Mié 19.03.2003

EL MUNDO  › EN HORAS SUFRIRAN EL MAYOR BOMBARDEO AEREO DE LA HISTORIA. COMO LO ESPERAN

Crónica desde Bagdad antes de las bombas

Los bagdadíes no hablan de la promesa norteamericana de que en las primeras 48 horas caerán tres mil bombas. Para ellos, todo se resume en una expresión: “Las amenazas”. Y no muestran ardor guerrero. Sólo la resignación que les viene de las guerras pasadas, la última en 1991.

Por Francisco Peregil *

La mano derecha de Saddam Hussein, el primer ministro Tarek Aziz, hombre de rostro afable y maneras cordiales, recibe a un pequeño grupo de periodistas en el palacio presidencial. Pocas veces se verá un edificio con unos techos tan altos, unas lámparas de araña colgadas a la altura en la que uno va perdiendo el sentido de la proporción y ya no sabe si son gigantescas o sólo enormes, unos pasillos tan interminables, unas alfombras tan mullidas que se tragarían el taconeo de un desfile militar..., y todo ello, salones, pasillos, sillones, mesas y despachos, tan vacío.
Cuando Tarek Aziz se despida una hora después dará la sensación de que alguien apagará las luces y volverá a reinar la soledad sobre las alfombras rojas y marrones. Quien haya tenido la oportunidad de visitar algunos de los ocho palacios oficiales del Gobierno asegura que el presidencial es una especie de chalé adosado en comparación con otros más kilométricos y misteriosos. Cuando el cardenal Etxegaray visitó a Hussein, alguien de su séquito comentó asombrado que el conductor había estado durante media hora dando vueltas entre tres palacios hasta que por fin pudo encontrarse con Hussein en el de la República, el más importante de todos. Ese edificio y el puente que lo une al palacio de los Piadosos fue uno de los primeros objetivos en ser bombardeados en 1991 por los americanos.
Aquella noche del 17 de enero, las alarmas antiaéreas de Bagdad empezaron dos horas después de la primera bomba. En lo que iba a ser el mayor ataque aéreo de la historia, los americanos habían dejado de súbito casi aniquilado el sistema de defensa antiaérea desde el primer momento.
Y después llegaría el turno de los puentes: el Colgante, el de la República, el de los Mártires, el del Rey Faisal y el del Catorce del Ramadán quedaron tocados. La aviación norteamericana bombardeó cinco de los siete que unían entonces las dos orillas de la ciudad. Aquello fue clave en el éxito de los estadounidenses. Dividieron la ciudad y sus órganos de poder. En esta ocasión, todo lo que ocurra en Bagdad será más decisivo aún que entonces.
Bolsas de cemento
El jefe del Estado Mayor norteamericano anunció que en las primeras 48 horas lanzará 3.000 bombas sobre Irak. Tampoco llega esa noticia al mozo, al taxista o al profesor historia. Tampoco oyó casi nadie hablar de la supuesta bomba, el último ingenio de Estados Unidos, que aparentemente dejaría inutilizados los aparatos eléctricos, incluso los que se encuentren desconectados en el momento de la detonación.
El ciudadano de Bagdad habla de “las amenazas”. Y todo el mundo da por supuesto que buena parte de esas amenazas tendrán como destino Bagdad, ciudad cuyo significado es el huerto del hombre y cuyo primer nombre, al ser fundada por el califa Almanzor en el año 762, fue el de Ciudad de la Paz.
Muy pocos de los cinco millones de habitantes de Bagdad hablan inglés. Y apenas son dos los hoteles en los que se puede acceder a Internet. Además, introducirse en algunas páginas de Estados Unidos es poco menos que imposible. Por tanto, pocos bagdadíes habrán tenido la oportunidad de leer el semanario Newsweek, donde se advierte que el ejército de Estados Unidos no espera encontrar mucha resistencia en los 300 mil soldados regulares de Saddam, sino entre los 15 mil hombres que forman su Guardia Republicana, escogidos uno a uno entre las tribus afectas a Saddam. La revista, que cita fuentes del espionaje americano, señala que el objetivo de Saddam según las citadas fuentes sería que el número de bajas propias y norteamericanas creara un estado de opinión que llevase a un alto elfuego. En realidad, todo, hasta el momento, en este país de 22 millones de habitantes está por ver. Y contarlo no será fácil.
Muchos periodistas quisieran ver desde Bagdad todo lo que está por venir, pero el gobierno cerró la canilla de los visados. Cientos de peticiones se amontonan sobre las mesas del Ministerio de Información. Los que están fuera del país quieren entrar y los que permanecen en Bagdad no quieren salir. Más de cien periodistas en Bagdad aguardan el final del desarme o el comienzo de otra guerra.
En 1991, las autoridades iraquíes invitaron a marcharse a los medios un día antes de las bombas. Sólo la CNN y El Mundo permanecieron en Bagdad. Esta vez, Tarek Aziz prometió que los periodistas podrán quedarse en Irak. No obstante, los funcionarios del Ministerio de Información hacen todo lo que pueden por obstruir su estadía. Mientras tanto, los rumores previos típicos de un ambiente prebélico no paran de correr.
