EL MUNDO › ESCENARIO
› Por Santiago O’Donnell
Momento clave para Chile. Momento constitucional, lo define el destacado politólogo de la Universidad de Chile, Manuel Antonio Garretón, al teléfono desde Santiago. Los estudiantes negocian directamente con el presidente Piñera, algo que ya sería llamativo en la Argentina, imagínense en un país tan estructurado y formal como Chile, donde hasta ayer los interlocutores habituales de estos líderes sociales eran los camiones hidrantes de los carabineros. Pero los chicos crecieron. Sus protestas desnudan el agotamiento del sistema político y del modelo socioeconómico heredados de la dictadura de Pinochet. Un actor en movimiento, organizado y articulado horizontalmente en todo el país, con amplio consenso social, va más allá de la indignación y plantea una agenda. ¿Se sigue reformando lo que dejó Pinochet o se empieza de nuevo? ¿El momento se congela o fluye hacia un proceso refundacional? Todo eso está por verse. Garretón plantea un camino, un horizonte posible, pero al mismo tiempo advierte que ese camino está repleto de contradicciones.
El escenario. “En este momento los estudiantes intentan retomar la cuestión de las movilizaciones para reforzar las negociaciones que tienen con el gobierno, mientras el gobierno los presiona con la amenaza de cerrar el año lectivo el 7 de octubre, y así muchos estudiantes perderían sus becas y tendrían que pagar sus préstamos por no cumplir con los días de clase. Ha habido otras manifestaciones paralelas como la de (la central obrera) CUT, de trabajadores de la salud en contra del sistema municipal, pero son más bien reclamos puntuales. Con los estudiantes la agenda está planteada y lo que está en juego es una serie de demandas en términos de la calidad, la equidad y el endeudamiento. Esto hay que resolverlo aumentando recursos y haciendo algunas reformas versus hay que refundar el sistema de educación primario, superior y universitario.”
Las demandas. “Hay acuerdo sobre los temas fundamentales y se están estableciendo las condiciones del diálogo. Los estudiantes dicen que no pueden negociar con una pistola en la cabeza. Piden que el gobierno congele el decreto que establece el cierre del 7 de octubre. Los estudiantes exigen también que haya transparencia en el debate, que las discusiones sean televisadas. Y que no se envíen proyectos de leyes educativas, como el proyecto para aumentar el valor de las becas y rebajar las tasas de crédito de los préstamos estudiantiles del seis por ciento al dos por ciento. Para los estudiantes sería un gran avance, pero a la vez plantea una tensión, porque sería tomar el camino de mantener el sistema y aliviar la situación, evitando un cambio más sustantivo.”
El límite. “El único instrumento que tienen los estudiantes son las movilizaciones. Las protestas no sirven si no hay un momento de solución, no pueden ser indefinidas. Por eso los estudiantes quieren el máximo de garantías para avanzar. De las doce demandas que presentaron, el gobierno contestó cuatro, ninguna de fondo, y dos puntos que dijeron que no van a conceder, el de la gratuidad y el del lucro en la educación primaria y superior. Tampoco va a conceder el tema del lucro, aunque estuvo de acuerdo en discutirlo en primer lugar, como exigen los alumnos. La respuesta a la desmunicipalización es vaga, aunque no creo que lo revisen a fondo. El tema de la calidad es más de fondo, donde el gobierno plantea mejorar los controles con más recursos versus la idea de que la calidad y la equidad requieren un cambio estructural, por la fragmentación del sistema.”
