EL MUNDO › AL CAMBIAR EL UMBRAL, SUMó CIEN MILLONES DE POBRES A SUS ESTADíSTICAS
Esta inusual modificación de las estadísticas oficiales forma parte de la estrategia del presidente Hu Jintao, quien prometió el martes que en 2020 estarían garantizadas “la educación, la atención sanitaria y la vivienda” de toda la población.
› Por Marcelo Justo
Desde Beijing
A sólo dos semanas de declarar que la pobreza rural había disminuido en más de 94 millones de personas en una década, el gobierno chino agregó de un plumazo 100 millones de pobres a sus propias estadísticas. Cambiando la definición del umbral de pobreza de 1274 yuanes anuales (menos de medio dólar diario) a 3165 yuanes (casi un dólar), el gobierno cuadruplicó las cifras de pobres en el campo, donde reside la mitad de la población, estimada el año pasado en unos 27 millones de personas. Esta inusual modificación de las estadísticas oficiales forma parte de la estrategia del presidente Hu Jintao, quien prometió el martes que en 2020 estarían garantizadas “la educación, la atención sanitaria y la vivienda” de toda la población. Gracias a este cambio en la medición, los nuevos pobres tendrán acceso a los 27 mil millones de yuanes que el gobierno destinará a combatir la pobreza con programas de capacitación, créditos blandos y empleos en inversiones de infraestructura.
Luego de los bombos y platillos con que se anunciaron a mediados de noviembre los éxitos de la última década, el gobierno se llamó a una reflexión más sobria sobre el verdadero estado de las cosas. Si hace dos semanas la agencia oficial Xinhua citaba un párrafo en el que el gobierno se vanagloriaba de haber rescatado de la pobreza a una población equivalente a “toda Francia”, ahora la misma agencia reconoce que, con su nueva medición, China está poniéndose “a la par del standard internacional más aceptado”, el dólar diario, ninguna maravilla por otra parte. Esta nueva medición refleja mucho mejor la desigualdad que separa los centros urbanos de los rurales, como se evidencia en el crecimiento del coeficiente Gini, que durante el “milagro chino” pasó de un 0,28 en 1978 a un 0,45 en 2000. La desigualdad se refleja no sólo en los ingresos –el salario urbano es hoy cuatro veces superior al rural–, sino también en los servicios. Mientras las ciudades encienden de noche sus rascacielos para competir con Nueva York, muchos villorios rurales languidecen sin luz eléctrica bajo un gobierno que llegó al poder en 1949 de la mano de una revolución campesina.
La actual estrategia de reducción de pobreza del presidente Hu Jintao tiene dos ejes: una masiva inversión en infraestructura en la rezagada zona oeste del país y la reforma del sistema de salud, educación y jubilatorio. Uno de los modelos de la inversión masiva es la región autonómica de Xinjiang que el gobierno está lanzando como una zona especial similar a las que dinamizaron el “milagro chino”, de Shanghai a Guandong, en la costa este. Esta región, más conocida por los enfrentamientos de 2009 entre la población han (mayoría étnica china) y la uigur (minoría turcomusulmana), tiene fronteras con ocho países (de India y Pakistán a Rusia y Kazajistán) y se está convirtiendo en un centro subregional. Junto a este plan de desarrollos provinciales, el gobierno se plantea la universalización de la cobertura médica para el 2015 y de la jubilación para 2020, como parte de un ambicioso proyecto para que su impresionante crecimiento económico dependa menos de las exportaciones y más del consumo doméstico.
La complejidad de un proyecto de esta magnitud choca con una de las patas más débiles de la estrategia de Hu Jintao: la situación de unos 200 millones de trabajadores migrantes que no tienen pleno acceso a la salud y la educación porque éste se garantiza sólo en su lugar original de residencia. La voluntad política –y hasta ideológica– está presente. A poco de asumir como secretario general del Partido Comunista en 2002, Hu Jintao sorprendió con sus visitas a lugares históricos de la revolución y su recitado de memoria por televisión de textos básicos del marxismo y maoísmo. La redefinición de pobreza y su lanzamiento de ambiciosos programas sociales para toda la década intentan proyectar su influencia más allá del año próximo, cuando el Partido Comunista elija a su nuevo secretario general. Que lo logre dependerá en gran medida del nombre del sucesor y de los retos que representa cualquier transformación que abarque simultáneamente a una quinta parte de la humanidad.
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