplomático francés desafió a los periodistas a que miraran lo que realmente estaba pasando e insistió en que descubrirían que eran las empresas norteamericanas las que estaban tratando de asegurarse el petróleo iraquí.
Los altos ejecutivos petroleros generalmente quieren evitar hablar públicamente sobre el tema pero en privado dicen que es un “disparate” que necesiten tanto a Irak como para apoyar una guerra. Mark Moody-Stuart, director de Shell y su ex presidente fue más allá, diciendo a este diario que un ataque militar desestabilizaría a Medio Oriente y por lo tanto era una “receta para el desastre”.
¿Qué piensa la gente que está en el centro de una guerra inminente? “Nuestro petróleo es la principal razón por la que Estados Unidos quiere atacar a Irak –dice Ali al-Rawi, jefe del Departamento de Economía de la Universidad de Bagdad–. Quieren controlar nuestro petróleo y controlar el precio y los niveles de producción. Saben que los recursos petroleros del mundo del futuro seguirán saliendo de esta zona durante muchos años”.
* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
Subnotas