Hace tres días que el gobierno de Muammar Khadafi ordenó al ejército libio que se retirara de Misrata. Pero las fuerzas ignoraron las directivas y ayer reanudaron los combates en esa ciudad, uno de los escenarios más sangrientos de la guerra civil libia. Así, sumaron sus armas a la lucha que desde el anuncio oficial comenzaron a librar las tribus locales, enviadas por el gobierno. El saldo de los combates cerró la jornada de ayer en seis muertos y 34 heridos.

Si bien el viceministro libio de Relaciones Exteriores, Jaled Kaaim, había asegurado que las tribus, en reemplazo del ejército oficial, se encargarían de encontrar una solución pacífica al conflicto, el panorama cambió en pocas horas. La ciudad amaneció abruptamente despabilada con las ráfagas de cohetes y disparos casi ininterrumpidos de armas automáticas, según consignaron periodistas de medios internacionales. Las versiones informativas coincidieron con las de testimonios de combatientes de Misrata. “Unas veces combatimos contra hombres uniformados del ejército, otras contra hombres de civil. Ahora se sumaron combatientes tribales procedentes del sur”, explicó Omar Rajab, un insurgente.

La media docena de muertos y las otras tantas decenas de heridos engordaron ayer la lista de víctimas, que no cesa de crecer desde el inicio del conflicto, a mediados de febrero. El sábado, Misrata registró el balance más grave de los 65 días que lleva siendo terreno de ataques y contraataques, con 28 muertos y un centenar de heridos.

Pese a que el ingrediente profesional de las tropas leales a Khadafi, los militares reanudaron su accionar, los rebeldes anunciaron que habían logrado hacer retroceder a esas fuerzas. “Los hombres de Khadafi retroceden. Los rebeldes tratan de cercarlos en el antiguo hospital público. Es el último reducto que defienden, pero aún resisten”, apuntó un doctor del frente de batalla. Un tramo importante de la calle Trípoli, la principal de la ciudad, que durante la batalla se convirtió en la línea de frente, pasó bajo control rebelde y los insurgentes se tomaron el edificio Tameen, donde francotiradores hacen estragos desde hace varios días.

Fronteras afuera de Libia, la comunidad internacional se debate entre reproches, consejos y ayuda monetaria. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) pidió a los civiles que se alejen de las instalaciones militares localizadas en el país, después de haber tenido que retrasar el sábado el primer ataque con aviones no tripulados contra las tropas fieles al gobierno debido a la supuesta presencia de personas en las cercanías. “Los ataques continuarán y pedimos a los civiles en las regiones afectadas que se distancien de las fuerzas del régimen, de las instalaciones y equipos”, señaló el organismo regional, a través de un comunicado. Según el documento, los operadores de los aviones no tripulados habían detectado a un grupo de personas que jugaban al fútbol cerca de la zona que iba a ser atacada y retrasaron la operación hasta que las personas se dispersaron. La OTAN anunció que sus aviones efectuaron más de tres mil salidas desde que asumió las riendas de la intervención militar aérea a fines de marzo.

Según el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur), más de 570.000 personas han huido de Libia desde el comienzo de la revuelta contra el régimen el 15 de febrero. El éxodo, que se volcó en su mayoría a países europeos, encuentra cada vez más resistencia de algunos integrantes de la Unión Europea. El ministro francés para Asuntos Europeos, Laurent Wauquiez, consideró imprescindible que los acuerdos que permiten la libre circulación por territorio europeo puedan suspenderse de forma temporal en el caso de flujos migratorios pasivos.

A todo esto Kuwait, el rico emirato petrolero del Golfo, acordó enviar 50 millones de dinares (alrededor de 180 millones de dólares) al Consejo Nacional de Transición, que reclama el cambio en Libia.