EL MUNDO › ENTRE EL TEMOR Y LA ESPERANZA
› Por Kim Sengupta *
La guerra se acerca a Ben-ghazi día a día, a veces hora a hora. Era en Zuwaytina al anochecer, ahora es en Abdulla Athi, sólo a 80 kilómetros. Los combatientes rebeldes a su vez están desafiantes o intimidados o confusos. En ocasiones luchan, pero mayormente es una larga retirada forzada debido a las descargas por tierra y aire de las fuerzas del coronel Khadafi.
La única esperanza realista de evitar la derrota y la represalia que seguirá inevitablemente llegó anoche con la decisión de la comunidad internacional de llevar adelante una acción militar. Horas antes, la noticia de que Estados Unidos estaba considerando ataques aéreos produjo aplausos en los cafés donde los clientes estaban pegados a los noticieros de la televisión. Ver dos fragatas extranjeras aumentó las expectativas.
Los barcos de guerra no intervinieron durante los dos ataques aéreos sobre Benghazi ayer, ambos dirigidos al aeropuerto que ya era inoperable debido a bombardeos anteriores. Un avión se cayó, un “avión enemigo” destruido en la batalla, según afirman tanto los rebeldes como el régimen.
La capital de Libia Libre mientras tanto continuaba con su estilo de vida fracturado. Hubo marchas y los cánticos por la democracia eran intercalados con gritos de Alá hu Akbar. Los autos se dirigían fuera de la ciudad, con las familias apiladas con sus pertenencias, mientras los disparos se escuchaban en los perímetros de la ciudad. Unos pocos del liderazgo rebelde se fueron. Algunos de los que permanecían repetían el ahora familiar mantra de que Benghazi será salvada, que las tropas del coronel Khadafi se tendrán que retirar, que hay un plan militar para esto. Esa era la esperanza que quedaba para los rebeldes que se retiraban a Abdullah Athi. “No podíamos mantener nuestra posición, no sé si la podemos mantener aquí, está demasiado expuesto”, dice Afhraf Faraz Ali. “Pero tendremos mejores defensas en Benghazi. Ahí estamos preparados.”
Pero no había una evidencia visible de esto, ninguna señal de que se estuvieran preparando defensas para el ataque que se viene. Los jóvenes combatientes en los puestos de control de la ciudad estaban nerviosos. “Fuimos al frente, pero nos hicieron regresar”, dijo nerviosamente Mohammed Akhoki, de 19 años de edad. “Dijeron que nuestros rifles no podían competir con las armas pesadas de los hombres de Khadafi. Pero hubiéramos preferido enfrentarlos ahí, cuando estaban más alejados. Nos han dicho que no los dejemos entrar a Benghazi. De manera que lucharemos y probablemente moriremos.”
Pero ayer a la tarde el régimen estaba en control del puerto de Zuwaytina y de la ciudad de Adjabiya, y sus fuerzas habían hecho un rodeo hacia el sur desde donde estarían en posición de sellar la frontera egipcia, la principal fuente de abastecimiento para el movimiento de protesta, y también para llegar a Tobruck, la única otra ciudad todavía en manos de los rebeldes. El principal hospital de Adjabiya no pudo enviar a los heridos graves a Benghazi. Había alrededor de 40 muertos ahí, incluyendo algunos niños muy pequeños. El doctor Hafid Bahlagi, que había estado trabajando sin dormir durante 24 horas, dijo: “Algunos de ellos podrían haberse salvado, si los hubiéramos enviado para un tratamiento correcto a tiempo. Pero se les disparaba a las ambulancias y fue imposible conseguir transporte. Hubo más jóvenes muertos de lo que habíamos visto”.
Khalid Abu, que había abandonado la ciudad durante un período de calma entre los disparos, vio una camioneta a un lado del camino con las ventanillas destrozadas y dos cuerpos adentro. “No sabemos si eran civiles o combatientes. Si parábamos nos arriesgábamos a ser atacados, estaban disparando a todo”, afirmó. Había habido algunos combates dentro de Adjabiya a la mañana con bolsones de resistencia de grupos del Shabaab, las fuerzas revolucionarias. Después de un tiempo éstos habían renunciado, ocultando sus armas, y buscaban refugio con los residentes. Pero eso no los ponía en puerto seguro, según Abu. “Hay partidarios de Khadafi que van con los soldados, señalan las casas. No hay ningún lugar seguro ahora.”
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Páginal12.
Traducción: Celita Doyhambéhère
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