EL MUNDO
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Crímenes de lesa humanidad
Por Adolfo Pérez Esquivel*
La guerra anunciada y deseada por el presidente Bush se ha desatado. No se quiso escuchar las miles de millones de voces que se alzaron en el mundo para reclamar el derecho a la paz. La ONU fue ignorada y el derecho internacional pisoteado. La soberbia del poder no le permite escucharse más que a sí mismo.
¿Cuántas muertes necesitan Bush, Blair y Aznar para saciar sus apetitos? ¿Cuántas mentiras y desinformación de los grandes medios periodísticos, que buscan ocultar los muertos y heridos, necesitan para continuar engañando a los pueblos, queriendo mostrar la guerra como un videojuego, ocultando la crueldad y los horrores?
La realidad es dolorosa viendo la imposibilidad de frenar tanta locura y tantas mentiras. Estamos frente al pensamiento sin sentimiento, que es una tragedia, es el vaciamiento de valores éticos y espirituales que han llevado a la humanidad a este punto sin retorno, provocado por los responsables que desataron esta guerra, buscando justificativos para apropiarse de los recursos de Irak y continuar sus políticas de expansión mundial.
La hipocresía llega a límites insospechados. Han hecho abstracción del ser humano y de los pueblos, y para lograr sus objetivos no les importa ser genocidas; han vaciado sus palabras, sus discursos, de contenido, y los cubren de mentiras para ocultar el horror y las muertes. La ONU tiene que reaccionar y sancionar severamente a quienes han violado la Carta Orgánica del organismo, han violado el derecho internacional y han llevado a la humanidad a esta situación crítica. Deben ser llevados ante la Corte Penal Internacional para ser juzgados por su responsabilidad de criminales de lesa humanidad, aun cuando Estados Unidos haya rechazado la competencia de dicha Corte.
La ONU ha sancionado a otros países y debe hacerlo también con los poderosos. La fuerza de las armas no les dan la razón ni el derecho a actuar con total impunidad, ya que comportarse así es un grave peligro para todos los países. Los pueblos continúan sus reclamos para poner fin a la guerra y que se respete el derecho de autodeterminación de los pueblos a la vida y la paz. Los gobernantes que no saben escuchar o no quieren escuchar a sus pueblos no son dignos de gobernarlos. Es necesario repensar las democracias y los organismos internacionales, así como encontrar nuevos caminos de vida y convivencia entre los pueblos.
* Premio Nobel de la Paz 1980 y director del Servicio de Paz y Justicia (Serpaj) en la Argentina.