EL MUNDO
› COMO VIVEN EL CONFLICTO LOS ARGENTINOS QUE ESTAN EN ISRAEL
“No tengo miedo, yo me quedo acá”
Israel, donde emigraron miles de argentinos, es la retaguardia de esta guerra. En esta nota, tres de ellos cuentan qué se siente allá.
› Por Mercedes López San Miguel
Uno de cada seis inmigrantes en Israel durante 2002 fue argentino, un record de 6500 compatriotas. Muchos se exiliaron por la crisis política y económica post-diciembre de 2001 y porque Israel da buenos incentivos para los que llegan a sus centros de absorción (casa y comida), y en vista de la crítica coyuntura de los argentinos les provee un subsidio económico adicional. Ahora, abierta la ofensiva norteamericana en la región del Golfo Pérsico y la posibilidad de una escalada horizontal que involucre al principal aliado de Estados Unidos en la zona, se acentúa la amenaza de un ataque químico o biológico contra Israel. Tres argentinos en suelo israelí dieron sus testimonios a Página/12 sobre cómo es estar allá.
La posibilidad de que Israel se vea comprometido en acciones militares tiene varios motivos. Primero, por los antecedentes de 1991, cuando Irak lanzó 40 misiles Scud sobre Israel en la primera Guerra del Golfo –si bien de aquel ataque resultó un único muerto–. Segundo, el actual gobierno de Ariel Sharon es un aliado de la administración Bush y se reserva el derecho al uso de su fuerza militar en caso de que Irak lo ataque. En tercer lugar, la campaña que lleva adelante Bush podría provocar la enemistad del mundo árabe y mayores ataques del extremismo islámico –como Israel ya vive con la segunda Intifada palestina–. Desde que terminó el ultimátum de Bush para el desarme de Irak, Israel les comunicó a sus pobladores que deben llevar permanentemente consigo una máscara como parte del equipo de protección contra armas no convencionales. Además, les dio instrucciones sobre el “sellado” de cuartos, que significa cubrir las salidas de ventilación (ventanas y puertas) con aislantes de plástico y cinta adhesiva.
Vanesa Divelson, con tan sólo 19 años, está en el Ejército israelí y su tarea, según relató a este diario, es la de repartir a la población las máscaras antigás y enseñarles su uso. “Mi trabajo es darle a cada uno la máscara que le sea correcta y asegurarme de que todos la lleven, tengan o no la nacionalidad.” Explicó que “por televisión se explica cómo sellar los cuartos, todo el mundo lo puede hacer con unos nylons y cinta; además hay lugares abiertos las 24 horas en cada ciudad en los que refugiarse”. Interrogada si, respecto del aislamiento de los cuartos, habría algún tipo de riesgo, teniendo en cuenta a las dos personas que esta semana murieron asfixiadas, Vanesa respondió que “esas dos personas eran árabes que dormían –cuando no está autorizado dormir– y para colmo con la calefacción prendida”.
Esta argentina llegó a Farsaba hace dos años, acompañada de su madre, hermano y padrastro, mientras que su papá se quedó en Argentina. “Vinimos por sionismo y por la situación económica. Acá terminé la escuela, estuve ocho meses trabajando y luego ingresé al Ejército”, contó. A la pregunta de si vive con miedo por esta contingencia, Vanesa sostuvo que “en lo personal, no tengo miedo a un ataque químico o bacteriológico. Sé que hay un Ejército que se ocupa de la seguridad y que está listo para cualquier situación. La vida sigue igual que siempre... Yo me quedo acá”.
Otro argentino que reside en Israel, Pablo Arm, se refirió a que “ahora estamos completamente seguros, sobre todo al informarnos de que la zona oeste de Irak está bajo control de las fuerzas estadounidenses, justamente el área desde donde salen los misiles”. Para él, la vida parece no haber cambiado. Pablo, que es casado y tiene una hija, comentó que es “como si no pasara nada, pero por ejemplo mi sobrina postergó su casamiento porque pensó que no iba a ir nadie”. Pero se da cuenta claramente de los riesgos. “Mi esposa es directora de escuela, y la obligué a llevar la máscara para que los chicos la vean”, señaló.
Damián Blosztein, de 30 años, llegó a Israel en diciembre y fue a vivir al norte, a la ciudad de Naharia. Viajó por “desesperanza” por la crisis argentina y tiene idea de quedarse allá, donde viven también sus primos segundos. Damián contó que “tengo un poco de miedo. Voy con mi máscara atodos lados, porque es obligatoria”. Además, “preparé una habitación especial con nylons y guardé agua: si suena la sirena, sé que tengo que ir y quedarme ahí”. Esperanzado, Damián dijo que “no creo que vaya a pasar nada. De todas formas estoy en una zona alejada, y si hubiera ataques, lo más probable es que serían en Tel Aviv”. También aludió al clima que se respira en su entorno: “En mi casa vive una familia a la que hospedé porque la mujer tuvo ataques de pánico”. Blosztein, de ocupación comerciante, reflexionó que “indirectamente a Israel una guerra le conviene para su economía. Después de la guerra, será más fácil salir de la recesión”. Damián tiene sus padres en Argentina. Con la preocupación natural que les toca, “ellos están aterrorizados. Mi padre me llamó para decirme que me pagaba el pasaje de vuelta”, relató. Pero él no piensa irse.