EL MUNDO › ITALIA CELEBRO LOS 150 AÑOS DE SU UNIFICACION EN MEDIO DE LOS ESCANDALOS DEL PREMIER
Los militantes de la gobernante Liga Norte siguen creyendo que con el sur no hay nada que hacer y hablan de un federalismo, pero querrían el separatismo.
› Por Elena Llorente
Desde Roma
En un mar de polémicas por los juicios contra el premier Silvio Berlusconi, por la actitud de su gobierno que insiste, en este momento crítico, en continuar con su programa de creación de centrales nucleares, por la postura de uno de los partidos de la coalición gobernante que habla de separatismo, Italia celebró ayer los 150 años de su unificación.
Las banderas tricolores flamearon en muchas ventanas y plazas. Una costumbre no muy arraigada –a excepción de los campeonatos mundiales de fútbol– en un pueblo que en su mayor parte no sabe la letra de su himno nacional escrita por Goffredo Mameli ni lo canta, limitándose a escuchar la magnífica música de Michele Novaro en los eventos oficiales.
Hasta 1861 el país estaba dividido en varios reinos. Desde el reino de Cerdeña que comprendía también el norte de Italia, al noroeste dominado por Austria, a los ducados de Parma, Modena, Toscana y el Estado Pontificio en el centro. En el sur, el reino de las dos Sicilias creado por los Borbones españoles, controlaba desde Nápoles hasta Sicilia. El 17 de marzo de 1861 fue proclamado el Reino de Italia, con capital en Turín, gracias a los esfuerzos y las luchas de personajes como Giuseppe Garibaldi y su esposa brasileña Anita, Camilo Benso, conocido como el conde Cavour, y el rey Vittorio Emanuele II.
En definitiva, este país, que tiene mucha más historia que buena parte del mundo, que supo conquistar media Europa y parte de Africa y Asia con los ejércitos de la Antigua Roma, llegó al concepto de “nación” como unidad de territorio más tarde que muchos de sus colegas europeos. Y algunos sostienen que ésta es una de las claves para entender por qué el país sigue lidiando con viejos problemas y rencores.
Algunos historiadores sostienen, por ejemplo, que el surgimiento de la mafia en Sicilia, a fines de 1800, se debió a que la administración borbónica no prestaba suficiente atención a sus ciudadanos y éstos se veían en la necesidad de recurrir a señores poderosos locales –por eso transformados en “padrinos”– para resolver sus problemas.
La mafia siciliana y sus versiones más modernas como la n’drangheta calabresa –que hoy controla el tráfico de cocaína en toda Europa– y la camorra napolitana –que también trafica droga y basura y muchas otras cosas– son problemas enquistados en la vida de este país. Y decir mafias significa también decir clientelismo, favores y votos. Numerosos políticos y empresarios han sido acusados y/o condenados por connivencia con la mafia, entre ellos algunos colaboradores de Silvio Berlusconi –a nivel político y en su empresa Fininvest–, como el siciliano Marcello dell’Utri. El propio jefe del gobierno ha sido acusado por algunos arrepentidos de la mafia, pero por ahora nada se ha podido comprobar.
Las mafias y sus efectos sobre la política, sobre la administración regional y sobre el mundo empresarial llevaron al norte rico a desa-rrollar una gran animadversión hacia el sur pobre. Durante el siglo pasado, los habitantes del sur que llegaban al norte en busca de trabajo eran llamados “terroni”, llenos de tierra, un insulto solapado, una especie de “cabecita negra” a la italiana.
Y aunque el tiempo ha pasado, los militantes de la Liga Norte de Umberto Bossi, partido que forma parte del gobierno de Berlusconi, siguen creyendo hoy que con el sur no hay nada que hacer y por eso hablan de un federalismo, que querría ser en realidad separatismo, y de “Roma ladrona”. Buena parte de sus exponentes políticos desistieron de las celebraciones de los 150 años, a excepción de los ministros y algunos parlamentarios.
El presidente de la República, Giorgio Napolitano, viejo comunista y militante de la Resistencia contra el fascismo, en su discurso de ayer ante el Parlamento tuvo una frase para cada uno de estos problemas. Los 150 años de la unidad de Italia son una excelente “ocasión para una profunda reflexión sobre la brecha que separa el norte del sur”, dijo Napolitano y tácitamente refiriéndose a la Liga Norte añadió que el federalismo está contemplado por la Constitución pero se debe poner en práctica “renovando y reforzando las bases de la unidad nacional”.
Napolitano, que reconoció la contribución de la Iglesia Católica en la formación de la identidad italiana y en la construcción del Estado unitario, tuvo palabras duras contra el sectarismo reinante en la política italiana. Hay que dejar de lado las riñas cotidianas y cargadas de fanatismos como todas esas actitudes que hagan perder el “sentido de la responsabilidad”, dijo. “Lograremos sobrevivir en este mar abierto a las pruebas que nos esperan, como hemos hecho en momentos cruciales, porque disponemos de grandes reservas humanas y morales, pero a condición de que actúe entre no-sotros nuevamente ese cemento nacional unitario (...) No sé cuándo sucederá, pero ésta es la condición para la salvación de todos”, subrayó. Afuera, las “flechas tricolores” –los aviones que despiden humo con los colores de la bandera italiana– surcaban el cielo de Roma y los edificios importantes de la península eran iluminados de verde, blanco y rojo.
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