Dom 17.04.2011

EL MUNDO  › MISRATA, LA UNICA CIUDAD DEL OESTE QUE SE ALZO CONTRA KHADAFI, QUEDO EN LA PRIMERA LINEA DE COMBATE Y ES BOMBARDEADA

Bajo fuego en la Stalingrado de los libios rebeldes

Sale el sol y comienzan a caer los cohetes en la única ciudad que se plegó a la revolución en el oeste libio. A 150 kilómetros de Trípoli, Misrata ya tiene valor de símbolo y las fuerzas del dictador la bombardean sin piedad ni cuidados.

› Por Kim Sengupta *

El “coro del amanecer” llegó a tiempo. Los misiles aterrizaron con un ruido ensordecedor, quemando edificios y matando o mutilando gente. Era el inicio de otro nuevo día en Misrata, la ciudad cuyo destino decidirá cómo sigue esta brutal guerra civil. El bastión, sitiado y maltrecho, se convirtió en la Stalingrado de Libia. La caída de Misrata no sólo será un enorme triunfo simbólico y psicológico para Muammar Khadafi, sino que también significará el fin del poder opositor en el oeste del país.

Es su determinación y su de- safío lo que más enfurece al dictador libio, que está en Trípoli, a sólo 150 kilómetros de Misrata. Los cohetes y los ataques diarios con artillería son vengativos e indiscriminados. Con ellos destruye las casas y mata y mutila a civiles. Más de 200 ataques fueron lanzados en las últimas 48 horas, en los que se asesinó a unas 40 personas y se hirió a unas 105. Aun para los estándares de Misrata, el bombardeo del fin de semana fue particularmente brutal. Los misiles aterrizaron en áreas residenciales, sobre un colegio y también en una calle donde la gente hacía cola para entrar a una panadería. Algunos de los que esperaban para conseguir un poco de pan pudieron escapar a la embestida inicial y refugiarse en un garaje. Pero la siguiente bomba dio justo en la entrada, iniciando un fuego del que no pudieron huir. Entre los que murieron estaba una madre de 33 años y sus dos hijas, menores de diez años.

Los funerales se realizaron en un patio de juegos, que se convirtió en el cementerio improvisado del distrito de Ghasr Ahmed, donde se contabilizaron más víctimas. (El camposanto oficial se volvió demasiado peligroso debido a la presencia de francotiradores.) Ahmed Wahid Nesri estaba yendo para allá para enterrar a su hijo, Amar. El chico de catorce años iba corriendo hasta su casa, cuando lo alcanzaron los tiros. “Su cuerpo estaba todo cortado. Espero que todo haya sido rápido. Si no fue así, habrá sufrido mucho”, dijo el padre. “No puedo dejar que su madre vea cómo quedó. No sé cuántos otros terminarán así. ¿Cuánto más va a durar esta situación?”, preguntó.

No hay tregua en la intentona de Khadafi contra Misrata. Una y otra vez, las tropas del líder libio procuran cortar el acceso al mar. Siempre existe el temor de que, con su superioridad numérica, las fuerzas del régimen puedan avanzar y llegar hasta el complejo portuario. Pero, sin duda, los revolucionarios se benefician al estar en un terreno urbano que conocen muy bien. Y, a diferencia del este del país, donde las

ineptas fuerzas rebeldes se escaparon del fuego gubernamental, los combatientes de Misrata son fuertes, con capacidad organizativa y de recuperación.

Los miembros de la resistencia recuerdan un reciente y fallido ejemplo de ayuda desde Benghazi, en el este. Un grupo de 30 combatientes llegó desde la capital de la Libia libre para mostrar a sus compañeros locales cómo continuar con la campaña. En sólo 48 horas, estuvieron de vuelta en casa, después de experimentar su primera insurrección en Misrata.

La partida se produjo después de que visitaran la calle Trípoli, que se convirtió en un foco de enfrentamientos. Parte de la larga calle terminó siendo un callejón de francotiradores gubernamentales. Desde allí fueron heridos varios civiles antes de que se volviera un área desértica. Otras partes se convirtieron en un campo de batalla. Los edificios destrozados cambian de mano en cuestión de horas. Las mercaderías todavía permanecen en las vidrieras de algunos comercios, entre los que se incluye un negocio de deportes en el que se ven carteles del Manchester United y del Chelsea.

Un combatiente, Ashraf Ibrahimi, resaltó la gratitud de los rebeldes a la OTAN por sus ataques aéreos. “Pero realmente necesitamos más. Esto no es un combate de pares. A Occidente le interesa que Misrata siga de pie. Khadafi dice que detrás de la revolución está la red Al Qaida, lo que es absurdo. En Misrata, tenemos la más alta tasa de alfabetismo del país. Aquí nuestra discusión pasa por si vamos a adoptar un modelo europeo o americano para cuando estemos viviendo en democracia”, explicó.

La casa del doctor Abdul-Baset Hussein fue alcanzada por un misil y quedó prácticamente en ruinas, lo que lo obligó a mudarse con su familia. Al mirar a los recién llegados al hospital, sacudió la cabeza. “Necesitamos de todo. No tenemos ventiladores. Hay pacientes que se salvarían si estuvieran en hospitales decentes. Acá no podemos salvarlos. Para un médico y para cualquier ser humano, es terrible ver que eso suceda. Estos ataques diarios son deliberados. Es una prueba para ver cuánta presión puede aguantar una sociedad, cuántas pérdidas puede tolerar. Khadafi quiere destruirnos, así que esto va a seguir”, advirtió.

La importancia que el régimen le da a la captura de Misrata se refleja en la extensión del daño que está dispuesto a infligir. Los aviones occidentales reiteradamente destruyen las armas de Khadafi pero los reemplazos siguen llegando. Las pérdidas humanas resultan ser más difíciles de subsanar para las tropas del coronel. Cada vez son más jóvenes los que mueren o son capturados por los rebeldes. Abdurahaman Abu Salem, de 17 años, quedó como prisionero en un hospital después de haber sido operado por las heridas que tenía en el estómago. El muchacho denuncia haber sido baleado por uno de sus superiores después de haberse negado a participar en una operación. La denuncia puede ser verdadera o falsa, ya que fue proporcionada por un joven bajo custodia armada. Pero el terror que sintió en el frente fue lo suficientemente real. “Pensé que estaba en el infierno. Había tiros, gente cayendo, sangre por todos lados. No pensé que fuera a sobrevivir.” Y susurró sus próximas palabras: “No vi a mi familia en el último tiempo. No sé si la volveré a ver. Quiero que todos estos combates terminen”.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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