EL MUNDO › EL EAAF COLABORA CON LA BúSQUEDA Y RELEVAMIENTO DE FOSAS COMUNES EN EL PAíS AFRICANO
El presidente del EAAF, Luis Fondebrider, cuenta su experiencia a partir de la caída del régimen de Khadafi. Es cauteloso al hablar del origen de las fosas comunes y destaca el interés de los libios por investigar ya mismo lo ocurrido.
› Por Adrián Pérez
Una foto blanco y negro de Irak y un tapiz multicolor guatemalteco: el reconocimiento internacional por la restitución de identidades, mediante técnicas científicas desarrolladas localmente, toma forma en un viejo edificio de techos altos ubicado en el corazón de Buenos Aires. El presidente del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), Luis Fondebrider, recibe a Página/12 en su oficina para hablar sobre su paso por Libia. A partir de la caída del régimen de Muammar Khadafi, la aparición de fosas comunes (un oscuro desenlace para los ajustes de cuentas entre distintas facciones) fue una constante en el país africano. Por pedido del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), el antropólogo viajó en septiembre como asesor para volcar su experiencia en la pesquisa de crímenes vinculados con la violencia política y étnica y observar el reconocimiento de restos óseos.
Durante dos semanas, Fondebrider evaluó en el terreno la preparación del sistema forense libio y trabajó en el diseño de un plan estratégico que permitiese identificar al tendal de muertos sembrados por la guerra. En el camino entre Trípoli y la frontera con Túnez el antropólogo reconoció las marcas de recientes enfrentamientos. Pese a ese panorama, afirma que la vida era normal en la capital y muestra su sorpresa por la urgencia de los familiares en conocer el destino de sus seres queridos. “En muy pocos países del mundo se empieza a investigar qué fue lo que pasó con las víctimas inmediatamente”, afirma.
Ante masivas exhumaciones hechas por voluntarios sin demasiada destreza, el Consejo Nacional de Transición (CNT) creó el 9 de septiembre una comisión que investigara las desapariciones. “El CNT se organizó rápidamente y entendió que los restos corrían peligro de ser destruidos”, concluye el antropólogo. Algunos cuerpos aparecieron a simple vista, en la calle o en la superficie de otros terrenos. Entonces se formaron grupos de voluntarios para trabajar en la recuperación de los cadáveres. La mayor preocupación de los libios pasaba por identificar a sus muertos y ofrecerles un entierro digno. Fondebrider derriba el mito que circula habitualmente sobre las enfermedades que los cuerpos generan cuando comienzan a descomponerse. “Si entran en contacto con el agua pueden contaminarla, pero de por sí no generan enfermedades”, asegura.
También se reunió con el Comité de Estabilización del CNT, creado para poner en funcionamiento al país tras la caída de Khadafi. “Me entrevisté con un delegado encargado del tema missing (desaparecidos), con varios comités oficiales que surgieron para trabajar este tema y con ONG de familiares y voluntarios que se organizaban para recuperar datos antemortem y comenzar las búsquedas”, señala. Los voluntarios fueron capacitados sobre el protocolo que debían seguir ante una posible exhumación y fueron instruidos en el manejo de información surgida de esa tarea. Arquitectos, biólogos, médicos y estudiantes con mucha formación, pero sin experiencia previa en técnicas forenses, se incorporaron a las cuadrillas de trabajo. El entrenamiento básico consistía en encontrar las fosas, fotografiarlas y documentar sus dimensiones, extraer los restos y clasificarlos para que la recuperación fuese lo más ordenada posible.
“Lo más importante es evitar que se hagan mal las cosas. Pero no me encargué de buscar los cuerpos”, aclara.
Su labor se desarrolló en dos fosas donde se aplicaron protocolos de trabajo del CICR y estándares forenses a nivel internacional. “Entendieron que no se podía seguir trabajando en forma desordenada y sin ningún tipo de capacitación. Se organizaron con un número de teléfono gratuito para que la gente llame y acerque información.” Cuando Fondebrider llegó a Libia, los combates habían recrudecido en Bani Walid y Sirte. Lo primero que recuerda haber visto fue el reconocimiento y la felicidad de la gente que se asomaba en calles y rutas para manifestar su agradecimiento y saludar al convoy de la Cruz Roja Internacional.
Fondebrider no pierde la cautela. Consultado por Página/12 sobre si los restos descubiertos en las fosas comunes pertenecían a personas ejecutadas por partidarios del régimen khadafista, el antropólogo señala que, aparentemente, esas muertes se registraron entre el 19 y 20 de agosto y podrían extenderse hasta el 24 de ese mes, días después de que las fuerzas rebeldes doblegaran la resistencia de las fuerzas leales al coronel libio para tomar el control de la capital.
El antropólogo encontró un excelente servicio médico-legal en el hospital de Trípoli. “Conocí gente consciente del enorme trabajo que tenían por delante, muy informada de lo que estaba pasando dentro y fuera del país, contenta y entusiasmada con el cambio”, comenta. Libia le dio su primera bienvenida con una guerra que en el asesinato de Khadafi escribió su último capítulo –amplificado a la enésima potencia por la televisión mundial–. Mientras en el extremo norte de Africa se abre un incierto abanico de salidas políticas, todo un pueblo espera que soplen vientos de cambio.
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