Sáb 29.01.2011

EL MUNDO  › OPINIóN

Es difícil que Dios pueda bendecir tanta mentira

› Por Fidel Castro Ruz

Se esperaba con interés el discurso del presidente Barack Obama, después de sus palabras el 12 de enero en la Universidad de Tucson, Arizona, sobre la matanza que había tenido lugar en aquella ciudad cuatro días antes. Seis personas murieron y 14 fueron heridas, entre ellas, la joven congresista demócrata Gabrielle Giffords, electa por tercera vez al Congreso de Estados Unidos, quien se oponía a la ley antiinmigrante de aquel Estado, que fue parte del territorio arrebatado a México en la injusta guerra de 1848.

Si aquel discurso de Obama fue omiso, en cuanto a la increíble muestra de primitivismo que refleja el uso generalizado y prácticamente irrestricto de mortíferas armas de fuego, el mensaje sobre el Estado de la Unión merece un análisis político y ético, ya que Estados Unidos es una superpotencia de la que, con independencia del Presidente y el Congreso, depende, entre otros importantes factores, el destino de la especie humana. Ningún país aislado tiene ni puede tener respuesta a los problemas que hoy enfrenta el mundo.

Obama, en primer lugar, está envuelto en un proceso electoral. Tiene que hablar para los demócratas y los republicanos, los que votan y los que no votan, los multimillonarios y los pordioseros, los protestantes y los católicos, los cristianos y los musulmanes, los creyentes y los no creyentes, los negros y los blancos, los que apoyan y los que no apoyan las investigaciones con células madre, los homosexuales y los heterosexuales, cada ciudadano y su opuesto, para terminar clamando que todos son norteamericanos, como si el 95,5 por ciento, es decir, 6900 millones de habitantes del resto del planeta, no existieran.

En las primeras páginas de su intervención, de una hora, entró en materia afirmando: “En este momento lo que está en juego no es quién ganará las próximas elecciones [...] Lo que está en juego es si se originan nuevos empleos e industrias [...] si podemos mantener el liderazgo que hizo de Estados Unidos no sólo un punto en el mapa, sino la luz en el mundo.

Estamos listos para el progreso. [...] la Bolsa se ha recuperado con fervor. Las ganancias de las corporaciones son más altas. La economía está volviendo a crecer”.

Inmediatamente después de estas palabras nos trata de conmover con un pasaje que pareciera extraído de un conocido film norteamericano, que la gente de mi generación recuerda: Lo que el viento se llevó, relacionado con la terrible guerra civil entre el norte industrial y el sur esclavista y agrario en los años del hombre excepcional que fue Abraham Lincoln.

“Ese mundo ha cambiado. Y para muchos, el cambio ha sido doloroso” –nos dijo Obama–. “Sabemos lo que se requiere para competir por los empleos y las industrias de nuestros tiempos. Necesitamos innovar más, educar mejor y construir más que el resto del mundo. Debemos hacer de Estados Unidos el mejor lugar del mundo para hacer negocios.”

Obama nunca habla de las grandes empresas monopólicas que hoy controlan y saquean los recursos del planeta. No menciona jamás el acuerdo de Bretton Woods, el sistema impuesto a un mundo arruinado por la guerra, en el que Estados Unidos asumió el control de las instituciones financieras y del Fondo Monetario Internacional, donde mantiene férreamente el poder de veto. Jamás dice una palabra de la colosal estafa de Nixon en 1971, cuando suspendió unilateralmente la conversión del dólar en oro, imprimió billetes norteamericanos sin límite alguno y adquirió incontables bienes y riquezas en el mundo, que pagó fundamentalmente con papeles, cuyo valor en 40 años se redujo al 2,5 por ciento del que entonces tenía. Obama gusta de relatar, en cambio, historias líricas sobre pequeños empresarios que supuestamente deslumbran, embelesan y conmueven a los oyentes que no estén advertidos de la realidad. Su oratoria, su estilo y su tono parecen diseñados para escuchar, como niños disciplinados, sus conmovedores cuentos.

“Estamos lanzando un desafío. Estamos diciéndoles a los científicos e ingenieros de Estados Unidos que si constituyen equipos con los mejores cerebros en su campo, si se concentran en los problemas más difíciles de energía limpia, financiaremos los proyectos Apolo de nuestra era. (...)

Lograremos la meta que tracé hace dos años: que para fines de esta década, Estados Unidos tenga la más alta proporción de graduados universitarios en el mundo.” (Aplausos.) “Otros vienen del extranjero a estudiar en nuestras instituciones superiores y universidades. Pero apenas obtienen su título, los enviamos de regreso a su país para que compitan contra nosotros. No tiene ningún sentido.” Por supuesto que este robo insólito y confeso de cerebros, que a nuestro amigo Obama ni siquiera le interesa disimular, debemos excusárselo en consideración a su pasión por la ciencia y la sana competencia.

“En los dos últimos años hemos empezado a reconstruir para el siglo XXI un proyecto que ha generado miles de empleos bien remunerados en el muy afectado sector de la construcción. Y esta noche, les propongo redoblar esos esfuerzos. (...) Recientemente firmamos acuerdos con India y China que respaldarán más de 250.000 empleos aquí en Estados Unidos. (...) Dejé en claro que [...] sólo suscribiría pactos que beneficiaran a los trabajadores estadounidenses y promovieran empleos en Estados Unidos. [...] Es lo que pretendo hacer al procurar acuerdos con Panamá y Colombia...”

“Esta noche estoy proponiendo que a partir de este año congelemos el gasto nacional anual durante los próximos cinco años. El secretario de Defensa también ha aceptado recortar decenas de miles de millones de dólares en gastos de los que él y sus generales, consideran, pueden prescindir.”

“El ejemplo moral de Estados Unidos debe brillar siempre para todos aquellos que anhelan la libertad, la justicia y la dignidad”, nos dice el señor Obama, y acto seguido pasa a otro tema. “Consideren Irak, de donde casi 100.000 de nuestros valientes hombres y mujeres han salido con la frente en alto.” ¡Misión cumplida!, recordé.

“Gracias a la aprobación por republicanos y demócratas del Nuevo Tratado Start –continúa Obama–, se emplazarán muchas menos armas y lanzadores nucleares. (...) Estas son apenas algunas de las formas en las que estamos forjando un mundo que favorece la paz y la prosperidad. Con nuestros aliados en Europa, revitalizamos la OTAN y aumentamos nuestra cooperación en todo, desde antiterrorismo hasta defensa antimisiles.”

Por supuesto que nuestro ilustre amigo no dice una palabra sobre la urgente necesidad de impedir que el calentamiento global prosiga su incremento acelerado, ni de las lluvias catastróficas y las nevadas que acaban de golpear al mundo, ni de la crisis alimentaria que en estos momentos amenaza a 80 países del Tercer Mundo, ni por supuesto de las decenas de millones de toneladas de maíz y soja que las grandes empresas de Estados Unidos están consagrando a la producción de biocombustible, mientras la población mundial, que ya alcanza los 6900 millones de habitantes, ascenderá a 7000 millones dentro de 18 meses.

“La idea de Estados Unidos perdura. Nuestro destino sigue siendo lo que decidamos que sea. Y esta noche, más de dos siglos más tarde, es gracias a nuestra gente que nuestro futuro está lleno de esperanza, nuestra travesía continúa y el estado de nuestra nación es sólido. Gracias, que Dios los bendiga y que Dios bendiga a Estados Unidos de Norteamérica. (Aplausos.)”

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