Mar 25.03.2003

EL MUNDO

Para el musulmán, ojo por ojo y diente por diente

El sargento musulmán norteamericano que atentó contra sus propios compañeros, matando a un capitán e hiriendo a 15 soldados, podría ser condenado a muerte por el hecho.

Por Ricardo M. de Rituerto *
Desde Washington

El sargento Hasan Akbar, soltero y de 31 años, un especialista en ingeniería en la División Aerotransportada 101, podría ser ejecutado por haber matado a un capitán y herido a otros 15 hombres en un ataque con granadas perpetrado en la madrugada del domingo contra sus compañeros, acuartelados en Kuwait. Los investigadores castrenses tratan de desentrañar la inesperada actuación del suboficial, un musulmán converso, reacción que algunos soldados atribuyen a un deseo de venganza. “Vienen a nuestros países y van a violar a nuestras mujeres y matar a nuestros niños”, dicen que dijo tras el ataque.
Según su madre, Quran Bilal, Akbar se sentía perseguido por ser musulmán. Recientemente fue sancionado por insubordinación y dejado en retaguardia, mientras parte de la división penetraba en Irak. Los portavoces militares no dan detalles sobre su comportamiento, fuera de un genérico “podría decirse que tenía un problema de actitud”, según George Heath, portavoz en Fort Campbell, la base de la división en Kentucky.
El sargento seguía detenido ayer en Kuwait, interrogado sobre el mortal incidente del domingo, cuando alrededor de la 1.30 de la madrugada lanzó una granada, que no estalló, en la tienda de mando de su batallón de ingeniería y otras dos o tres en sendas tiendas donde dormían otros soldados. Un capitán de 27 años perdió la vida y más de una docena de militares resultaron heridos, tres de gravedad. Las explosiones hicieron creer a los soldados que eran atacados por los iraquíes, acción a la que respondieron con sus armas. A la confusión se sumó la alarma antiaérea del campamento, lo que creó una situación caótica, con las tropas colocándose las máscaras antigás mientras se precipitaban a los refugios y buscaban posibles enemigos. Cuando cesó la alarma y se pasó lista, faltaba Akbar, que fue localizado oculto en un refugio.
Akbar era un especialista en operaciones de desminado y preparación del terreno para el despliegue de la artillería propia, que llevaba nueve años alistado. Nacido Mark Fidel Kools, cambió de nombre a Hasan Akbar de niño, cuando la madre se casó por segunda vez. “Me dijo: ‘Mamá, cuando estoy allí tengo la sensación de que me van a arrestar sólo por el nombre que tengo’” declaró ran Bilal el domingo a The Tennessean, el periódico de Nashville en el que también expresó su incredulidad por los hechos imputados a su hijo, acusaciones que atribuyó a represalias por su fe islámica. Bilal hablaba desde su casa en Baton Rouge (Louisiana), la ciudad donde Mark Fidel pasó los primeros años de su vida. Su padrastro, William, habló con The New York Times y atribuyó el malestar del sargento a motivos raciales. “Recuerdo que en las pasadas Navidades se quejaba de la doble vara de medir del ejército. Me dijo que para un negro era difícil ascender y que lo estaba pasando mal.”
En Campamento Pensylvannia, retaguardia de la 101 en Kuwait, donde se produjo el incidente, los soldados manifestaron al enviado especial de Los Angeles Times incrustado con ellos que tras el ataque varios le escucharon decir: “Vienen a nuestros países y van a violar a nuestras mujeres y matar a nuestros niños”. El sargento se enfrenta ahora a un tribunal de guerra en Fort Campbell con múltiples acusaciones, la más grave de las cuales es asesinato, que lleva aparejada la pena de muerte.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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