El actor. “En los otros campos no hay un movimiento que se haga cargo del tema. Sólo puede hacer el movimiento estudiantil lo que en otras épocas hacían los trabajadores y los movimientos políticos. En Chile la tasa de sindicalización es del diez por ciento, la de negociación colectiva es del cinco por ciento. El gremio del cobre, por tener otras condiciones laborales, no tiene enraizamiento en el resto de la clase trabajadora, cuando hacen paro los demás gremios no adhieren. Por otra parte, si usted suma los estudiantes afectados, mala calidad y la desigualdad en los costos, y suma que el ochenta por ciento de las familias de los universitarios están endeudadas, obtiene una base social que respalda al movimiento que alcanza el ochenta, noventa por ciento de la población. No hay otro movimiento que alcance un segmento tan alto. Los demás son movimientos de descontento, indignados. Los estudiantes, además de estar indignados, tienen agenda, tienen contrapropuesta. El único otro campo estructurado con contrapropuesta es el movimiento mapuche, tiene una capacidad de incidencia muy acotada. Y a diferencia de los movimientos de consumidores, que son tremendamente dispersos, las universidades y escuelas están organizadas transversalmente en federaciones estudiantiles y forman una base estructural.”
El legado. “Estamos en una situación anómala en la que el presidente negocia directamente con el movimiento estudiantil. Refleja una ineficiencia del sistema político para procesar una demanda. El tema no se discute en el Parlamento porque los estudiantes no le tienen confianza después de la experiencia de los pingüinos (la protesta estudiantil del 2006), donde las principales demandas, terminar con la municipalización y el fin del lucro educativo, no quedaron en los acuerdos finales. El movimiento estudiantil ha tomado a su cargo dos cuestiones pendientes en el proceso de democratización del país. La transición chilena dejó sin resolver el tema modelo económico-social, cuyo eje central es la generación de desigualdad. Ese sistema, al crecer y expandirse, reproducía esa desigualdad. El sistema político genera un empate que impide cambiar el sistema educativo. Es un sistema donde la minoría manda e impone la agenda por el manejo del quórum. Es un sistema democrático, pero con ley de minoría, no de mayoría. Entonces no es posible cambiar el sistema educativo, trasladando el gasto de la familia al Estado como corresponde, ni cambiar el sistema de financiamiento universitario, o hacer una gran transferencia de recursos del Estado al sector educativo, si antes no se hace una reforma tributaria. Por eso lo que se busca es un cambio de eje en el modelo económico social, pero el sistema político no está en condiciones de procesar esa demanda.”
El instrumento. “En estos días se ha planteado la idea de un plebiscito, pero no me parece viable. No tiene sentido plebiscitar la educación cuando está pendiente un momento constitucional del país, que apunta a cambiar dos ejes, el político y el económico-social, que a lo sumo fueron corregidos, desde que empezó el proceso de democratización (en 1990). La percepción de que el modelo de reformas pospinochetista está agotado se ha hecho generalizada. Por eso la idea de ampliar la Concertación (de partidos políticos de centro y centroizquierda) para que emerja como el gran sujeto político del proceso refundacional, juntando partidos políticos y movimientos sociales para que surja un nuevo sujeto político, en cuya ausencia hoy actúan los estudiantes. La idea sería que las próximas elecciones municipales resulten en una gran derrota para el gobierno y triunfo opositor, y que en la próxima elección presidencial esté presente el dilema de la nueva sociedad versus el mantenimiento del sistema. Pero esta solución no da cuenta de la sensibilidad del movimiento social hacia los partidos políticos, y presenta el dilema de cómo incorporar nuevos actores muy desconfiados del campo político porque en ese campo pueden perder la autonomía la importancia que tienen.”
El momento. “Estamos en un momento refundacional. Hay que ver si este momento se transforma en un proceso refundacional, en proceso constituyente, o si se congela el momento con adecuaciones, reacomodos políticos y reformas en la educación y el paso de una época a otra queda congelado, a la espera de otros momentos. Es lo que hicieron todos los otros países de la región después de sus dictaduras, con constituciones nuevas que marcaron un cambio radical en el sistema político, incluso en Argentina (con la reforma de 1994), también en Brasil, Ecuador, Venezuela o Bolivia. No digo que las reformas hayan sido buenas o malas, pero se hicieron. En este sentido, Chile marcha a la retaguardia de la región, no a la vanguardia.”
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