Mié 19.02.2003

EL MUNDO

La libertad de expresión, bajo libertad de presión

Unos 500 periodistas podrán vivir en vivo y en directo, en el frente, la planeada guerra en Irak, pero tendrán severas restricciones para contar lo que verán y oirán.

Por Enric González *
Desde Washington

La más que probable invasión de Irak no será una guerra invisible, como lo fue la de 1991. El Pentágono ha decidido que la prensa esté presente, con una cercanía sólo comparable a la permitida durante la Segunda Guerra Mundial. Los periodistas, medio millar en total, serán asignados a distintas unidades de combate y viajarán, comerán y vivirán con los soldados. Algunos de ellos podrán ver, por tanto, lo que ocurre en el campo de batalla. Pero no podrán contarlo todo, porque las “reglas de juego” establecidas por el mando militar estadounidense son muy estrictas.
El Pentágono ha enviado a los medios de comunicación un programa para la cobertura de la guerra basado en el embedding, o empotramiento, de periodistas en las unidades militares. La nueva estrategia informativa, patrocinada por el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, supone un cambio radical respecto del secretismo y el alejamiento de testigos practicados desde Vietnam. Las crónicas de los reporteros contribuyeron a la impopularidad de aquel conflicto y abrieron una brecha profunda entre los generales y la prensa, reflejada en la opacidad de la guerra del Golfo.
Pero ni en Vietnam fue el Pentágono tan transparente como, en principio, parece dispuesto a serlo ahora. Entonces, los periodistas realizaban excursiones al frente desde la retaguardia, y contaban con bases seguras en Saigón. Ahora, si hay invasión, quienes sean asignados a unidades de combate vivirán en el frente, recibirán como los soldados las vacunas contra el ántrax y la viruela y dispondrán del equipamiento militar de protección contra ataques químicos, bacteriológicos y nucleares.
En palabras de Brian Whitman, el portavoz del Departamento de Defensa que coordina la cobertura de la guerra, “será algo histórico”. Sólo unas pocas decenas de periodistas estuvieron presentes en el desembarco de Normandía. Esta vez, al menos 500, de los cuales un centenar de medios no estadounidenses, estarán desplegados en compañías del Ejército, buques o bases aéreas. Ni Whitman ni sus superiores quieren extenderse en las razones del cambio de política en el Pentágono, y prefieren no hacer comentarios sobre la posibilidad de que la intención de Rumsfeld sea disponer de testigos para rebatir la propaganda enemiga. La convivencia continua del periodista con los soldados garantiza que la cobertura tenderá a ser benévola hacia los compañeros de trinchera. Como indica Donatella Lorch, corresponsal de guerra de Newsweek, es muy difícil ser crítico en esos casos.
Por otra parte, la transparencia será relativa. El periodista no podrá contarlo todo, ni mucho menos. La lista de prohibiciones contiene 19 apartados, entre los que se incluyen los siguientes: no informar sobre operaciones en curso, canceladas o futuras o sobre los lugares concretos donde se registran los hechos hasta que ello sea autorizado expresamente, no hablar de la efectividad del enemigo o de la información que se dispone sobre él, no identificar a los prisioneros enemigos y no referirse a aviones o barcos desaparecidos o bajas propias hasta que concluyan las operaciones de rescate y se haya establecido contacto con los familiares.
El éxito o el fracaso de una operación sólo podrán ser descritos “en términos genéricos”, y en casos concretos el jefe de la unidad podrá vetar o embargar el trabajo de la prensa. Los periodistas deberán en todos los casos viajar en vehículos militares, por lo que sólo llegarán hasta donde el jefe de la unidad decida transportarles.
De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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