Si hasta el fin de semana el hotel de lujo Rashid pasaba por ser el más seguro, después la CNN y las agencias de noticias estadounidenses decidieron cambiarse a otro hotel en la otra orilla del río, y con ellos la mayor parte de los periodistas enviados aquí. Nadie quiere que el bombardeo lo encuentre al lado de la televisión oficial iraquí, que es donde se encuentra el hotel Almanzor; ni al lado de la sede del partido Baaz, que es donde se halla el hotel Rashid; ni al lado de un cuartel de la Guardia Republicana o de una central de la policía. Que el hotel tenga bunker o no, ya es lo de menos. Lo importante es saber qué hay a su alrededor. “En realidad –comenta un periodista con varios lustros de experiencia–, esto es cuestión de suerte. Al final te puede tocar, y si no, no hubieras venido. Si estamos aquí es para asumir el riesgo.”
Camino a Basora
En algunas partes del país, la escenografía de la guerra ya está preparada, a la espera del enemigo. El camino que conduce desde Bagdad hasta Basora, la ciudad más próxima a Kuwait, hace varios días que fue restringido a los periodistas. Sin embargo, una semana atrás un reducido grupo de reporteros españoles tuvo la oportunidad de visitar Basora por un día junto a los pacifistas españoles que llegaron desde Madrid para apoyar el no a la guerra. Durante seis horas de viaje en autobús se divisaban, a ambos lados de la autopista, cientos y cientos de pozos y trincheras con bolsas de arena encima. La propia Basora, una de las más castigadas en la guerra de 1991, ofrecía ya el aspecto de ciudad en guerra, con bolsas de arena por muchas esquinas y las sirenas antiaéreas ululando en mitad de la noche, en medio de una tormenta de arena. “Aquí estamos acostumbrados a las sirenas. Ya no nos sorprendemos ni nos inquietamos demasiado”, comentaba un médico de Basora.
El primer ministro Tarek Aziz reconoce que la principal arma de Irak será la sangre de su gente. Pero cuando se le pregunta: ¿entonces esto será una masacre, no?, Aziz replica diciendo que sí, pero que los únicos responsables de ese crimen serán los gobiernos de Estados Unidos, el Reino Unido y España. ¿Y cómo piensa el gobierno iraquí proteger a su gente? Aziz sostiene que la población ya sabe defenderse, que los ocho años de guerra contra Irán y la guerra de 1991 fueron el mejor entrenamiento.
Hace tres semanas el propio Saddam Hussein exhortó a los habitantes de Bagdad a que cavasen trincheras en sus jardines para defender la ciudad y la patria calle por calle, casa por casa. La frase, de cierto tono épico, partía de un supuesto erróneo. Y es que en Bagdad apenas hay jardines. Sólo los más adinerados gozan de un pequeño terreno delante de sus casas. Después hay muchos barrios pobres donde varias familias se hacinan en una misma casa.
No obstante, todos los entrevistados coinciden en señalar que la ciudad ha mejorado muchísimo en los últimos 30 años. Ahora se ven calles infectascon toneladas de basuras. “Pero cuando yo era pequeño –comenta un frutero de 30 años– todas las calles eran de barro. Y ahora, aunque sigue habiendo barrios muy pobres donde viven hasta 10 familias en una casa, la mayor parte están asfaltadas.”
No hay sirenas que abran paso a los coches oficiales. Si Saddam Hussein se desplaza estos días entre algunos de sus palacios oficiales o hacia algún bunker secreto, lo hará aguantando los atascos que sufre el resto de los ciudadanos. Si Bagdad fuese atacada dentro de pocas horas, el ardor guerrero de la población habría que improvisarlo.
Pero Bagdad partiría de una base: aquí nadie dice tener miedo a una nueva guerra. Los conflictos bélicos están en los genes de la ciudad. En su historia, la Ciudad de la Paz ya fue sitiada. Y en 1258 recibió la visita de los mongoles, algo que aún no se ha olvidado en Bagdad. Tanto es así que el propio Saddam Hussein comparó a los americanos con los mongoles. “Los americanos son aún peores”, señala el catedrático de historia Qhatan Abdul Sattan, especialista en la historia de Bagdad. “Durante una semana, los mongoles violaron y quemaron a la gente de Bagdad. Había montañas de cráneos por las calles. Entonces la ciudad tenía 800.000 habitantes; ahora somos cinco millones, pero estamos más indefensos todavía. ¿Qué quieren los americanos de nosotros ahora? ¿Cómo es que el gobierno de su país participa en esto? Los americanos destruyeron cinco de los siete puentes que había en 1991. Los reconstruimos y construimos otros seis. Bagdad ha sido siempre símbolo de civilización, de sabiduría. Venía gente de todo el mundo a aprender las más diversas materias en la época del califa Rashid, que es cuando surgen los cuentos de Las mil y una noches. Yo tenía 52 años cuando la guerra de 1991; ahora, 66. Mi fuerza no es la de antes, pero tengo más fe todavía, y la gente luchará con su fe.”
Pero aún es una incógnita, incluso quizá para el propio Saddam, la reacción del ejército. Aún no se sabe qué parte se rendirá y qué parte plantará cara hasta el último aliento. Y sobre todo continúa siendo muy difícil saber cuál va a ser la respuesta y la potencia de la que es el principal arma de Irak, según Tarek Aziz: su población.

* De El País, de Madrid. Especial para Página/12.

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