EL MUNDO
› OPINIÓN
Un sitio para la izquierda
› Por Susana Viau
Dresden y Guernika, dos ciudades destruidas por bombardeos, enviaron a las Naciones Unidas una carta conjunta contra el inminente ataque a Irak. En ella describen cómo vive la población civil una tragedia semejante. A las inéditas manifestaciones de febrero, a la condena casi unánime, se agregaron las de este sábado, producidas mientras Bush, Blair y Aznar se reunían a cabildear en las Azores. El New York Times sostuvo por todo ello que el mundo vuelve a tener dos polos: Estados Unidos y la opinión pública internacional. A nadie escapa que ni a Putin ni a Chirac los anima la repugnancia moral frente una guerra de rapiña; que “Elf” es la palabra clave para explicar la intransigencia francesa, envuelta en el perfume de una supuesta tradición humanista e ilustrada que irrita a Donald Rumsfeld. Pero es su coincidencia objetiva con el reclamo del nuevo polo lo que da fuerza y legitima el rechazo de un sector del Consejo de Seguridad al bombardeo a Bagdad.
Desprovista de ese ropaje, la diplomacia norteamericana, por el contrario, quedó en cueros. Se le cuentan las costillas en México, donde Tony Garza juega a la amenaza en estrecha colaboración con José María Aznar –a quien la prensa le aplicó el mote de “gachupín” (español americanizado) y de “capataz”– y golpea en las zonas sensibles. El presidente de la corporación empresaria fue el primero en acusar el castigo y, asustado por el fantasma de las represalias comerciales, el señor Rangel se hizo cruces imaginando lo que pasará con la producción mexicana que se vende en un 90 por ciento al otro lado del Río Grande, y con el gas natural que llega del norte, si Fox sigue empecinado en cambiar de rincón ponerse esta vez más cerca de Dios que de los Estados Unidos. Pero es el embajador en Rusia, Alexander Vershbow, quien ha mostrado con cegadora claridad la transmutación de las extorsiones sutiles en aprietes mafiosos. El rol de Moscú en Irak el día después, explicó, “dependerá del desarrollo de la situación estos días. (...) Rusia tiene intereses muy grandes en la región, pero aún queda por determinar si encaja en el proceso de reconstrucción de Irak y de qué forma (...) Vamos a estimular a la nueva administración de Irak para que invite a inversores extranjeros a desarrollar con rapidez el sector del petróleo, pero puedo intuir que la postura del nuevo gobierno también dependerá de la aportación que uno u otro país hizo para la solución de la actual crisis”. Vershbow no sólo habla desde un presente que para el resto del mundo aún no ha sobrevenido: lo hace como un gangster. La jerga es apropiada: el vaquero fascistoide entró a la Casa Blanca de la lumpen política (tenías como casi siempre razón, admirado Brecht: no había nada de que alegrarse tras la derrota del Eje. La perra que los había parido iba a volver a estar en celo).
Hay quienes creen que esta “justicia infinita” de Bush desembocará en hegemonía infinita. Temen que se trate de una jugada magistral y satánica que mata varios pájaros de un tiro: el control del petróleo y el reordenamiento del mundo árabe y, en simultáneo, la reconfiguración del mapa europeo, dividido y con una parte del continente satelizado. Bush, se lamentan, ha descabalado la UE, la OTAN y la ONU (que, se presume, un Aznar de improbables chances electorales aspira a presidir) y debilita a Europa. Nada de eso implica una modificación sustancial a lo conocido ¿O acaso no fueron precisamente así las cosas durante los ‘80 y los ‘90? Existe, por fortuna, otro modo de ver y es el que intuye que en esto, lo único infinito es la torpeza; que la colisión entre los intereses francoalemanes y los de Bush tensa la cuerda y saca una porción de Europa de su protectorado implícito; que Rusia, otra desperfilada tras la caída del muro, también parece tener algo que decir en la ocasión y recupera, aunque sea en forma de veto, restos de su perdida importancia; que Corea del Norte desafía a los nuevos McArthur con un ejército de auténticos combatientes y no farolea cuando les aconseja a los americanos andarse con tino; que América latina, con sus más y sus menos, se resiste a involucrarse en la masacre; que el aventurerismo de Aznar, Blair yBerlusconi está haciendo trizas su frente interno y es la piedra que rompe la ventana para dejar entrar un poco de aire puro.
Un precio alto el que se pagará por esta revivificación, si es que sucede. Pero no más que los 300 muertos americanos contra los 200 mil iraquíes de la Operación Tormenta del Desierto, o los kosovares sepultados por las bombas de la OTAN sin que se moviera una hoja, sin que la izquierda, desconcertada, atinara siguiera a pestañear. Hoy esa izquierda tiene un sitio, una voz, un discurso que sólo en su boca puede sonar sincero. Atisba, además, la chance de terminar con la larga noche defensiva, llena de vacilaciones y vacía de ideas y de pasión; entra en sintonía con el sentimiento mayoritario. Nada de esto ocurría un año, una década atrás. Se trata de una oportunidad, la de que la primera baja de esta guerra sea el miserable, salvaje mundo unipolar.