EL MUNDO
› INVOCANDO A DIOS, BUSH VOLVIO A DEFENDER LA GUERRA ANTE SU PUEBLO
Habló el Padre de una gran familia
En una larga conferencia de prensa en vísperas de una sesión clave del Consejo de Seguridad de la ONU, George W. Bush procuró calmar las ansiedades de su pueblo respecto de la guerra contra Irak, pero dejó claro que se viven los últimos días antes del ataque.
› Por Claudio Uriarte
“Estamos en las fases finales de la diplomacia, y presentaremos una nueva resolución en la ONU.” Esto fue lo más trascendente que dijo George W. Bush ayer sobre Irak, en una conferencia de prensa de 50 minutos en que esencialmente repitió cuatro o cinco frases o conceptos del derecho y del revés, en distintos ordenamientos y combinaciones o cruzándolas entre sí, como en una especie de versión oral del juego del scrabble. Por ejemplo: “Saddam Hussein no se está desarmando”. “Si no se desarma, lo desarmaremos nosotros.” “Esperemos no tener que ir a la guerra.” “Saddam Hussein es un agresor contra sus vecinos y su propio pueblo, y una amenaza para todas las sociedades libres.” “El costo de actuar es menor que el de no hacer nada.” Y así sucesivamente, aunque lo importante no estuvo en lo que se dijo, sino en cuándo se lo dijo.
Esencialmente Bush repitió, en el tono más intimista de lo que la Casa Blanca presentó como “una conversación con el pueblo norteamericano”, lo mismo que había dicho con acentos épicos en su mensaje del Estado de la Unión. Pero ahí estuvo la diferencia importante, que recontextualiza la cadena de trivialidades y de lugares comunes que emitió ayer el presidente: que el momento ha cambiado, que sus palabras fueron pronunciadas en la víspera de una sesión crucial de hoy en el Consejo de Seguridad de la ONU y que el Consejo se encuentra cada vez más polarizado contra él, en un trasfondo cambiado por el estallido de marchas antiguerra en todo el mundo, y en medio de una situación en que la popularidad interna de Bush está en baja: una estrecha mayoría de quienes contestaron una encuesta divulgada ayer por la Universidad de Quinnipiac, Connecticut, por ejemplo, dijo que elegiría a un demócrata y no a Bush si las elecciones presidenciales fueran ahora.
El mensaje del electorado es transparente: quiere más de acción en la estancada economía que de guerra contra Irak, y si tiene que haber guerra, la acepta sólo a condición de que el Consejo de Seguridad la autorice. Por eso Bush declaró que él quería la paz, para condicionar seguidamente que “paz sin desarme de Saddam no es más que una postura”. Por eso habló repetidas veces para calmar las ansiedades de las familias de los hombres y mujeres en uniforme que han sido movilizados, asegurándoles que tendrán “los mejores aviones, los mejores buques, las mejores armas” para combatir al tirano. Por eso enfatizó también que reza no sólo por ellos sino “por la población civil iraquí”, a la que se comprometió a “evitar dañarla” en la medida de lo posible, y a la que prometió nuevamente un futuro repleto de comida, medicinas, educación, libertad y democracia.
“It’s scripted” (“Esto sigue un guión”), bromeó, cuando un periodista trató de alterar el turno de las preguntas, y así lo pareció, en más de un sentido. Porque los periodistas parecían haberse repartido las preguntas de una tómbola donde se hubieran depositado las preocupaciones completas del pueblo estadounidense. Cuando le preguntaron por el costo de la guerra, se apresuró a decir que lo explicitaría en su solicitud de ayuda suplementaria al Congreso, pero no olvidó subrayar que “el costo del 11 de septiembre fue terrible: 3000 vidas, cada una de las cuales es un costo incalculable, y oportunidades perdidas”. Similarmente, cuando le preguntaron si no temía que el costo de una guerra fuera más terrorismo, repuso que “es difícil imaginar más terrorismo que el 11 de septiembre”. También volvió a estar presente el tono religioso, y Bush nuevamente se citó a sí mismo al repetir su frase célebre del Estado de la Unión: “La libertad no es el regalo de Estados Unidos a su pueblo, sino el de Dios a cada miembro de la humanidad”.
Pese a todos los tonos conciliadores y tranquilizantes, la presentación no estuvo exenta de sombras de amenaza. Por ejemplo, cuando dijo que sometería su nueva propuesta de resolución al Consejo aun si no tenía la mayoría asegurada, “para que quede claro quién está de cada lado, y cuál es la utilidad del Consejo de Seguridad”. En otras palabras, el presidente está amenazando con consignar el Consejo de Seguridad a la irrelevancia si no vota junto a EE.UU., Gran Bretaña y España. También minimizó la posibilidad de un nuevo cronograma y negó que vaya a haber un nuevo ultimátum a Saddam Hussein. Y destacó: “No necesito el permiso de nadie para defender la seguridad de los norteamericanos”. Amén.
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