–La crisis que se vive hoy, con una única superpotencia mundial que amenaza con desatar una guerra, es consecuencia del nuevo orden internacional que usted inició al emprender las reformas en la URSS. ¿Alguna vez pensó que el mundo podría llegar a esta situación cuando impulsó la Perestroika?
–La actual crisis internacional no es consecuencia de un nuevo orden mundial, ya que tal orden no logró establecerse después del fin de la Guerra Fría y en esto radica el meollo del asunto. La Perestroika se relaciona con todo esto sólo porque está vinculada con la liquidación de la Guerra Fría. En esto consiste su mérito histórico de alcance mundial. Además, la Perestroika fincó los cimientos para el inicio de una política diplomática internacional de no confrontación.
–¿Pensaba que el mundo podía estar en la situación en la que hoy se encuentra?
–Yo siempre dije que la política se construye sobre los intereses, y la nueva política internacional tiene que basarse en el equilibrio de éstos.
Sin embargo, suponía que la humanidad del siglo XX ya había recibido suficientes lecciones como para apoyarse cada vez más en los principios humanitarios y en las normas reconocidas para establecer las relaciones entre los gobiernos. ¡Pero qué lástima! Este proceso resultó frenado particularmente, porque una figura de semejante tamaño como la Unión Soviética ya “está fuera de la jugada”. Y precisamente la Unión Soviética fue la iniciadora de la aplicación de estos principios.
–¿Qué le parece el mundo con EE.UU. como única superpotencia y una comunidad internacional dividida y débil?
–Sí, EE.UU. es la única y, estoy seguro, la última superpotencia de la historia. Después de que la Guerra Fría terminó, ellos tenían un gran potencial para aprovechar la situación en beneficio de la comunidad mundial... Pero cometieron un gran error de soberbia y ambición: se mostraron ante el mundo como vencedores de esta guerra, y en consecuencia comenzaron a comportarse como una superpotencia que se cree todopoderosa e impune.
–¿Y en ese error está el origen de lo que está pasando?
–Sí, después de todo, las raíces de la crisis actual se encuentran en ese error, y por supuesto que también están directamente relacionadas con el crimen espantoso del 11 de septiembre de 2001. Los principios que delimitan la política mundial resultaron insuficientes, sobre todo porque Europa (toda Europa) se rezagó demasiado en el descubrimiento de sus posibilidades que le podrían llevar a una unión, y la Europa de la Comunidad Europea y la OTAN hasta este momento no se ha puesto de acuerdo en una política unificada.
–Ante la ineficacia de la OTAN, la ONU y la desaparición del Pacto de Varsovia, ¿qué tipo de Perestroika o reconstrucción debería emprender la comunidad internacional para construir un nuevo orden mundial?
–Según el ideal, la ONU tendría que ser la generadora de un nuevo orden mundial después del fin de la Guerra Fría, pero perdió esta posibilidad porque fue desacreditada demasiado, se debilitó mucho en los años de la Guerra Fría, y durante mucho tiempo sus recomendaciones y decisiones fueron pisoteadas. El Pacto de Varsovia que usted menciona murió de muerte natural. La OTAN está transformándose muy lentamente y con una morosidad increíble en comparación con la rapidez con que marcha la historia en nuestros días, pero la OTAN sí puede ser útil en el establecimiento y promoción de este nuevo orden mundial. Sin embargo, el papel principal se lo concedo a la ONU.
–Si el presidente Bush desata la guerra sin el apoyo de la ONU, ¿cuáles cree que serán las consecuencias en las relaciones entre Estados Unidos y el mundo?
–Si ocurre la guerra en Irak, con todo y la gran ola de protestas mundiales contra esta guerra, y a pesar también de las opiniones y valoraciones de los dirigentes de la mayoría de los países, entonces esta guerra se considerará como un crimen contra la comunidad internacional. Y no importa qué formas asuma este enjuiciamiento, ni si se hace abierta y vigorosamente. Hay una doctrina oficial de Estados Unidos sobre el uso de los “golpes preventivos o de otro tipo”, y sobre la elección arbitraria de los blancos, pero conociendo a Estados Unidos, pienso que no va a tomar este camino tan peligroso porque produciría un caos general y acarrearía un daño enorme, precisamente por los intereses de la seguridad nacional que están contemplados en dicha doctrina. Los estadounidenses, por supuesto, no abandonarán sus ideas hegemónicas, pero en caso de guerra, el mundo dejará de creer definitivamente que esas ideas puramente nacionalistas y egoístas contienen además (como se ha dicho) objetivos humanitarios. Y sin esta confianza, a final de cuentas ninguna política exterior es efectiva en el siglo XXI.
–¿Cómo tranquilizar a Estados Unidos?
–A Estados Unidos lo puede tranquilizar el tiempo. Tienen que cerrarse las heridas horribles y profundas que dejó el 11 de septiembre de 2001 en el pueblo y en las altas esferas de la sociedad estadounidenses. A esto puede ayudar la política equilibrada y en particular la participación activa de Estados Unidos para desentrañar los motivos profundos del terrorismo actual. La demostración de la fuerza más el uso de ésta es un arma de doble filo que puede defender temporalmente pero no cura el mal del terrorismo. Sólo pone la enfermedad en estado latente más profundo y se crea un círculo vicioso.
–¿Qué opinión tiene de George W. Bush?
–Su postura hacia Irak perjudicó terriblemente su imagen como líder político y como ser humano, pero, como se dice, “nunca es demasiado tarde”. Conociéndolo un poco, después de todo no pierdo la esperanza de que vuelva a administrar los asuntos mundiales de manera equilibrada.

Traducción de Saniya Majmutova y Julio Aguilar.